Dan

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No podía evitar pensar en lo que había pasado con Skylar en el poco tiempo que llevábamos conviviendo. Quizá era poco, pero no había logrado llegar a tales puntos ni siquiera con los chicos. Independientemente de que la primera situación en la que yo tuve que conocerla no se comparaba ni en lo más mínimo a la situación en la que ella me vio por primera vez, tenía el sentimiento de que aquello ya no importaba gracias a que ahora ninguno de los dos le ponía atención a ese asunto y sólo nos disponíamos a disfrutar del tiempo que habíamos estado pasando juntos.

Y, entonces, por la cabeza se me cruzó la idea de que quizá ahora sí tenía una oportunidad con ella. Era sólo una suposición. Tal vez ella me viera como sólo un buen compañero y, en tal caso, no quería echar a perder la amistad corta pero buena que llevábamos por una creencia mía.

Mi cabeza logró despejar todo lo que pensaba sobre ella cuando el despertador sonó. Una vez más no había logrado dormir en lo absoluto y estaba seguro de que me vería terrible al mirarme al espejo. Le di un muy ligero golpe al reloj y me senté al borde de la cama, tomando del pequeño mueble que estaba justo a lado mi celular, encendiéndolo para verificar que ni tuviera algún mensaje o alguna llamada perdida. Cuando no tenía ninguna de las dos y el día me decía que no habría demasiado qué hacer, me levanté y lancé sin cuidado el teléfono al colchón para después dirigirme al baño con pasos cansados y ligeros.

Solté un quejido al ver las ojeras que se asomaban por debajo de mis ojos y mi cabello más alborotado de lo usual por mi misma desesperación al no poder dormir. Me tallé la cara con fuerza y abrí la llave del agua caliente para que esta saliera de la regadera, seguido del vapor. Me desvestí y me bañé, tomándome el tiempo necesario para mí mismo con la esperanza de que el agua me espabilara. Cuando salí sólo me enrollé una toalla en la cintura ya que no me había tomado la molestia de llevar ropa al baño y después tomé el pantalón de mi pijama para doblarlo y guardarlo en su respectivo cajón, aprovechando para tomar la ropa que usaría aquel día.

Terminé de amarrarme las agujetas de las botas y, casi como por reflejo, volví a revisar mi celular para no pasar desapercibido. Sentí cómo mis brazos se volvieron débiles por los nervios al ver que tenía una llamada perdida de Sky y un mensaje de texto. Leí lo que aquello decía y abrí mis ojos en señal de sorpresa.

Llámame cuando puedas.

Y así lo hice. Su contacto era el primero en los últimos registros de llamadas, así que no me demoré demasiado en encontrarla. Con los dedos de la mano temblorosos, presioné la tecla con el ícono de color verde que estaba por debajo de la pantalla y, segundos después, su voz se escuchó del otro lado de la línea.

—¿Hola?

—Ah... hola, Sky —dije de vuelta, tratando de calmar los nervios que comenzaban a aparecer de a montones—. Eh... ¿está todo bien? Lamento no haber contestado, pero vi tu mensaje y...

—Sí, aquí todo está bien —admitió, pensando un poco sus palabras antes de decirlas—. Bueno, al parecer no tan bien. ¿Estás ocupado?

Nunca estaré ocupado cuando se trate de ti pensé, pero claro que no iba a decirlo, así que traté de pensar en otras cosas que podría decir de forma más coherente. Tomé aire y seguí hablando.

—No, para nada. ¿Qué necesitas?

—¿Podrías por favor venir a...? Espera un momento —y después se escuchó una estática del otro lado de la línea ya que había cubierto el micrófono con su mano. Fruncí los labios y bajé los hombros, tratando de descifrar qué decía y esperando a que volviera a hablarme a mí— ¿Puedes venir? Es un asunto un tanto fuerte y... no sé... creo que todos necesitamos tu ayuda por aquí.

CURSE | dan reynoldsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora