Capitulo 33

275 33 11
                                    

    Salí de la habitación sin hacer ruido para no despertar a Holland. Por el camino, me cogí una chaqueta por si hacía frío. Cerré la puerta despacio y me dirigí a la sala grande del hotel. Ya eran las doce pasadas de la noche y no había ni un alma por los pasillos.

    Como no tenía paciencia para esperar el ascensor, bajé por las escaleras.

    Me costó poco encontrar al chico sentado en una de las butacas a lo marginado del mundo entero.

- ¿Thomas?

    El chico me miró con los ojos llenos de lágrimas y manchado entero con algo que no conseguía identificar.

- ¿Qué te ha pasado Thomas?

- Yo...yo... ¡Me quiero morir!

    Thomas se levantó de la butaca y me abrazó llorando como un niño de cinco años.

- No sabía a quien escribir. Solo pensé en ti. ¡Lo siento! No quería que Dylan me viera así.

    Tranquilice al chico con suaves golpes en la espalda.

- Primero creo que es mejor que te laves.

    Thomas me miró con sus ojos marrones llorosos. En serio, parecía un niño de diez años, nada un adolescente de mi edad.

- Mejor que no vayas a mi habitación, esta llena de este pegamento.

    Me aparté de él de un salto.

- Encima te restriegas en mi.

- ¡Soy un monstruo!

    Miré a Thomas sin saber que hacer. No entendía del todo lo que había pasado, pero tampoco sabía cómo animar al muchacho. Yo era pésima animando a la gente, incluso las deprimía más. También me chocaba de ver a Thomas llorar, día a días, según iba conociéndolo, parecía un chico seguro de si mismo y sonriente. Raro, pero sonriente. Y ahora se encontraba delante mía llorando.

- ¿Qué ha pasado en tu habitación? ¿Por qué estas recubierto por esa masa pegajosa y transparente?

- Yo estaba tan tranquilamente tumbado en la cama con una mascarilla para el rostro  y escuchando música clásica cuando...

- Espera, ¿mascarrilla para el rostro?

- Pues claro, mi cara es hermosa, hay que cuidar esa hermosidad. ¿Pero qué digo? ¡Es arte!

- Volvamos a lo que pasó después.

    Thomas muchas veces se ponía pesado hablando de su 'belleza'.

- Pues como iba diciendo, estaba en mi momento de relajación y belleza cuando la puerta de la habitación de abre, entra una figura con una máscara de conejo y capucha y me empieza a tirar pelotas.

    Mientras Thomas lo narraba como si fuera el mejor drama del siglo, la escena que me estaba imaginando era tan graciosa que me costaba un montón no reírme.

- ¿Conejo?

- Como lo oyes. Y esas pelotas explotaban al chocar con algo. Toda la habitación quedó hecha una mierda y mi tratamiento de belleza arruinado. ¡Te dije que alguien me odia en el set!

- ¿Viste quién era?

- ¿Qué no entiendes que llevaba una máscara de conejo? Además estaba ocupado esquivando las bombas.

- Aja.

    Me tapé la boca para no reírme en su cara.

- Y... ¿Acaba de pasar?

Conociendo a Dylan O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora