Capítulo 28

317 39 12
                                    

Un mes atrás, perspectiva de Dylan

    El aeropuerto estaba mas lleno de lo normal. Las personas empujaban unos a otros sin preocuparse en romperle un pulmón al próximo. Y eso justo me había ocurrido a mi, cuando una señora agitó su "bolso de mano" de dos toneladas hacia atrás. Un gemido salió de mi boca y perdí la noción de tiempo por un segundo. Tenían que estar prohibidos llevar esas máquinas de matar. Pero el problema no era ese, sino uno mucho mas complicado. Tenía que recoger mi mochila.

    Toda la masa de gente que había salido del avión, se dirigió como besugos al control. Tropecé unas varias veces, veinte y cinto veces tal vez, ya que había perdido la cuenta, hasta llegar a los controles. Todo eso me estaba agobiando, eso me pasaba por coger un vuelo a última hora. Pero lo había hecho por una razón, para ver a Shey. Desde lo que pasó a su hermano, no volvimos a vernos ya que había empezado con mis grabaciones de mi película.

    Otro golpe de la nada me golpeó en la nuca y me mordí la lengua.

- Mocoso, aparta - me dijo la señora del bolso de mano de antes - Sin vergüenza.

"¿Y ahora qué hice? Encima que casi me deja antes sin pulmón, ahora sin lengua".

    Me aparté lo máximo posible de esa maquina de matar. Ese último golpe me había dejado aun mareado.

- Buenos días, señor - me dijo el hombre del control - Su pasaporte.

- Shi aghi edrta - le dije aun con la lengua dolida.

    El hombre me miró con mala cara. Desvío su mirada a mi pasaporte. Sonreí con mi mejor sonrisa cuando me miró, pero este solo frunció mas su rostro.

- Pase por el detector. Deje en la caja teléfono, todo lo metálico y electrónico que lleve.

    Pasé por el detector y sonaron unas alarmas.

- Quítese todo lo metálico.

    Era un genio, se me había olvidado por completo quitarme el reloj. Lo dejé en la cajita de plástico y volví a pasar. Volvieron a sonar.

- Todo.

    Rebusqué en mi chaqueta. Los bolsillos estaban vacíos. En los bolsillos del pantalón tampoco había nada.

- El cinturón, muchacho.

    Como si no hubiera sufrido mas, la situación empeoraba en momentos. Después de una fugaz pero difícil pelea para quitarme el cinturón, lo dejé también en la caja de plástico con mis otras pertenencias.

- Pase otra vez - el hombre ya estaba perdiendo la paciencia.

    Era dar un paso al frente, cuando sentí como mis pantalones se bajaban. Totalmente. Hasta las rodillas. Y lo mejor de todo era que me había quedado como un subnormal mirando a la gente que me sacaba fotos y grababan.

- ¡Ahhh! ¡Pervertido! - gritó, como no, la señora de antes, recibiendo, otra vez, una ostia con su bolso de mano.

- ¡Haga el favor de subirse los pantalones! - gritó el trabajador.

    Me subí los pantalones avergonzado y pase por la puerta, rezando para que no pitara. Pero mi aventura no había acabado. Volvió a pitar.

- ¿Esta seguro que no lleva nada mas metálico?

- Nho thrjo nhds mgas - dije.

- ¿Se esta buscando de mí?

- Nho.

- ¡Guardia! Llévese a este payaso.

    "Uno no puede viajar en paz estos días" pensé mientras me llevaban a rastras a la comisaria del aeropuerto. Definitivamente era mi mal día.

Conociendo a Dylan O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora