¿Por qué Amelia no cambia de línea para que Daniel deje de escribirle?.

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Muchas se preguntan ¿Por qué Amelia no cambia de línea para que Daniel deje de escribirle?.

Bueno les explico... cuando sucede lo de Daniel y ella lo saca de su vida, Amelia duró varios días con su teléfono apagado para evitar a Daniel, sin embargo éste desesperado comenzó a buscarla a su casa, a esperarla cuando salía del instituto... y Amelia tuvo que lidiar sola con esa situación, porque no contaba su mamá, quien yacía en la casa en un estado de shock del cual no lograba salir. Amelia tuvo que volverse bastante creativa para evitarlo sin revelarle a nadie lo que estaba ocurriendo.

Pero era una situación bastante agobiante, porque ademas de tener que actuar completamente normal en clases, y ser la adulta cuando llegaba a la casa, debía lidiar con las insistencias de Daniel.

Un dia, en un arrebato de molestia y cansacio encendió su teléfono para exigirle que la dejara en paz. Para su sorpresa, Daniel no dejó de buscarla, pero notó que su nivel de ansiedad y locura disminuyó considerablemente a unos niveles que Amelia podía controlar y manejar.

Él parecía conformarse con tener un medio de "contacto" con ella y con tal de tener un problema menos en su vida con el cual lidiar, Amelia cedió y adquirió una segunda línea y dejando activa su línea anterior para que Daniel no supiera que ella tenía una nueva.

Mientras él creyese que Amelia seguía leyendo las cosas que le escribía, Daniel se sentía mas tranquilo. Dejó de buscarla en el instituto y en su casa, haciendo más sencilla la recuperación de Amelia.

Es por esa razón que Amelia podía recibir los mensajes de Daniel. Normalmente no los leía, solo los borraba, pero muchas veces la curiosidad y el miedo la superaban, sobre todo cuando comenzaba a amenazarla con buscarla. De la mayoría alcanzaba a leer las primeras líneas, solo las que daba la vista preliminar del mensaje hasta que ella lo borraba.

Tenemos que tener claro que Amelia sobre llevó esta situación lo mejor que pudo, quizás sus actuaciones no eran las más racionales, pero era lo mejor que pudo hacer considerando todo lo que estaba atravesando.

Se encontraba sola. Sin poder contarle a nadie. Madurando a pasos agigantados.

Había sido abusada por Daniel, engañada por él, su mamá estaba pasando por un estado de shock que no la dejaba ni siquiera levantarse de la cama, no quería acudir a sus abuelos para no preocuparlos, llegó a tener miedo que la separaran de su mamá y para colmo Amelia debía seguir su vida como si nada ocurriese.

Cuando hablaba con sus abuelos inventaba una excusa distinta siempre para no comunicarlos con su mamá, temía que se le acabasen esas excusas en algun momento.

Asistía al instituto todas las mañanas como siempre, aparentando que nada ocurría, pasaba la tarde en la floristería de la mamá, donde estudiaba y revisaba el negocio, cosa que se extendía hasta la noche, cuando cualquiera de los empleados la llevaba hasta su casa.

Los empleados no estaban al tanto de la situación de su jefa, pero Amelia logró ser tan convincente con las excusas que daba, que no dudaron; despues de todo, Amelia regresaba al día siguiente con los cheques firmados por su mamá, con nuevas órdenes y directrices.

Claro que lo que ellos no pensaron era que Amelia era quien firmaba los cheques de su mamá, despues de pasar horas practicando la falsificación de la firma, hasta que le quedó una que ni en el banco pudieron dudar de que se tratase de Rosalía Gatica.

Cuando terminaba el trabajo en la floristería y llegaba a casa revisaba si su mamá había comido (algunas veces su mamá si comía, otras no) preparaba la cena para ambas y continuaba revisando las cosas del negocio, el único sustento que tenían.

Las cuentas no eran muy buenas, no era una buena temporada y sabía que su mamá compensaba con mucho trabajo y nuevos clientes más lejanos los ingresos, pero Amelia estudiaba y no podía dedicarse de lleno. Así que en las noches enviaba una presentación profesional de la floristería a toda empresa de banquete, organización de eventos, actividades y a muchos entes públicos del país, incluyendo a todas las embajadas.

Y sus horas de dedicación rindieron frutos, consiguió algunos contratos adicionales con lo que supliría la temporada baja. Pero con su mamá ausente en la floristería y ella en clases, necesitaba quien supervisara todo, asi que contrató a una persona que hicieras las veces de encargada lo que implicaba más dinero en personal, menos dinero en ganancias, pero con los nuevos contratos podían permitírselo.

En casa también tomó las riendas. Se hizo cargo de todas las compras, el pago de todos los servicios, los créditos, estirando el dinero todo lo que se podía. Lavaba, cocinaba, limpiaba y cuidaba de su mamá.

Se acostumbró rápidamente a ser dueña de su propio dinero, decidiendo donde comprar y que comprar. Sabía que cuando su mamá saliese de esa etapa oscura que vivía a ella le costaría mucho volver a depender de ella. ¿Volver a pedir permiso para comprarse algo? Muy difícil de aceptar.

De lunes a viernes se despertaba sola, un milagro de por si porque siempre fue muy perezosa, pero la necesidad ameritaba que ella se despertara por si misma, porque además de prepararse para el instituto, preparaba un rápido desayuno y unos emparedados para el almuerzo de ella y de su mamá, y partía al instituto. Antes de salir le escribía al personal de la floristería los pendientes del día, las cosas que debían hacerse, los repartos y encargos que debían ejecutarse, todo desde el teléfono de su mamá para no levantar mas sospechas.

Se despedía de su mamá y corría a la parada del bus para poder llegar a tiempo al instituto. En el camino aprovechaba de hacer la tarea o incluso revisar algunas cosas del negocio.

En otras palabras, intercambió papeles con su mamá, y ésta última no ayudaba nada. Amelia era ahora lo equivalente a una madre soltera de una hija pequeña. Con una hipoteca que cancelar, gastos que cubrir, cuentas que pagar, negocio que gerenciar.

Era hasta positivo que estuviese tan ocupada, porque evitaba que ella misma se ahogase con todo el horror que había vivido. Hizo lo mejor que pudo para mantenerse cuerda y enfocada.

Cuando su mamá salió de esa etapa y volvió a ser una persona funcional, Amelia no se encargó más del negocio, aunque en secreto a veces revisaba las cosas que su mamá se traía a la casa del trabajo y le gustó ver que logró un crecimiento del negocio y que los cambios que se atrevió a hacer fueron para mejor y que su mamá los mantuvo.

Los clientes nuevos seguían llegando gracias al trabajo que ella había hecho. Varias embajadas solicitaban de forma semanal el encargo de flores para adornar sus espacios, la alcaldía solicitó un presupuesto para su proximo evento. Y era todo gracias a ella.

Asi que algo bueno salió de todos esos meses que estuvo bregando sola, descubrió su amor por la gerencia, por los números, por la organización.

Su vida había ganado otra vez cierta estabilidad. Su mamá volvió al trabajo, ella a ser una adolescente corriente, a dejar de mentir en todo momento y a no preocuparse más por las cuentas. Pensó en desactivar la vieja línea de teléfono, lo único que la unía con Daniel pero la posibilidad de que éste volviese a buscarla, de reiniciar otra vez su locura, le dio miedo, y prefirió mantenerlo así, hasta que el mismo se cansara y desistiera.

Ese era un problema que no quería enfrentar. 

JUEVES CURIOSOS de No Juzgues La Portada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora