¿Cómo logró Rámses que Gabriel le perdonara lo de Andrea?

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Esto fue lo que pasó....

—Quédate, veamos una película

—No quiero—le respondí.

—¡Anda! Te irás dentro de muy poco. Soy tu mejor amiga.

—Ese titulo te lo diste tú sola—murmuré.

—¿Qué?

—Nada, Andrea. Ya me tengo que ir.

Caminé hasta la puerta y salí de la casa, ella seguía insistiéndome de una forma nada adorable.

—Rámses, no te vayas... yo... ¡tú me gustas!—escupió de pronto.

—¿Y Gabriel?.

—Estoy enamorada es de ti.

Sus palabras me dejaron impactado y ella tomó mi estado de sorpresa por una aceptación porque se acercó hasta mí y me besó.

Me había besado con muchas chicas antes que con Andrea, pero hacía ya mucho tiempo que un solo beso no me inspiraba nada. Para que una chica lograse una reacción en mi, debía haber algo más que un beso.

Pero Andrea me estaba besando con bastante empeño, tanto que le respondí. Me arrastró de nuevo adentro de la casa, la dejé hacerlo, porque estaba descubriendo que sus besos se sentían bien.

Me hacían sentir algo, por lo menos.

Algo que tenía mucho tiempo sin sentir.

Quizás era porque nos conocíamos, porque existía una amistad entre nosotros, alguna conexión más allá de solo sexo.

Pero en cualquier caso me hizo sentir. No es amor, ni de cerca, pero a diferencia de las otras chicas con las que he estado, no se siente como una atracción meramente física.

Ni se cuantas veces me dijeron que me amaban, como si así pudieran embaucarme para llevarlas a la cama, y luego, cuando las tenía allí descubría que sus palabras eran completamente vacías. No me gustan las mujeres que se creen unas hombreriegas y que seducen con engaños.

Este no era el caso de Andrea, ella me había dicho que estaba enamorada de mí y cada movimiento que daba de su boca con la mía me lo demostraba.

Y se siente bien, jodidamente bien, ser querido de verdad.

Me insistió para subir hasta su cuarto sin dejar de besarme. Sus manos acariciándome con desespero y mucho deseo, encendieron mis ganas. La cama se me antojó lejana... no porque estuviese muy urgido, sino porque me dio pereza cargarla hasta allá.

No me tomé tampoco la molestia de desvestirla por completo y a ella tampoco pareció importarle.

Allí en el piso de su cuarto me pidió que la hiciera suya. No me negué.




—Eso fue fantástico—murmuró abrazada a mi.

¿Qué mierda hice? Esto fue un error, una inmensa cagada. No debió pasar, no debí permitirlo. ¡Mierda, mierda, mil veces mierda!.

Me cago en mí.

Como Gabriel se entere... seré hombre muerto. Si yo estuviese en su lugar, lo mataría.

—Fue mi primera vez.

Ay... santísima mierda. Por favor que me esté jodiendo, por favor que me esté jodiendo.

—¿Qué?.

JUEVES CURIOSOS de No Juzgues La Portada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora