Marypaz Leyford

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#DomingoDeSabadoDeNoMeAlcanzóParaElViernesDeSeMeOlvidoElJuevesCurioso


Hace un mes que Marypaz comenzó las clases en la Universidad. Estaba encantada con su carrera y la compañera de habitación que le tocó en la residencia resultó ser bien agradable y se le hacía fácil convivir con ella.

Extrañaba todos los días a sus hermanos y a sus papás, su casa, su cuarto, todo; pero era un gran alivio para ella no tener que lidiar con los problemas del divorcio, las guerras de poder entre sus padres, los llantos de su mamá y sus ataques de resentimiento, las miradas incomodas cuando su papá los visitaba o las preguntas incomodas de su papá para saber de su mamá, como si él mismo no pudiese preguntarle.

A veces se sentía culpable al dejar a sus hermanos pequeños lidiando con esa situación tan estresante, pero no podía quedarse, no sería justo con ella que desaprovechara la oportunidad de estudiar en la universidad que quería, en la carrera que soñaba, por los problemas maritales de sus padres. Finalmente ellos algún día los superarían, sus hermanos también, y ¿cómo quedaría ella?; por eso se resistió a todos los intentos de manipulación que aplicó su mamá para que se quedara y vaya que fueron muchos.

Vivir sola no era fácil, seguir la dieta estricta que debía llevar era difícil cuando no contaba con su mamá para recordarle las horas y la tentación de no comer estaba siempre latente por ser la opción incluso más cómoda en el caos que era la universidad; pero se veía las marcas en su muñeca y se animaba a no caer otra vez en eso, porque esa noche mientras estaba mareada y se sentía desfallecer, mientras la mancha carmesí dañaba la alfombra de su habitación, entendió que le quedaban muchas cosas por hacer en la vida, que no estaba lista para morir.

A ese pensamiento se aferraba siempre que tenía la tentación de recaer y cuando más débil se sentía llamaba a su terapeuta para que la ayudase a alejar esos pensamientos de sí. Ella le recomendó a una especialista cerca de la universidad y un grupo de apoyo para que continuara con sus sesiones.

Así que su primer mes en la universidad había sido tranquilo, entre las clases, la sesión del grupo de apoyo y la consulta con la terapista.

—¿Por qué no quieres ir?—insistía una vez más Hanny, su compañera de habitación—. ¿Eres como Benjamin Button o algo así? ¿Tienes 60 años?—arrugó el ceño como si en verdad creyese el disparate que acaba de decir y Marypaz se rio.

—No tengo 60, solo 82, pero me conservo muy bien—se burló y Hanny le sacó la lengua—. No quiero acercarme por un tiempo a las fiestas.

Marypaz tenía sesión con su terapista y esa información la mantenía en secreto para todos. No quería ser señalada ni quería tener que dar explicaciones de lo que tanto intentaba dejar en el pasado.

—No seas aburrida Mary, vamos, anímate. Habrán chicos lindos—subió y bajó varias veces las cejas, como si ese gesto lograría convencer a Marypaz.

La aludida rio y negó otra vez. Hanny, cansada de obtener siempre la misma respuesta se terminó de arreglar, se despidió y salió de la habitación.

Marypaz miró la hora en su reloj y cuando faltaban media hora para el inicio de su sesión, se apuró en salir para no llegar tarde. El consultorio quedaba cerca del campus, por lo que podía irse caminando sin problemas. La noche era fresca y húmeda, algo que no había considerado, pues los efectos de la humedad en su cabello le estresaban porque ahora en vez de ser liso, se ondulaba constantemente.

La Doctora Katherine la recibió con cariño, era la segunda sesión a la que asistía y le costaba entrar en confianza, así que respiró profundo y entró a la pequeña habitación y tomó asiento en una de las sillas, odiaba el diván.

JUEVES CURIOSOS de No Juzgues La Portada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora