EL DESTINO - GABRIEL

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—¿Descansaste?—le preguntó inmediatamente en cuanto salió del baño.

—Si, gracias por dejar que me quedase aquí.

—Ni lo menciones, por favor. No te dejaría ir a tu casa ni que rogaras.

—Puede ser considerado secuestro—respondió la chica.

—Solo si me denuncias. ¿Lo harás?—preguntó Gabriel con la picardía que lo caracterizaba y de la que ella se había enamorado.

—No quiero molestar a tu papá ni a tu hermano.

—Ya hablé con ellos. Mi papá querrá conversar contigo y mi hermano no dijo mucho más, como siempre. Te prepararé desayuno.

Gabriel besó nuevamente a su novia y se marchó a la cocina. La chica se levantó de la cama y se cambió de ropa. Quería pasar desapercibida, no quería molestar a nadie, pero en una casa de 2 hombres, siendo ella la única chica, estaba difícil.

—Oh... hola. Buenos días—saludó nerviosamente a su cuñado, su aspecto siempre la ponía nerviosa: sus tatuajes, sus piercings y su mal carácter.

—Buenos días. ¿Y mi hermano?.

—Está haciendo desayuno.

Bajaron al comedor donde Gabriel tenía todo servido para los tres. La chica trataba de no tomarse personal la mala actitud del francés, pero lo veía hablar tan natural con su hermano, y sin embargo con ella no era ni un poco comunicativo. Por el contrario siempre lucía distante y las pocas veces que había logrado sacarle alguna conversación sonaba tan... adolorido.

—Tengo que salir, tengo una cita para retocarme el tatuaje.

—Vamos contigo, tengo también una cita con el odontólogo y queda cerca.

El recorrido como siempre resultó callado y bastante incómodo para la chica, pero por suerte no tuvieron que pasar mucho tiempo encerrados en esa camioneta.

—No hay mucho donde esperar—se lamentó Gabriel.

—Puede venir conmigo, no hay problema—sugirió Rámses y la chica no supo cómo negarse antes de que el chico tatuado la empujase hacia la salida.

—Anda, estarás bien—le apremió Gabriel.

Ya en el salón del tatuador, Rámses se sentó en la silla de German mientras la chica ojeaba distraídamente un libro con las ilustraciones.

—Conozco esa cara—dijo Germán—, es la cara de quien saldrá de aquí con un tatuaje.

—¿Qué? ¡No!—la chica se puso inmediatamente nerviosa. Eran lindos, pero no se creía capaz de tatuarse.

—Estoy completamente seguro. Mira aquel libro de allá, el verde. Creo que los de allí te gustarán más.

Con cierta vergüenza y con la sonrisa de Rámses disimulada, la chica comenzó a revisar el libro, descubriendo que si eran más de su agrado. Estuvo ojeándolos con tanto detenimiento que se sorprendió a si misma recordando los que más le habían gustado y en algún momento después, se encontró escogiendo uno.

—Si quieres uno y estás seguro, yo te lo regalo—dijo Rámses.

Había acabado de retocarse su tatuaje y se sentó al lado de ella.

—Ehm... este me gusta. Pero yo... ¿Qué dirá Gabriel? No, se volverá loco.

—El que a mi hermano no le gusten los tatuajes, no implica que a ti no te gusten—susurró a su oído como si fuese un secreto solo para ambos—. Puedes hacer lo que tú quieras. ¿Qué importa lo que digan los demás?.

JUEVES CURIOSOS de No Juzgues La Portada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora