Conozcamos más a Johana.

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La Ingeniera en administración de empresas, Johana Sue Ehrenfeld Lorenz, ha trabajo muy duro para estar en el puesto que siempre soñó.

Desde pequeña tuvo claras inclinaciones a los estudios que sus padres incentivaron. Tiene una familia bastante numerosa, sus padres con más de 30 años de matrimonio tienen 5 hijos en total: los gemelos Mark y Mattew, los gemelos Ashley y Aaron, y ella, la última de la manada. Todos sus hermanos son altamente posesivos con su hermana menor, situación que la agobia continuamente. Siendo la única entre dos parejas de gemelos suele sentirse sola, a pesar de que el vínculo con sus hermanos es bastante estrecho.

A esa numerosa familia se debe sumar los tíos y primos, que son muchos porque por sus venas corre el gen de los gemelos, por parte de ambos padres.

Le encanta las familias numerosas y está acostumbrada a las locuras que se desatan, sin embargo, buscando un cambio en su vida después de un noviazgo desastroso y terminar su carrera, decide mudarse de ciudad y comenzar desde cero y sola.

En su primer trabajo en su nueva vida le tocó acompañar al jefe de su empresa a un importante seminario, de allí, y gracias a la excelente intervención que hizo, salió con una jugosa oferta de trabajo nueva y una propuesta bastante indecorosa de uno de los expositores. Ambas muy tentadoras.

La primera la rechazó porque prefirió aceptar la segunda.

Esa propuesta indecorosa se convirtió en varias citas y salidas, y fue así como terminó siendo novia del tipo de hombre al que toda mujer con aspiraciones de estabilidad y familia debería huir.

No es una relación típica, tienen más bajos que altos, pero los altos la hacen rozar el cielo. Está perdidamente enamorada de él y siente que en su interior él también lo está, pero tiene un pasado turbulento que no lo deja avanzar, que lo obliga siempre a desviarse del camino.

Su corazón es su mejor atributo, es inmenso y desinteresado. Es gracioso, amable y divertido. Él hombre más inteligente que conoce, y la inteligencia seduce y mucho. Pero él no cree en compromisos, no cree en el matrimonio, en el noviazgo, en nada que enlace a una pareja, un gran defecto, porque Johana quiere casarse.

El tiempo pasó y Johana empezó en un nuevo trabajo, mejor pagado y de mayor prestigio, trabajando para el embajador de Portugal en Estados Unidos, y allí comenzaron los problemas con su novio. Él estaba seguro de que ella estaba siendo seducida por su jefe, el señor Fernando O'Pherer, y siempre lo negó aunque los comentarios que éste hacía no le pasaban desapercibido, después de todo era un hombre demasiado atractivo de 44 años.

La primera discusión fuerte con su novio (ella lo consideraba así aunque el rehuía a cualquier etiqueta), terminó con la relación. Él ni siquiera esperó que el lado de la cama que ocupaba cuando se quedaba a dormir se enfriara, cuando se acostó con otra. Movida por el despecho, el dolor y la molestia decidió irse a beber hasta que fuese capaz de entregarse al primer hombre que se atravesase, tal como hizo él, lo que nunca imaginó fue que sería su jefe y eso le complicó la vida más de lo que creería.

Tiempo después se reencontraron, como cosas de la vida, y terminaron hablando como siempre; cuando él la besó ella supo que volvería con él, porque el amor que le tenía seguía allí, intacto a pesar del tiempo, así que le confesó lo ocurrido con su jefe, pero para su sorpresa él supo manejarlo bastante bien, después de todo ocurrió cuando no eran pareja.

Y entonces los celos regresaron y al poco tiempo se hicieron insostenibles y una buena amiga, una fuente confiable, le comentó que lo había visto con otra mujer y fue cuando ella decidió que era el momento de terminar, de quererse más a sí misma que a él.

Él la buscó insistentemente, pero ella quería algo más que palabras y quería regresar a una relación con él que pudiese llevar una etiqueta sin miedo a que él saliese corriendo. Cuando él le dijo que no era posible eso, cortó comunicación con él, pero se arregló para dejarle claro que se iría de viaje con su jefe a Italia, queriendo en secreto que él lo impidiese, que la declarara solo suya. Pero él no lo hizo, no luchó, nada. Así que en Italia se entregó otra vez a su jefe, una persona a quien respetaba, apreciaba y que no se le hacía indiferente. Él tampoco le ofrecía lo que ella tanto ansiaba, pero aunque se lo hubiese ofrecido quizás lo hubiese rechazado, porque ella quería matrimonio solo si venía de él.

Cuando regresó de Italia lo consiguió sentado en la puerta de su departamento, esperándola quien sabe desde cuándo. Lo dejó entrar para conversar, pero lo que jamás imagino es que él le entregase un anillo:

—No es de matrimonio, aún. Es un anillo de promesa, porque prometo luchar contra mis demonios para poder darte lo que te mereces y más.

—Y si lo acepto, ¿qué seremos?

—Seré de ti lo que tú quieras que sea, porque te quiero tanto que me conformaré con lo que desees darme.

Y se lanzó a sus brazos y retomaron la relación, ahora si con una gran etiqueta entre ambos, una que él confesó se sentía bien decir.

El problema ahora era su jefe, porque no tomó muy bien el fin de su relación casual, y por el contrario estaba dejando muy clara sus intenciones de formalizar algo más.

¿Quién diría que la vida de una chica de 25 años puede ser tan complicada?

JUEVES CURIOSOS de No Juzgues La Portada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora