Yo quería ir a la universidad y una beca deportiva me ayudaría.
Por eso en el colegio probé en todos los equipos de atletas que pude y descubrí que el béisbol se me daba bastante bien. Con ayuda del entrenador comencé a agarrar algunos kilos musculares pero debía agarrar unos cuantos más para poder tener la resistencia física que necesitaba.
Quería verme más fornido porque las universidades no daban becas deportistas a delgaduchos.
Comencé a obsesionarme con el peso, las calorías, los complementos energéticos y alimenticios, los ejercicios. Mi musculatura iba creciendo poco a poco y mi rendimiento y resistencia en el campo también. Ya no jugaba solamente en banca, y los innings que podía jugar también aumentaron.
Mantenerme era un trabajo arduo, pero poco a poco agarré el ritmo. Comencé a trotar todas las mañanas para completar mis rutinas diarias y fue cuando lo vi.
Lo primero que noté fueron sus músculos, los envidiaba un poco porque después de todo me estaba matando en el crossfit para llegar a tener su musculatura.
Lo siguiente que noté fue el horario en que trotaba, así que salía unos minutos más tarde, solo para poder correr detrás de él y verlo.
Me engañaba a mí mismo diciéndome que solo era admiración, pero en realidad me gustaba verlo. Trataba siempre de mantenerme lejos de su visión, porque no sabía cómo lidiar con todos los sentimientos nuevos que él me despertaba.
Hoy en la mañana, sin embargo, fue distinto.
Un chico se unió a él a mitad de camino. Se saludaron con un pequeño estrechón de manos y sin perder el ritmo siguieron corriendo. Se estaban riendo de algún chiste interno que yo me moría por conocer.
Me sentía un tanto acosador siguiéndolos, pero me daba mucha curiosidad verlos a ambos. La complicidad con la que se trataban, me intrigaba.
Caminé detrás de ellos hasta que entraron a un café y los seguí porque tenía un imán incontrolable con ese chico.
Se sentaron en una de las mesas cerca de la ventana y yo en una del fondo. El pelirrojo pidió un batido de frutos rojos y pedí lo mismo al mesero.
Me encantaba como se sonreía, era una sonrisa fuerte, grave, varonil, segura y confiada. Ni siquiera titubeó cuando el otro chico se despidió con un rápido beso en los labios, que lo hizo sonreír.
Me sonrojé por haberlo visto y bajé la mirada. Quería ser como él en todos los aspectos, quería vivir mi vida plenamente, sin miedos, sin secretos. Quería entregarme a lo que sentía y averiguar hasta donde podía llegar.
—Tienes días siguiéndome pero nunca me hablas. Si haré menos kilómetros al día, espero por lo menos que te animes a hablarme.
Me atraganté con mi bebida.
—Yo... ehm... no te estaba siguiendo, yo...—balbuceé y él sonrió para terminar de acabar con mis nervios.
—Te he visto desde hace una semana, vaya que te tomas tu tiempo. El chico de hoy, es un ex novio...
—No me tienes que dar ninguna explicación...
Y cuando él tomó mi mano, la alejé rápidamente.
—Yo no soy... no.... Ehm. Estoy entrenando y me está costando ganar peso y musculatura... yo, quería preguntarte donde entrenas.
—Oh, ya veo. Estoy en el gimnasio GreenSoul. Te puedo dar el número de mi entrenador.
—No te preocupes, es un gimnasio demasiado costoso.
—Yo puedo entrenarte, sin costo alguno.
Su ofrecimiento era bueno y con un mínimo asentimiento, acepté.
—Genial, comenzamos mañana. Paso por tu casa a las 6.
—Te daré la dirección.
—No te preocupes, se dónde vives. Bueno, eso sonó más aterrador de lo que quería, pero acosador que acosa a acosador, tiene 100 años de perdón.
—Soy Isaack—me presenté.
—Donovan—respondió estrechando con fuerza mi mano.
Se levantó con una sonrisa torcida, me guiñó el ojo y se marchó.
Caminé hasta mi casa, sintiendo un nudo en el estómago, recordando lo que acababa de pasar y enfrentándome a la extraña sensación que aun permanecía en la mano que Donovan intentó tomar.
Cuando entré a casa, mi papá me recibió con el desayuno servido.
—Te perdiste un excelente servicio. ¿Estás seguro que no puedes cambiar tus horarios de ejercicio? Los domingos son días para asistir a la iglesia. Extraño tenerte allá.
—Lo lamento papá, iré al servicio de la tarde. La mañana es la mejor hora para entrenar y así me queda la tarde para las tareas. Además comenzarán los juegos finales y los reclutadores de las universidades irán.
—Lo sé, lo sé, Isa. Te extraño, eso es todo. Tu mamá salió al mercado, yo tengo una cita con la familia Dubaine, su hijo confesó que le gustan los hombres y les recomendaré una buena terapista.
—¿Para qué?—pregunté
—Para que puedan llevar al chico y corrija su desviación.
Sus palabras helaron mi sangre y por reflejo escondí la mano que me tocó Donovan, porque más que nunca cosquilleaba.
—¿Sigues buscando donde entrenar? Puedo preguntarle al señor Sturgis.
—No, papá gracias. Un amigo se ofreció a ayudarme.
—¿Qué amigo es?
—Del colegio—respondí evasivo y me levanté de la mesa con la boca aun llena del desayuno—. Me iré a bañar.
Corrí escaleras arriba a mi habitación y me recosté de la puerta en cuanto la cerré.
Mi papá era el pastor de la iglesia, no lo veía aceptando nunca que me llegasen a gustar los hombres. Él era un buen hombre, no quería decepcionarlo.
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JUEVES CURIOSOS de No Juzgues La Portada.
Teen FictionAmelia, Rámses, Gabriel, Fernando, Karen, Mike, Hayde, Marypaz, Andy, Daniel, Stuart, Johana... siempre hemos querido saber más de cada uno de ellos... ¡Aquí podrás hacerlo!.