Capítulo 16 ┋ Frenesí. (+18)

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Habían pasado tres días desde lo ocurrido y en ningún momento tuve tiempo para hablar con mi madre. Necesito hacerlo, necesito saber qué es lo que está pasando, qué es lo que me está ocultando. En este último tiempo me sentí más cerca del abismo, realmente podía sentir a flor de piel la presencia de alguien siguiendo cada movimiento mío, cada mínimo detalle de todo lo que hacía. Era como si alguien se encargara de seguirme, de averiguar y analizar todas mis acciones.

Estoy tan cansada que más de una vez intente llamar al número desconocido —que estos tres días se tomó el trabajo de enviarme mensajes hasta cuando dormía— pero no tuve éxito, pues esa persona, sea que sea, evitaba mis llamadas y no respondía a los mensajes poco amables que le envíe.

La lluvia me envuelve por completo y entro apurada a mi casa para evitar un resfrío. Mi horario de trabajo llego a su esperado final y lo único que quiero es darme una ducha caliente, comer algo y solo dormir. Había estado aguantándome las miradas que Liam me tiraba en el trabajo, pero nunca supe describir de qué forma lo hacía, con qué intención, que es lo que quiere hacer, o decirme. Él me había prometido dejar de buscarme, mirarme, pero sin embargo me dejo en claro que no es un hombre de palabras, no es de esas personas que saben cumplir sus promesas.

Me quito los zapatos empapados de agua y dejo sobre la mesa la bolsa con el vestido de gala que Laura se encargó de arreglarme. Quedo más que perfecto y me tuve que ir hasta su casa a buscarlo a pesar de la lluvia torrencial. Me paso las manos por la cara, tomo mi celular, marco su número, y al tercer pitido, ella me atiende.

—¿Sí? —es la voz de mi madre.

—Mamá, quiero saber a qué hora volverás a casa. —es lo primero que le digo, lo único que me importa saber en este preciso instante.

—¿Por qué? ¿Sucedió algo? —no, solo que estoy más que confundida, dudo de hasta mi propia sombra y necesito claras respuestas.

Lo pienso, pero no lo digo.

—Porque afuera llueve como si fuera la última vez y no quiero que te enfermes, ni nada de eso. —miento, pero en cierta parte es verdad.

—Oh, cariño, puedes quedarte tranquila que me llevarán a casa sana y salva. Volveré a eso de la una de la madrugada. —oigo un par de ruidos de fondo y frunzo el ceño.

—¿Te traerán? ¿Quién lo hará? —pregunto, y se hace silencio absoluto, antes de dignarse a responderme.

—Una compañera de trabajo. —dice sin más—. Ya tengo que colgar. Te quiero, adiós.

Me corta sin ni siquiera dejar que me despida de ella. ¿Realmente tengo que quedarme tranquila cuando presiento que hasta yo misma me estoy ocultando cosas? ¿Acaso todos se volvieron locos?

Desde lo que Anabell me confeso, que no me mira. Casi me habla, pero solo lo justo y necesario. Parece avergonzada, nunca me mantiene la mirada por más de dos segundos y la noto más demacrada este último tiempo. Pareciera que ya casi no duerme y siempre está pegada a su teléfono, haciendo y respondiendo llamadas. Claramente se oculta detrás del trabajo para no tener tiempo de pensar en sus problemas. Al señor Antonio no volví a verlo por la casa, e intuyo que es por lo que me dijo Ashton que está en Alemania con su enfermo padre, quien deseo que este más que bien.

Me doy una larga ducha de agua caliente. Me quedo bajo el agua el tiempo que más me dé hasta que noto como mis dedos comienzan a arrugarse. Salgo, me cambio con un jean oscuro y una remera blanca, y en ese momento me veo obligada a tomar mi celular de sobre la mesa que no deja de vibrar como loco.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora