Capítulo 52 ┋ Pasado.

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Puedo sentir mis latentes recuerdos a flor de piel. Los siento, los veo, los tengo marcados como una muy profunda cicatriz. Recuerdo cada una de las situaciones que viví como si el tiempo nunca hubiera pasado, como si yo no hubiera crecido, como si todo fuera en un hoy que no avanza.

Hace más de diez años atrás, una llamada hacia sonar el teléfono de la sala en mi casa. El ruido ensordecedor retumbaba en todas las paredes, hasta llegar a mi habitación y hacer vibrar mis oídos. Mi abuela paterna lo descolgó. Para ese entonces mi padre ya se había ido. Aún tuvimos contacto con mi abuela, ya que ella tampoco sabia del paradero de su propio hijo, hasta que la muerte llegó a buscarla. La escuche hablar. Era mi abuelo, su esposo, que llamaba desde el hospital. Alguien había nacido. Mi madre dio a luz, y fue cuando mi abuela subió a mi habitación para decirme que me arreglara. Que me abrigada porque afuera todavía hacía mucho frío. Más allá de ese frío que torturaba a la ciudad, yo sentía el calor de la emoción nacer en mi pecho, y eso fue suficiente para no sentir más nada. De igual forma me abrigue. Así lo recuerdo. Me había puesto un gran abrigo rojo que mi abuela me regaló. O era negro. Quizás era azul. No lo recuerdo bien. Me coloque unas botas de invierno y un gorro de lana que protegía mi cabeza y mis orejas. En ese entonces mi cabello era largo. Muy largo. Me llegaba hasta la parte baja de mi espalda. No me gustaba. Salimos de mi casa y el viaje parecía eterno, yo contaba cada uno de los segundos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Estaba desesperada por llegar y al mismo tiempo tenía tanto miedo. Cuando por fin el viaje terminó, yo creía que nos dejarían entrar así sin más, pero no, nos hicieron esperar horas y horas. Podía sentir como cada mínimo minuto calaba mis huesos.

Hasta que por fin pudimos entrar. Mi abuela se tiró a los brazos de mi mamá, abrazándola, felicitándola. Yo me acerque a la pequeña cuna blanca, y ahí pude verlo. Una pequeña bola blanca que parecía nieve, pero sus mejillas estaban rojas como mi abrigo. Él tenía sus ojos cerrados y yo no entendía porque no los abría. ¿Por qué no los abre? Quiero que me vea y sepa que soy su hermana, que estaré para cuidarlo siempre.

Mi madre y mi hermano, quién más tarde supe que su nombre sería Franco, se tuvieron que quedar en el hospital y a mí me obligaron a volver a casa por más que yo gritaba que quería quedarme. Luego lo comprendí. Yo tenía que ir a clases, comer, descansar, y seguir con mis días hasta que ellos pudieran volver a casa. Cuando por fin lo hicieron, mi mamá me hizo que me sentará en el gran sillón, y lo puso entre mis brazos. ¿Qué si tenía miedo? ¡Estaba muerta de miedo! Creía que se me caería, que podía lastimarse, que el acto más torpe que yo hiciera, lo perjudicaría a él. Pero no fue así. Y entonces, en ese instante, se lo prometí mentalmente porque mi madre estaba junto a mí y no quería hablar a voz alta, salvo que quisiera que ella me escuchará. Le dije a mi hermano:

Te cuidaré de todo, y de todos. Te protegeré con mi vida si es necesario. Te ayudaré y estaré contigo en todo momento. Nunca te dejaré de lado y nada malo te pasará mientras yo este aquí.

Los años pasaron ante nosotros. Y cuando él comenzó a dar sus primeros pasos, yo lo lleve al parque junto con mi mamá. Mientras ella nos miraba desde la lejanía, yo me sentaba en el pasto con Franco, a hablar de sus curiosidades por lo que nos rodeaba. Me daba alegría y a la vez confusión, el simple hecho de que un nene tan pequeño tenga tanta intriga. Supe entonces que él es muy inteligente.

—El mundo es grande. Hay personas buenas y malas. Se estigma que hay 7,53 miles de millones de personas en el planeta tierra. El cielo es azul, hay días en los que se pone gris debido a la nubes. Hay animales: perros, gatos, tigres, leones y muchos más. También hay insectos y muchas bacterias que no podemos ver, porque son invisibles.

En ese entonces él tenía cinco y yo dieciséis.

—¿Cómo sabes esas cosas? —me preguntó, con su inocente voz.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora