Capítulo 34 ┋ Cansancio.

573 66 2
                                    

Esa misma noche no dormí absolutamente nada. Mis ojos estuvieron puestos durante todas las horas sobre la ventana, en donde puedo ver la luna desde mi cama. Las lágrimas dejaron de caer y solo pude dedicarme a pensar, pensar en que haría cuando él ya no estuviera, en que haría cuando tenga que ir a su entierro. Mi cuerpo entero se estremece y me pesa la tristeza, el sufrimiento de ver un mundo sin mi hermano. Trago saliva repetidas veces y alzo la mirada para notar que el sol ya está colándose por la ventana. Mis ojos pesan y puedo sentir las ojeras adornar mi rostro. No me vi en el espejo desde que desperté la mañana anterior, pero puedo apostar que quizás el año se me hace notar en las expresiones. Mi pelo creció bastante y se encuentra todo enredado.

La puerta de la habitación en la que me encuentro se abre lentamente y volteo la cabeza a fijarme que se trata, nuevamente, de Liam. Él me sonríe, y no duda en adentrarse con una bandeja en sus manos.

—Logre convencer a la enfermera que me dejará traerte el desayuno. —dice, con una sonrisa victoriosa. Me enderezo en la cama, dejando que él ponga la madera sobre mis piernas. Hay tostados, un té, gelatina y una manzana—. ¿Cómo te encuentras?

Pregunta, sentándose en la silla de al lado de la cama. Corto un pedazo del tostado, pero lo miro y mi estómago se encoje. No tengo mucha hambre, pero ante su atenta mirada, sé que no se irá de aquí hasta no verme acabar todo. Un bocado en mi boca lo hago durar varios minutos.

—Cansada. —respondo, bebiendo del té, para poder digerir con más facilidad.

—¿No dormiste bien? —vuelve a preguntar, revisando su celular cada tanto.

—Directamente no dormí. —respondo, una vez más. Lo veo hacer una mueca y guarda su celular.

—Bueno, tienes por descansar en el hospital durante una semana, una semana y media como mucho hasta que te den el alta. Por lo que hablé con una de las enfermeras, vendrá más a la tarde un neurólogo para hablar contigo y ver como evolucionas. No quiero hacerte ilusiones, pero me comentaron que se trata de una amnesia temporal. —termino la mitad del tostado y tengo que respirar hondo para continuar—. Estuve toda la noche en la sala principal del hospital. No deje de buscar información sobre el tema, y no sé de qué puedo ser ayuda para ti...

Su desesperación por ayudarme es tan clara y precisa, que me hace sonreír sin poder evitarlo. —Tú no te preocupes, con que estés aquí es de bastante ayuda para mí...

Sus ojos se posan sobre mí y me atraganto con una miga al notar tanta intensidad en su mirada. Me doy cuenta de lo que dije y reconozco que no fue del todo correcto.

—Ya sabes... —bebo del té—. Es porque no me gusta estar sola, tú siempre estás aquí... Y eso.

Él sonríe. —Lo sé, entendí.

Carraspea, poniendo las manos sobre sus rodillas. —¿Quieres que haga algo por ti? En unas horas vendrán Ashton, Isabella y Emma. Quizás quieras hacer algo antes de que ellos vengan, no sé.

Pienso y pienso, y una idea cae a mi cabeza.

—¿Existe la posibilidad de que pueda hacer un cambio en mi cabello? —pregunto.

—Claro, llamaré a la peluquera de confianza que Anabell siempre tiene a mano y le pediré una cita. ¿Cuándo y a qué hora quieres que sea? —saca su celular y comienza a revisarlo.

—Lo más antes posible. Pero necesito mi celular, o algún celular para llamar a mi madre y que me traiga el dinero para pagarle a la señora. —él sonríe.

—No te preocupes por eso, yo me encargo de todo. Tú solo relájate.

—No, en serio, Liam. No quiero que sigas poniendo dinero, ya es suficiente con que hayas puesto la mejor habitación para mí. Ya hiciste mucho por mí, por Franco. —pone un dedo sobre mis labios para callarme.

—Franco también es mi hermano y por él haría todo, hasta el último segundo. —inclina su cabeza hasta llegar a mí—. Tú eres importante para mí, haría lo que fuera por verte bien.

Mi respiración se descontrola al verlo cada vez más cerca. Su rostro está a escasos centímetros del mío, y sólo nos separa su dedo en mis labios que los siento repentinamente secos. No puedo relamer mi boca, porque eso sería que la punta de mi lengua tocara la piel de su dedo, y no quiero prestarme a intenciones confusas. Veo como sus ojos se dirigen a mi boca, separando su dedo de mis labios, y poso mi mirada sobre los suyos. Húmedos, que ya no me acuerdo cuando fue la última vez que los probé. El arito que vi esa última noche sigue ahí, se mantiene ahí. Oscuro, provocativo. Aparto mi rostro, mirando hacia otro costado, cuando reacciono que esto está mal y lo escucho suspirar.

—Te sigo deseando como siempre. —admite—. Te sigo amando como siempre, Maggie.

Su confesión me deja confundida, mareando mis ideas. Siempre lo tuve del tipo orgulloso, que no admitiría sus sentimientos, ni manifestaría sus pensamientos con tanta libertad como la hace conmigo. De entre los dos, yo soy la estúpida que no sabe lo que quiere. Cierro mis ojos cuando siento sus labios sobre mi mejilla y mi calor corporal se instala donde su boca me marco.

—Liam, estoy confundida. No sé cómo termine aquí, no sé qué es lo que me pasó esa noche de hace un año. No sé qué será de mí después de Franco, y no tengo las ideas muy claras en este preciso instante. No me des más de que pensar. —intento ser suave, no quiero que piense que lo estoy rechazando, porque no es así. No sé sí lo quiero cerca, como tampoco sé sí quiero alejarlo de mi vida. Noto como las comisuras de sus labios se estiran en una sonrisa.

—Lo sé, lo entiendo. Perdóname, a veces soy impulsivo. —se aleja de mí, permitiendo que la brisa fría vuelva a mi cuerpo. Carraspea, despeinando su cabello levemente—. Iré a hacer la llamada. Lo más probable es que ella este aquí en media, o una hora. También hablaré con la enfermera, estás muy pálida y quizás necesites vitaminas. Descansa, nos vemos más tarde.

Desaparece por la puerta lo más rápido posible, y ahora que puedo, respiro muy profundo su colonia que inundo el ambiente. Mi cabeza comienza a doler y no puedo estar más cansada. Sobre todo, estoy cansada de buscar en mi cabeza algún indicio de lo que sucedió esa noche y no encontrar absolutamente nada.

Tiro mi cabeza hacía atrás, apoyando mi mejilla sobre la cómoda almohada y mis ojos se posan sobre uno de los osos de peluche que hay a mi lado, encima de la mesita de luz. Lleva una carta perfectamente doblada en el medio de su pecho, y el corazón agarrado a sus manos. Capta mi atención en seguida y lo tomo en mis manos. Me enderezo en la cama, desdoblando la hoja, y leo lo que lleva escrito.

Mi corazón bombea con tanta fuerza, que creo poder escucharlo como una orquesta por toda la silenciosa habitación. Mis manos tiemblan tanto que temo poder desmayarme al leer lo que dice.

«Las despedidas siempre me dieron tristeza, es por eso que me alegro de no haberte dicho adiós esa noche. Me alegra que estés consciente, porque esto es tan real como el amor que tengo por ti, mi dulce Maggie. Espero que estés bien preparada, tengo mucho para darte.

Tuyo siempre. Atentamente: T.»

—¿T? —murmuro para mí misma y la puerta se abre en ese instante.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora