Capítulo 2 ┋ Sacrificio.

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Apenas llego a mi casa, Dan se despide con un beso para luego alejarse.


Recuerdo entonces cuando nos conocimos: Él había llegado al barrio junto a sus padres. Se mudaron a la casa de al lado a la mía y con el tiempo nos hicimos buenos amigos. Al ingresar a la secundaria, luego de la separación de sus padres, él se mudó junto con su padre mientras que su madre abandonó el país con su nueva familia.

Ingresó a un colegio diferente al mío y cuando creí que estaría desbastado por la partida de su madre y el tener que ir a un colegio distinto, él se encontraba igual que siempre. Sus iguales lentes en su rostro, su inconfundible cabello negro, su brillante sonrisa y sus infaltables bromas que siempre me alegran los peores días.

Junto con Laura, ambos nunca pueden faltarme. Siempre seremos los tres y lo demás no importa.

Me adentro a mi casa y me fijo que recién son las doce del mediodía. A esta hora tendría que estar en la universidad, pero como ya no asisto, no tengo nada más que hacer. Conseguí el mejor trabajo, no será perfecto, pero de sólo pensar en el dinero con el cuál puedo hacer millones de cosas para mi hermano y mi madre, nada me resulta horrible. Solo espero que nadie me complique las cosas, es lo único que me desanima.

Paso toda la tarde yendo de mi habitación hacía la cocina y de la cocina al jardín. Acomodo y limpio todo a mi alrededor. Una vez que termino de preparar la cena, oigo el ruido de la puerta principal cerrarse.

Apenas los veo entrar, no llego a decir nada que Franco rápidamente se va corriendo escaleras arriba. Mamá se encuentra con una expresión neutra, dejando sus llaves y cartera sobre la mesa.

—¿Que sucedió? —pregunto un tanto preocupada.

—Nada grave. —suspira—. Es sólo que el hijo de Alicia lo invito al cumpleaños del mejor amigo que es esta noche y no lo deje ya que me preocupa su salud, aparte de que no lo conozco al mejor amigo.

Asiento con la cabeza, haciendo una mueca de pena.

—Lo del cumpleaños y que no conozcas a la familia del chico lo entiendo, pero si es por su enfermedad, yo diría que no lo retengas. Sé que tienes miedo, yo también lo tengo. Me aterra que le pueda suceder algo y no estemos ahí para ayudarlo, pero sin embargo no puede dejar de vivir. Ambas sabemos que depende de un hilo...

—No lo digas. —me corta—. No quiero oír eso.

—Está bien. —agacho la mirada.

—Aún no consigo nada, ¿y tú? —vuelvo mi vista a ella.

—Planeaba decírtelo durante la cena, pero no aguanto la espera. —ella frunce el ceño—. Conseguí un empleo como ayudante en una especie de mansión.

Su semblante cambia de tristeza a emoción al oírme decir eso.

—¡Dios, no lo puedo creer! —me abraza, pero luego se separa para mirarme—. ¿Qué tipo de ayudante?

Carraspeo, sabiendo que no le gustará para nada oír esto.

—Empleada domestica. —y como esperaba, no le gusta la noticia—. Estaré bien, mamá. La paga es muy buena, demasiado y además no seré la única chica trabajando ahí.

—Sabes que si no fuera con urgencia no te dejaría. No quiero pensar que te estén esclavizando, maltratando o haciéndote sentir mal.

—Te prometo que no será así. Será mucho mejor de lo que ambas creemos. —a decir verdad, eso último lo dije para tranquilizarme a mí misma. Necesito saber a que me enfrentare en mi primer día.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora