Capítulo 46 ┋ Maldad.

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—Yo... Yo no puedo sentir amor, ¿sabe? Es como que mi mente sabe muchas cosas, pero mi corazón se cierra completamente. Puedo amar a mi hermano, a mi madre, pero, fuera de ellos dos, no puedo abrirme a nadie. No creo ser capaz de poder mantener una relación romántica. Es como si me ahogara, cada vez que estoy cerca de alguien, es como si fuera un síntoma más del ataque de pánico; mi garganta se cierra, comienzo a sudar, a temblar, a tener miedo, a creer que estoy en una gran altura y que en cualquier momento me caeré y no dejare de caer. Siento... Siento que realmente me encuentro inestable. Me aferre a un hombre que en serio me ama, creyendo que puedo refugiarme en él para no sentir nada por nadie, para que nadie se fije en mí. Me escondo en Alex para que él se aleje de mí, para que él crea que estoy enamorada de otro, cuando claramente no es así, no estoy enamorada de Alex y no sé de que forma dejarlo sin herirlo. —el silencio en la habitación es ensordecedor, y lo único que puede escucharse entre nosotras es el sonido del reloj en la pared.

—¿Quién es «él»? ¿De quién te estás queriendo escapar? —mi mirada nunca encuentra la suya. Mi silencio es su respuesta—. Si no quieres, no hace falta que me lo digas. No te sientas mal por pensar en dejar a tu pareja, de todas formas, no es correcto que pienses que no quieres lastimarlo, ya que de todas formas lo harás. Estés con él, o lo dejes ir. Dejando que Alex se aferré a un amor ficticio, fantasioso que él cree que tú sientes, no harás otra cosa que alimentar su esperanza y saldrá herido tarde o temprano. Lo mejor es cortar todo tipo de relación antes de que sea tarde, para que él pueda rehacer su vida con otra persona.

Yo solo asiento con la cabeza, escuchando su voz. —Y con respecto a él, tendremos que trabajar para que aprendas a dejar las cosas fluir entre ambos, ¿te parece bien?

—Claro. Pero a veces creo que entre él y yo tiene que existir una distancia, no me gusta lo que me hace sentir. —comento.

—No te gusta porque toda tu vida creíste tener tus sentimientos bajo control, y él llego para desestabilizar todo lo que creías correcto. No está mal que él busque profundizar en tu corazón, ya que lo hace porque sabe que en lo más recóndito de tu alma tú así lo deseas. Piensa en eso, replantéate tus acciones y nos vemos la semana que viene.

Me despido de la psicóloga y salgo de ahí. Caminando por los pasillos del edificio, pienso en todo lo que hablé con ella, y en todo lo ocurrido estos últimos días desde que me dieron el alta. Doblo a mi derecha para ir directamente al ascensor, y de pronto pasa; mis pulmones y garganta se cierran, pierdo mi aliento y mi voz, comienzo a sentirme mareada y siento como el sudor cae por todo mi cuerpo. Tomo mi pecho con mis manos, pudiendo sentir los latidos enloquecidos de mi corazón y como el fuerte bombeo retumba en mis oídos. Mi espalda encuentra la fría pared y me pego a ella, creyendo ver que todo a mi alrededor comienza a tambalearse, al igual que mi pulso y mis piernas. No puedo respirar, no puedo sentirme a mí misma, no puedo... Es como sentir que abandono mi cuerpo, que me puedo ver a mi misma, desde un rincón apartado: Débil, sola, asustada. Mi espalda se resbala por la pared, hasta sentarme en el suelo y las paredes a mi alrededor me amenazan con venirse sobre mí.

Voy a morir, no puedo respirar, mis pulmones duelen, arden, me lastiman y mi pecho enloquece por encontrar un poco de aire. Cierro con fuerza mis ojos, sintiendo como una gruesa y tibia lágrima cae por mi mejilla, calentando mi cuerpo por completo que no deja de temblar. Mi mente me juega una mala pasada, haciéndome creer que moriré en este preciso instante, pero aprieto mis ojos con fuerza y pienso en otra cosa; Pienso en Liam y en como logró hacer que pudiera recuperar la respiración ese día en el hospital. En mi mente, su respiración se mezcla con la mía, sus palabras inundan mis oídos y su calor mis sentidos. Dejo de pensar en Liam y pienso en blanco. Pienso en un paisaje que me reconforte. Pienso en la nieve. Tomo un gran bocado de aire por la nariz, y lo expulso por la boca. Pienso en el viento helado y el aire que llena mis pulmones. Siento como mi pecho se abre, tomando esa acción con mucha satisfacción. Vuelvo a hacerlo una vez más, y siento como retrocedo, eliminando todo ese malestar, toda la maldad de mi mente. Respiro una vez más, yo tengo el control, yo puedo manejarlo, yo puedo controlarme, solo yo, nadie más. Respiro hondo, repetidas veces, y el aire fresco abraza mis pulmones, regresando la coordinación tranquila de mi pulso. Mis manos tiemblan con ferocidad y me centro en mirar a la blanca pared frente a mí. Esa pared pulcra es mi paz, es mi tranquilidad, es lo que le devuelve la calma a la tormenta. Estoy bien, no moriré. Cuando creo sentirme mejor, limpio mis lágrimas con la manga de mi campera, y vuelvo a tomar el aire suficiente para tener la fuerza de voluntad y así ponerme de pie. Una vez que me estabilizo nuevamente, camino con mucho cuidado hasta al ascensor y entro en él. Encerrada en la protección de las cuatro paredes metalizadas, me quedo mirando a ningún lugar en concreto, paralizada por lo que acaba de sucederme y del como logre estabilizarme. Me pego a la pared, cruzando mis brazos como si así pudiera protegerme de lo que se viene:

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora