Capítulo 38 ┋ Cosas oscuras.

538 60 1
                                    

Viernes, quince y treinta de la tarde. Había comido, hablado con Franco, descansé, pude volver a caminar y no hice otra cosa que caminar por los pasillos del hospital intentando volver a tener control de mis piernas. Ahora mismo no me dejan salir de mi habitación, pues quieren que descanse el mayor tiempo posible. Hoy, hace aproximadamente una semana con exactitud, que me desperté luego de un año inmovilizada y mañana, por fin, podre irme a mi casa. Claro que los chequeos seguirán, tienen que controlar la amnesia y me recetaron pastillas para todo tipo de dolores que estaré experimentando los próximos días como: Dolor de cabeza, mareos, náuseas, y fatiga. Todavía no puedo tocar las cicatrices de mi rostro o de mi cabeza y no sentir que mi estómago se revuelve. Por más que me esfuerce en intentar recordar algo, la migraña no hace otra cosa que aumentar. Lo último que puedo recordar es haber estado hablando con Liam, y el resto es historia. Una gran nube oscura arrasa conmigo cuando intento memorizar más allá de esa escena.

Sentada en mi cama, me pregunto cómo será mi vida después de esto. Supongo que las chicas del bar estarán enteradas de lo que me sucedió, y estoy casi segura de que ya habrán conseguido reemplazo alguno. Claramente no puedo regresar a ese lugar, no me aceptarán de nuevo. Puedo tomarme un mes de reposo e ir a anotarme en las inscripciones que, como es octubre, están abiertas para empezar la universidad de psicología. Quizás pueda ir el lunes mismo, no me siento tan mal como para no movilizarme por cuenta propia, pero sé que, entre mi madre y Laura, ninguna me dejará salir de la casa hasta que no haya pasado un tiempo.

Sentada en la cama con las piernas cruzadas, el aburrimiento y las paredes silenciosas hacen un ruido escandaloso dentro de mi cabeza cuando no puedo dejar de pensar en que habrá pasado esa noche, en el oso de peluche que arroje abajo de la cama para que no siga torturándome con su presencia, en ese hombre desconocido que tiene intenciones de volver a mi vida, y que necesito hablar con alguien. Como sí leyeran mi mente, la puerta se abre y por ella se adentra Liam. Lleva una taza blanca en sus manos y una sonrisa ladeada en su rostro.

—Supuse que querrías algo caliente de beber. —cierra la puerta y se acerca a mí. Mis manos encuentran la porcelana caliente y descubro que se trata de té. No dudo en darle un sorbo y el sabor a miel endulza mi paladar, mi lengua, hasta bajar por mi garganta, dándome las energías que necesitaba.

—Gracias. —digo sincera.

—Mañana ya podrás volver a tu casa. A las nueve en punto de la mañana pasaré por tu madre y luego vendremos aquí para llevarte, ¿De acuerdo? —asiento—. Por suerte no tengo clases por la mañana, pero a la tarde estaré ocupado.

—¿Tienes el horario de la mañana? —asiente—. ¿Sigues viviendo en la mansión?

—No, me mude. Tengo un departamento propio. —la puerta se abre en ese instante y por ella aparece Laura.

—¿Interrumpo algo? —ella pregunta, adentrándose a la habitación.

—No, nada, yo ya me tengo que ir. Vendré más tarde. —Liam se despide y desaparece por la puerta. Laura no duda en acercarse a mí y saludarme con un beso en la mejilla.

—¿Cómo estuvieron estos últimos días? ¿Algo nuevo? —pregunta al sentarse sobre el colchón a mi lado.

¿Le cuento sobre el sueño?

—Los días estuvieron bien, pero las noches son fatales. No puedo dormir con normalidad sin tener frecuentes pesadillas que me desconciertan. Cuando despierto me siento muy cansada, pero, aunque intente dormir, no logro poder hacerlo. —ella me mira con pena.

—Podrías pedirles a los médicos que te den alguna pastilla para que puedas dormir las ocho horas como se debe. —asiento—. ¿Qué clase de sueños tienes?

—Bueno... hace tres noches tuve un extraño sueño. Era como si estuviera dentro de una caja de la que no podía salir. Me desperté sofocada y toda sudorosa. Parecía tan real, casi como si lo estuviera viviendo... o como si lo hubiera vivido. —ella parece procesar mis palabras antes de volver a hablar.

—Una caja... ¿cómo? —pregunta con interés.

—Era una especie de ataúd. —suelto, mirando con mucha atención cada una de sus expresiones. Busco en su rostro algo que me dé un indicio de que es parte de lo que sucedió esa noche. Noto como traga saliva con dureza y aparta la mirada—. Laura... eres mi amiga, necesito que sepas que si sabes algo, me lo digas, que si esto que te estoy contando es más que una pesadilla. Necesito que me digas con claridad que fue lo que sucedió esa noche. Estoy bien... Estoy bien y estoy aquí ahora... Dime todo lo que sabes, quizás así pueda recordar el rostro que vi.

—Tengo miedo. —admite. Su voz suena ahogada, reprimida, como si estuviera aguantando el aire, o aguantando algo que quiere decirme, y no sabe cómo—. No quiero que te marees al nivel de que te termines desmayando. Por ahora no, por ahora no puedo...

—Laura, por favor, ¿Yo estuve en un ataúd? ¿Es por eso que cuando desperté, Liam me informó que aparecí en un cementerio junto a ti y a Sofía? ¿Qué fue lo que sucedió? —estoy tan desesperada por encontrar respuestas a mis incertidumbres que siento como el nudo en mi garganta se hace aún más agobiante. Ella resopla con frustración y aferra con fuerza las manos a sus rodillas.

—Hagamos algo. —empieza, logrando que tenga toda mi atención sobre ella—. Mañana por la tarde, cuando ya estés cómoda en tu casa, acostada en tu cama, cuando vea que tienes una mejor cara que la que tienes ahora de cansancio, iré a verte y en la seguridad de tu dormitorio te contaré todo lo que sucedió desde que me desmaye, me desperté dentro de la cajuela de un auto y cuando te vi, ¿de acuerdo?

—¿Pero por qué no ahora? —pregunto con desesperación en mi voz.

—Porque ahora no puedo, simplemente no estoy preparada para acordarme de esa noche. —sus ojos se llenan de lágrimas cuando me mira—. ¿Sabes lo difícil que fue para mí? ¿Sabes las incontables de veces que vomité cuando tuve que contar la historia frente a los agentes? ¿Sabes las miles de pesadillas que tuve y el temor que no me dejaba dormir, comer, salir de mi casa porque creí que tú nunca despertarías? ¿Sabes las madrugadas que me desperté llorando y a los gritos y sólo Lucas estuvo ahí para contenerme? Es un recuerdo que me carcome. Estoy traumatizada, Maggie. Fui cientos de veces a visitar la tumba de Sofía y alucine con ver tu nombre en esa lapida. Me desmayaba, creí que moriría en desesperación. Dame tiempo, dame hasta mañana y te prometo estar preparada para contarte que fue lo que te pasó.

Yo guardo silencio. Me siento horrible en este momento y no sé cómo pedirle disculpas.

—Cada vez... —se quiebra—. Cada vez que cierro los ojos, te veo a ti, en mis brazos, en la oscuridad, la soledad y el frío de ese cementerio olvidado. Grité, lloré, y parecía que nadie me escuchaba. El silencio de esos minutos era aturdidor y sofocante. Te veo a ti, desangrándote, quedándote sin aire, embarrada, perdida, tu mirada estaba perdida en la nada misma y por un segundo creí que te habías muerto. No puedo superarlo, no puedo olvidarme.

—Lo siento mucho. —digo en un susurro.

Ella se lame los labios con lágrimas antes de hablar. —No, yo lo siento. Siento haberme demorado en sacarte de ahí. Lo intente, perdóname.

Siento como si un balde de agua helada cayera sobre mí y ella me envuelve en sus brazos. Iba a morir, estaba dentro de un ataúd sin oxígeno. Pude haber muerto y ella me salvó la vida. Mis puños se aprietan con fuerza, con tanta fuerza, que noto como mis nudillos se ponen blancos.

Prometo destruirlo como él hizo con nosotras.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora