Capítulo 48 ┋ Envidia.

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Abro mis ojos y descubro, viendo desde la cama, que aún es de noche. A mí lado, Alex descansa, ambos desnudos. A diferencia de él que se encuentra durmiendo muy plácidamente, yo no puedo evitar sentir un malestar que creí poder deshacerme en el momento en que accedí a tener sexo con mi novio, pero no, todavía me encuentro inquieta, insegura ante lo que estoy sintiendo. En lo más profundo de mi ser, me siento culpable al tener que aceptar que accedí tener sexo con Alex por haber visto a Liam en los brazos de otra.

Me tenso al saber que ya son las dos de la mañana, y mi celular vibra en mensajes sin responder. Me libero de su brazo que me mantenía aprisionada, y me despojo de las frazadas para volver a cubrir mi desnudo cuerpo con la camisa que encuentro tirada en el suelo. La luz de la luna es lo único que entra por la ventana, así alumbrando mi paso, logrando que no me tropiece con nada y evitar despertar a quien duerme con profundidad en la cama. Para mi suerte, Alex parece no haberse despertado, ya que no mueve ni un solo músculo. Todo su cuerpo se encuentra relajado, respirando con pesadez. Salgo de la habitación con cuidado, no sin antes haber tomado mi celular.

Reconozco con claridez el departamento de Alex y no me dificulto a la hora de manejarme por los pasillos con total libertad. Mi único destino es dirigirme a su oficina, y una vez que me encuentro refugiada en las cuatro paredes, cierro la puerta a mi espalda con mucho cuidado de no llamar la atención y desbloqueo mi celular para fijarme los mensajes que llegaron a mi buzón.

«Estoy aquí en el parque, ¿vendrás?»

«Es importante, tengo algo que seguro te interesará.»

«Sé que seguro vendrás, me quedaré aquí.»

¿Por qué es tan insistente? ¿Qué es lo que quiere decirme? Vuelvo a bloquear el celular, y camino a dirección de su escritorio. Abro los cajones y rebusco lo que tanto necesito en este momento. Sé que él lo tiene por acá, sé perfectamente que él se lo guardo para que yo no lo encontrará. Abriendo el último cajón, logro localizarlo. Mi arma, la pistola que use para asesinar a mi padre, el arma que la policía me confisco y Alex nunca me quiso devolver. La dejo sobre el escritorio y vuelvo a cerrar el cajón, tal y como lo encontré, pero antes de decidir irme, algo me detiene captando toda mi atención. Son carpetas llenas de infinidades de archivos que provocan una gran curiosidad en mí. ¿Serán los archivos de mi caso? Sin dudarlo, comienzo a abrirlo, sacando hojas para expandirlas sobre el escritorio. Mis ojos se mueven con nerviosismo sobre lo que hay ante mí, y mis manos se descontrolan al verme en esas fotos.

Infinidades de fotos. Un cementerio al cuál desconozco haber estado, imágenes de un gran hueco de tierra, un ataúd de madera abierto y vacío. Sigo mirando y me encuentro a mí misma, acostada en la camilla del hospital. Mi rostro completamente destruido, golpeado, con sangre seca por doquier. Guío mi mano hacía la parte trasera de mi cabeza, y con las yemas de mis dedos acaricio con cuidado la gran cicatriz que se mantiene oculta entre mi cabello. Trago con dureza y sigo mirando todas esas fotos del caso que se encuentran ante mí. Además de fotos, también puedo ver documentos que dictan todo lo que me sucedió. No puedo llegar a leer nada que en seguida escucho ruidos en la parte de arriba del departamento, más específicamente, en la habitación de Alex. Con una rapidez asombrosa guardo todo, tal y como estaba. Apago la luz que encendí cuando entre y me quedo en un costado, a la sombra de la oscura oficina, con el arma escondida bajo la camisa blanca que llevo puesta. En silencio absoluto, intento callar hasta mi propia respiración, y nada. Nada se escucha, Alex debe seguir durmiendo. Falsa alarma, pero ya tendré otra oportunidad de volver a husmear entre los archivos de la polícia.

Salgo de la habitación, cerrando la puerta con mucho cuidado. Al llegar a la habitación, noto que Alex sigue profundamente dormido, y lo primero que hago es guardar el arma dentro del bolso que me traje antes de salir de mi casa. Me visto a la velocidad de la luz y dejo una nota sobre la mesita, avisándole que tuve que irme. Dudo que le extrañé no verme a su lado a la mañana cuando despierte, ya que está acostumbrado a que yo no me quede toda la noche. Nunca lo hago, aún siendo consciente de que somos pareja.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora