Capítulo 12 ┋ Incertidumbre.

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La veo subirse al auto y desaparecer de mi vista antes de poder seguir discutiendo. Al final no entiendo porque me meto, que ella haga lo que quiera. Algún día se va a dar cuenta de lo equivocada que estaba.

—Gracias por apoyarme. —lo miro de reojo, a quien teclea cualquier cosa en su celular.

—No tengo porque apoyarte. —responde, sin mirarme.

—Sabes como es ese imbécil, ¿Y aún así la dejas irse con él? —pregunto, con rabia.

—Dejar que se vaya con él, dejar que se vaya contigo, ¿cuál es la diferencia? —pregunta con arrogancia—. Además, ¿a qué se debe tu repentina molestia con la presencia de Uriel, si solían ser amigos? ¿Es porque anda acechando a la misma persona que tú? Recuerda que ella es mayor, no es una nena. Además de que no eres ni su hermano, ni su novio, ni su padre. Ella sabe cuidarse sola, y sabe de quien tiene que cuidarse.

—¿Qué estás queriendo decir? —él ríe por lo bajo.

—No te sientas atacado. —mi celular vibra y lo desbloqueo. Puedo ver su mensaje con claridad.

«Sé lo que tu amiguita hizo. Consígueme ese anillo o, tanto ella, como la justicia, sabrá quién eres y que hiciste.»

Sé perfectamente de quien viene el mensaje, pero sin embargo decido ignorarlo. De pronto, me siento más observado de lo normal y el frío mañanero atraviesa mi piel.

—Me volveré solo a casa. No necesito de tu ayuda. —me alejo aún pudiendo oír su respuesta.

—Siempre necesitaste de mi ayuda, ¿o no lo recuerdas? —siento una gran presión de ira en mi interior, pero no respondo. Sigo mi camino, alejándome de él y de su perfecta manera de desquiciarme. El pasado me desquicia, el presente continúa haciéndolo y el futuro definirá en qué clase de porquería terminaré. Aunque no lo quiera, mi futuro está destinado a ser un fracaso.

Meto las manos dentro de mis bolsillos y pienso en lo que hice. Jamás podría olvidar su sonrisa, su forma de mirarme y de amarme. Ella creía en mí, creía en que era mejor de lo que demostraba, pero termine desilusionando todo a mi alrededor. La desarme, la destruí, la deje ir y nada, nunca, me la devolverá.

Sara siempre había sido mi fiel compañera. A ella le gustaba sentarse en el umbral de mi puerta a fumarse un cigarrillo y burlarse de la vida.

Quise borrar todo recuerdo de ella de mi cabeza. Me drogue, me emborrache, me fui con otras para ya no pensarla. Aún lo hago, pero de nada me sirve. Incluso puedo sentirla a flor de piel cuando estoy lejano a la realidad, y eso me duele. Nadie puede decir que yo no hice hasta la imposible para olvidarla después de su muerte. Fui un hijo de puta con ella, acabe con su vida, deje que se fuera. Nunca luche por ella y ahora me he convertido en bestia, en un imbécil.

De pronto, dos autos negros aparcan de forma violenta frente a mí y de uno de ellos se bajan dos tipos. Sé perfectamente de quienes se tratan, pero no llego a defenderme que, con rapidez, me suben a uno de los autos y arrancan con toda velocidad. Dan la vuelta y me arrojan como si fuera un saco de basura al suelo. Ellos me arrastran hasta entrar a un callejón, y a quien bien reconozco se encuentra parado formalmente delante de mis ojos.

—Creí haberte dicho que no me gusta que ignoren mis mensajes. —habla seriamente. Al no responder, uno de sus hombres patea mi mejilla y sangre sale de mi boca—. Como tampoco me gusta que no me respondan.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora