Capítulo 61 ┋ Incierto.

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Intento cerrar mis ojos, pero no lo consigo. Por más que me obligue a bajar los párpados, ellos se niegan a catar las órdenes de mi cerebro y se mantienen firmes, consiguiendo que mis pupilas bailen alrededor de toda mi oscura habitación. El silencio me resulta muy aturdidor, y el sabor amargo de la espera de que en cualquier momento algo, o alguien, comience a escucharse con mucha fuerza en la tranquila casa me genera tal ansiedad que no consigo controlar a la hora de mover mis pies por el cálido y suave colchón, por debajo de mis frazadas. Muerdo el interior de mi mejilla y muevo la cabeza a dirección de la puerta cerrada. Mi cabeza duele un poco y retumba como si estuviera siendo rodeada por música muy alta, cuando en realidad es solo la ansiedad que no puedo controlar.

A esta temible hora de la madrugada tendría que estar durmiendo, pero mis oídos se abren, creyendo que en cualquier instante mi padre puede entrar por la puerta principal a alzar su voz a los cuatro vientos. Así, aunque soy consciente de que él se fue y nunca volverá. Pero una parte, una mínima parte de mí, cree que pronto él regresará. También espero el segundo de escuchar algún ruido por parte de mi madre, y no, no se escucha nada y no me rindo en el cansancio.

Vuelvo a colocarme de costado, hundiendo mi rostro en la almohada, y cuando creo que voy a conseguir dormirme, un leve sonido hace chillar mi ventana cerrada. Me sobresalto un poco, encogiendo mi tembloroso cuerpo contra el colchón. ¿Será él? Otro ruido más me hace deducir que se tratan de piedras chocando contra el vidrio. Me pongo de pie, acercándome a la ventana y es cuando lo veo a Dan, el chico que hace poco se mudó al lado de mi casa. Abriendo la ventana, me inclino para escucharlo hablar:

—Siento despertarte. —susurra en medio de la noche, y aún así logro escucharlo con claridad. Rezo internamente por ser la única que este escuchándolo.

—¿Qué haces? —pregunto de la misma forma que él.

—Me quiero ir de aquí, aunque sea por unas horas. ¿Vienes conmigo? —muerdo el interior de mi mejilla, una vez más, pero no tengo que pensarlo mucho. Aún de pijama, me coloco una campera para protegerme del frío, junto con mis zapatillas. Me dejo suelto mi largo cabello castaño, y me trepo por la ventana, agarrándome del árbol hasta sentir el firme suelo en mis pies y el fresco invierno de la noche en mi piel. Entonces emprendemos un camino del que desconozco, juntos, solos.

—¿Por qué estamos haciendo esto? —pregunto, recogiendo una larga rama del suelo, jugando con ella en el camino que recorremos. Paso por alto las ganas de preguntarle qué es eso morado que lleva en su ojo, que me recuerda al de mamá cuando papá todavía estaba dentro de las cuatro paredes y un techo al que no acostumbro a llamar hogar, pero es donde vivo. Los ruidos de los animales nocturnos y el viento que sacude mi cabello es lo que nos acompaña en todo momento.

—Huí de mi casa porque Héctor no hace otra cosa que usarme como saco de boxeo y mi madre anda extraña. Creo que sabe que la otra noche la encontré en la cama con otro hombre cuando Héctor no estaba y tiene miedo de que diga algo. De todas formas, algo me dice que su estadía en casa será de corto plazo, pero no logro saber hasta cuándo. —dice de forma tan natural, sin comprender lo mucho que me sorprende oír eso.

—¿Quién es Héctor? —pregunto, aunque ya creo saber la respuesta.

—Mi padre.

Nos volvemos a sumergir en el silencio.

Entonces me detengo de golpe cuando veo que nos vamos adentrando por una carretera desolada y desconocida para mí. La niebla abarca la madrugada.

—Creo que deberíamos regresar. No quiero que mamá se enoje conmigo sí llega a entrar a mi habitación y no me ve en la cama. —creo notar como sus castaños ojos se oscurecen tres tonos más cuando me mira, pero pienso que es imaginación mía.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora