Capítulo 19 ┋ Obsesión.

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Habían pasado dos días luego del cumpleaños de Franco. Ese día nos tuvimos que volver antes a mi casa, ya que un mensaje desconocido había llegado a mi celular, informándome que me están acechando, que están siguiendo mis pasos. Fue inevitable no sentir miedo, y con la primera excusa que se me ocurrió, me volví a mi casa junto con Franco y a la mañana siguiente lo llevé de nuevo al hospital. A pesar de ese inconveniente, él me hizo saber que había sido el mejor día de su vida.

Ya en la mansión, dejo mi trabajo a un lado y me dispongo a encaminarme hasta la sala de juegos que bien sé que Liam se encuentra solo. Necesito hablarle de algo importante, necesito respuestas y desde la noche en la que estuvimos juntos siento que ya puedo hablarle de las cosas que pienso sin vueltas. No es algo que yo haya reprimido cuando se trata de él, siempre, desde que lo conocí en ese bar, le dije las cosas que pienso y sin pelos en la lengua, pero este es otro tema, es algo más serio y necesito profundizarme en su vida, sí es que él quiere dejarme entrar en ella.

Froto mis sudorosas manos por mi traje laboral y giro el pomo de la puerta hasta abrirlo. Una vez que asomo mi vista, lo veo sentado, con la cabeza hacía atrás, mirando directamente al techo. Lleva un cigarro entre sus manos y puedo ver sudor caer por su frente. Su respiración parece acelerada, su pecho me hace saber eso cuando sube y baja con frecuencia y los sonidos de su boca llegan hasta mis oídos. El ambiente parece muy poco alegre y el aire es de melancolía, como si él estuviera estancado en sus pensamientos más profundos, generando una mala presión a cualquiera que se le acerque. Volvió a ser el Liam que conocí en ese bar: Borracho, drogado, destruido. Las evidencias que lo rodean como colillas de cigarrillos, un extraño polvo blanco sobre la mesa que nunca en mi vida había visto y botellas vacías y a medio vaciar sobre el suelo. Todo es un gran caos cuando se trata de su vida y me siento repentinamente molesta, abrumada y desconcertada al verlo en ese estado.

Cierro la puerta a mi espalda y el ruido que provoca, genera que sus ojos encuentren los míos y puedo ver sus pupilas dilatas, sus labios blancos y secos, el sudor que cae por su rostro y que parece más flaco y descuidado que de costumbre.

—¿Puedo pasar? —es lo primero que se me ocurre preguntar.

—Ya estás dentro. —responde, con una sonrisa, provocando que sus ojos se achinen. No puedo verlo atractivo cuando esta en este estado. Es tóxico para sí mismo.

—¿Por qué estás así? —al acercarme, tomo una de las botellas y la miro, como inspeccionando el objeto. Este es el desastre que yo misma tendré que limpiar.

—No estoy teniendo un buen día. —es lo que dice, volviendo a mirar al techo.

—¿Esa es tu excusa? ¿Tienes un mal día y haces estás cosas? Por lo general, yo, o las personas que conozco, cuando tienen un mal día se toman unos minutos para sí mismos. Se dan un baño, se acuestan un rato o se toman un té. No andan... —no me deja terminar la frase, que bufa con molestia.

—Sí, pero yo no soy tú, ni soy otra persona que conozcas. Soy yo mismo. ¿A qué viniste? —pregunta.

—Quiero preguntarte algo. —me siento a su lado, apartando las cosas que están a su lado y no puedo evitar mirar el polvo blanco sobre la mesa. Él hace un sonido con la boca, invitándome a continuar—. ¿Recuerdas el brazalete por el cuál nos peleamos la última vez?

—¿Qué quieres saber de él? Ve al grano. —pongo los ojos en blanco. Ya veo que la cosa esa que consume le provoca un humor muy irritante.

—Ya sabes, ya te lo dije. La chica de las noticias... la chica asesinada. Es el mismo brazalete... —las palabras se mezclan en mi cabeza cada vez que estoy nerviosa. De su bolsillo, él saca el brazalete que bien recuerdo ya haber visto.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora