Capítulo 41 ┋ Cementerio.

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—Y luego de eso, desperté en el hospital. Tengo algunas imágenes distorsionadas de cuando estuve siendo trasladada en la camilla y demás. Lo primero que recuerdo, que sea claro, es de cuando desperté una mañana en aquélla habitación blanca. No me quisieron decir nada, sino hasta que pasaron algunos días y llego Dan a contarme todo. Los próximos días fueron lo mismo que te pasó a ti, a excepción de que yo no tuve ningún problema para caminar. Estuve sólo una día dormida. Pude salir a caminar por los pasillos, me dejaron visitarte, comer, me dieron mis medicamentos, hasta que me dieron el alta y pude salir. Lo demás fue todo chequeos una vez por semana durante tres semanas para ver sí no tenía ningún problema en mi cabeza, visitas de los oficiales, ir a declarar a la comisaria, hablar con ellos para ver sí recordaba algo más, la prensa que durante meses estuvieron encima mío hasta que se aburrieron y demás cosas que quiero dejar atrás. Lo más doloroso de toda esa mierda era que tú no despertarás, no saber sí algún día lo harías, no podía dejar de tener pesadillas contigo, con mi madre, con ese hijo de puta al que no pude verle el rostro y a esa perra que me llevo hasta ahí. Ahora tú estás aquí, bien, dentro de todo estás bien, y estoy tan asustada de que sea un sueño más...

Lamo mis labios, antes de tomar su mano y darle una sonrisa triste.

—Estoy aquí. No es ningún sueño, ninguna pesadilla. Estamos bien. —le sonrío una vez más, a boca cerrada—. ¿Qué sabes de Lena?

Da un largo respiro, tragando sus penas al hablar. —Ella... No he sabido mucho de ella... Luego de que pasaron los meses, fui a su casa para intentar hablar con ella. Ya sabes, quería saber como estaba y eso. Fue un tanto extraño de mi parte, yo no la conozco, a su hermana tampoco la conocí, pero si compartí la misma trágica noche y eso me dolió. No importa que tan mala persona era contigo, ella murió, y quise ir a hacerle saber que podía contar conmigo para lo que fuera. Haber perdido a una hermana no debió ser nada fácil. De todas formas, ella no me recibió. Salió su madre a decirme que se encontraba muy afectada como para atenderme. Insistí un par de veces más, pero obtuve el mismo resultado hasta que me cansé. No quise parecer una pesada y me alejé.

—No puedo dejar de preguntarme que hacía Sofía ahí. ¿Qué tenía que ver ella? ¿Por qué estaba ahí? —me hago millones de preguntas en la cabeza y puedo saber a través de sus ojos, que ella tiene la misma incertidumbre que yo. Casi sin darme cuenta, acaricio las cicatrices de mis brazos.

—Fueron marcas muy profundas. Te daré una crema que las eliminará cuánto más te la apliques, ¿está bien? —asiento, con una media sonrisa—. ¿Sabes? Todas las veces que fui a verte, fui a arreglarte.

Ambas reímos y miro mis uñas. Están prolijamente cortas, cuando antes yo las tenía largas.

—Tus uñas estaban llena de barro, rotas, tenías sangre por debajo de ellas. ¡Parecía una loca! Había ido al hospital con una mochila y te las arregle. —volvemos a reír—. Pero yo no fui la única que se quedaba mucho tiempo contigo mientras estabas en coma, Liam también lo hacía. No puedo explicarte bien por qué, pero él no te dejaba ni un segundo a solas. Cada vez que entraba a verte, él estaba ahí, cuando me iba, él entraba una vez más. No sé que hiciste con él, pero lo dejaste realmente hechizado.

Aparto la mirada porque reconozco que eso me hizo sonrojar como nunca antes.

—Ya sé le pasará. —me encojo de hombros, intentando sonar indiferente.

—¡No seas ridícula! —me reprocha—. Te apuesto lo que sea que cuando él decida olvidarte, ahí será cuando te des cuenta de tus sentimientos.

Hago una mueca.

—Te prometo que no será así. —comento, con una sonrisa de incredulidad—. Además, yo estoy bien con Alex. Estamos bien.

INFERNAL © ┋ ¿En quién confías? [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora