35. Infiel

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Baje del barco y suspire mientras veía el puerto londinense. Se notaba que había sido el escenario de una guerra dado que aún eran visibles grandes cantidades de humo. Magnus se acerco a mi con las maletas y fuimos a buscar un carruaje.

-Que deprimente es todo esto. No se parece en nada al Londres de mi juventud o al que dejamos cuando fuimos a Volterra.

-Lo se. Viví muy poco tiempo en Londres pero no recordaba que fuera tan deprimente -asentí mientras veía un carruaje bastante decente- vamos.

Odiaba hacerlo, pero en vista de la suciedad de las calles, tuve que levantar un poco la falda de mi vestido. Por más que los años pasaran, seguía sintiéndome ridícula cada vez que debía hacer esas cosas tan típicas de una dama. Nos acercamos al carruaje y vimos que estaba un poco destrozado y el cochero, aparte de estar desañilado, estaba desesperado por tener un cliente.

-Caballero -el se quito el sombrero y me miro- ¿cuanto por contratar sus servicios todo el día?

-Lo siento milady, pero este carruaje es solo para ayudar con la reconstrucción de la ciudad.

-No debería hablarle así a la r... -cubrí la boca de Magnus antes de que siguiera hablando y le sonreí al cochero.

-¿Donde podemos conseguir un carruaje? Tuvimos un viaje muy largo y nos gustaría descansar.

-Ese carruaje esta disponible para viajes particulares -nos señalo un carruaje bastante enclenque.

-Muchas gracias caballero -mire a Magnus con odio y empezamos a caminar -¿Estás loco? -le pregunte cuando estuvimos lejos- ¿Cómo se te ocurre decir que soy la reina?

-Es lo que eres, la reina de Inglaterra.

-Sí pero a nadie le interesa. Deseo permanecer en el anonimato hasta que vea a Thomas y el anuncie que estoy aquí.

-Mm..

-Callate.

El cochero era un hombre bastante mayor que estaba en los huesos. Por un momento me dio pena ver como se esforzaba por abrir la puerta y ayudarme a subir, sentí deseos de ayudarlo a subir a la parte delantera. Por suerte Magnus se adelanto y cargo con las maletas. Lento pero seguro, el anciano nos llevo hasta una posada que era una de las pocas cosas que aún estaba en buen estado. Le pague una generosa cantidad que intento rechazar pero me negue a aceptar el cambio. Quiza podría comprar algo de comida, arreglar el carruaje o ayudar a los mas necesitados.

Descanse unas horas y al anochecer, luego de darme un baño, me puse un corsé con unos adornos delicados, luego un vestido celeste y mis zapatos. Como era de noche me cubrí con mi capa. Tome mi maleta y abrí la puerta de la habitación. Por suerte Magnus ya estaba afuera esperandome.

-¿Estás lista?

-Si -sonreí- estoy ansiosa por llegar y a abrazar a Thomas.

-Por el color de tus mejillas diría que quieres mas que un abrazo -sonrió mientras alzaba una ceja.

-Cuidado con lo que dice signor Bane.

El tomo las maletas y salimos de la posada. Me sorprendí al ver que Magnus había alquilado un carruaje personal. Subimos y el comenzo a dirigirse a palacio. Por más que lo intentaba, era casi imposible controlarme. Tratándose de Thomas era imposible no sentir nada. Por lo que iba viendo, la guerra si causo bastantes daños ya que eran muy pocos los lugares que permanecían tal y como los recordaba.

Antes de que pudiera distraerme mucho, llegamos al palacio. Su figura gris y maciza era imponente. Baje del carruaje y comencé a dirigirme a la puerta. Los guardias, al verme, hicieron una reverencia y me dejaron pasar. No me sorprendio haber pasado mas de 5 años lejos y encontrarme con el mismo sitio lúgubre. De hecho, considere la mala decoración como una especie de bienvenida. Subí las escaleras rápidamente ya que mi corazón se aceleraba más al saber que pronto estaría en los brazos de mi amado. Llegue a su habitación y antes de abrir la puerta me quede congelada con lo que vi.

La puerta estaba entreabierta y ví con claridad como Thomas tenía un bebé en sus brazos. A su lado estaba una sirvienta con una pose que delataba una gran familiaridad. Me acerque despacio y los vi, mientras trataba de oirlos.

-Se parece mucho a ti Annamaría.

-No es cierto Tommy -¿Tommy? ¿Desde cuando alguien le dice así?- se parece más a ti.

-Se parece a ambos.

-Desearía estar así para siempre...

-También yo, pero es imposible. Jane llegara dentro de unos días y no puede saber lo nuestro.

-No se si podré contenerme, eres irresistible -ella se acerco y le dio un beso. Retrocedí asustada ya que no quería saber nada mas.

Cubrí mi boca mientras comenzaba a correr hacía la salida. Lo odio, lo odio, ¡¡lo odio!! Tantos años pensando en él. Tantas veces que reprimí mis deseos para serle fiel. ¿Donde está ese amor que supuestamente sentía por mi? ¡¡Idiota!! Soy una idiota. Jamás debí enamorarme. El amor era solo para los idiotas, no para los seres racionales. Repentinamente, me quede quieta al notar que estaba en la boca del lobo. Debía salir de este palacio maldito y no volver nunca más, mejor aún, debía salir sin ser vista. Empecé a correr pero mi intento de fuga fracaso al ver a mi suegra.

-Pero miren lo que trajo la noche -suspire mientras la escuchaba -¿Acaso recordaste que tienes un esposo y decides volver?

-No estoy de animo para hablar.

-No me importa si quieres o no escucharme, lo haras.

-Vayase al infierno maldita bruja -no pude seguir conteniendome y me aleje luego de mirarla con odio.

-Princesa -dijo horrorizada.

-Reina -sonreí fríamente y me concentre para hacerla sufrir- soy reina de Italia.

-No griteis, me duele mucho la cabeza -se quejo y me aleje rápidamente.

Ella volvió a llamarme pero empecé a correr. Cuando llegué a la puerta, vi a Magnus entrar con las maletas y lo empuje.

-Salgamos de aquí, ¡ahora!

-¿Pero que...?

Lo empuje más y salimos de ahí. Subí al carruaje y no pude seguir controlandome, comencé a llorar de rabia y dolor. Esto se terminaría de una buena vez, no iba a derramar ninguna lágrima más por ese ser infiel. Sentí asco por las ideas impuras en las cuales pense y en la escasa ropa interior que estaba usando. Me abrace a mi misma mientras me envolvía en la capa y trataba de olvidar ese beso de mi esposo y Annamaría.

Estaba tan perdida en mis pensamientos, que no note que habíamos llegado al puerto. Susurre una orden a Magnus y baje del carruaje de forma automática. Mire todo a mi alrededor pero no le preste atención. Algo dentro de mí se estaba muriendo mientras el mundo a mi alrededor dejaba de tener sentido. Subí al barco con una actitud que demostraba un gran aburrimiento y mire a la nada. Luego de cruzar el Canal de la Mancha y llegar a Francia, fuimos a buscar nuestro carruaje.

-Llevame a Roma. Necesito hacerle una visita al Papa -dije a Felix.

-Si Majestad -luego de que Magnus cerrara la puerta a mi derecha, me recoste y comencé a pensar en el discurso que debería dar.

Till Death Do Us PartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora