41. La noche de los caballeros

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-Te ves perfecta.

-Gracias -dije distraidamente mientras terminaba de esconder mi cabello en el sombrero.

Después de unas cuantas horas, Thomas por fin encontró ropa de hombre lo suficientemente pequeña como para que pueda usarla. Me sentía extraña estando en su habitación, vistiendome de hombre.

-¿Ya podemos irnos? -lo mire con cierto fastidio ya que la perspectiva de estar una noche rodeada de hombres no era de mi agrado.

-Serás un gran caballero amargado -él se puso sus botas y camino hacía la puerta, la abrió y me miro- vamos milord.

Caminamos por un área del palacio que no era muy transitada, para que nadie pudiera reconocerme. Llegamos al establo en poco tiempo y él me ofreció un caballo. Quiso ayudarme a subir pero me negue, los buenos caballeros no necesitan ayuda. Empezamos a cabalgar en silencio por las calles londinenses casi desérticas. Mire con preocupación como nos ibamos desviando de las calles más elegantes de la ciudad, quise preguntarle a Thomas pero se veía muy seguro respecto al camino que estabamos tomando. ¿Qué clase de club de caballeros esta en la parte más pobre de la ciudad? ¿Por qué Tove vendría a estos lugares de mala muerte?

Luego de un rato, llegamos a una especie de casa con un letrero que decía "Las Evas de Adán". Tuve un mal presentimiento al ver el nombre y demore un momento en bajar del caballo y seguir a Thomas. Él llego a la puerta y la abrió para mi, lo mire con miedo y él me empujo suavemente para entrar.

El interior era peor que el cartel exterior.

Lo primero que percibí al entrar fue el fuerte olor a alcohol y el humo de los puros. La iluminación era mala, pero suficiente para ver a mujeres jovenes en paños menores, bailando descaradamente sobre algunas mesas o tarimas. Mire con horror la cantidad de hombres, nobles y plebeyos por igual, de diferentes edades, tirando con una mano monedas a las mujeres, mientras en la otra tenían la bebida. Sentí asco al ver eso y empuje a Thomas para salir de ese infierno. Quise subir al caballo pero él me detuvo.

-¿A donde crees que vas?

-¿Estas loco? -grite histericamente- ¡Acabas de traerme a un burdel! ¿Tienes idea de lo ofensivo que es ver como las mujeres deben venderse para divertirlos a ustedes?

-Jane...

-¡Jane nada! ¡No voy a entrar ahí! Todo en la vida tiene un límite. Puedo vestirme de hombre y fingir ser uno pero nunca sere uno. Jamás sere capaz de entender la necesidad que tienen por este tipo de antros para satisfacer sus necesidades. Te ayudare a investigar a quien quieras pero no me pidas que entre a ese lugar.

-Se que no es el lugar que imaginaste pero realmente necesito que entres conmigo.

-No lo haré -di vuelta para dirigirme al caballo pero él me tomo fuertemente por los hombres.

-¡Escuchame! No me importa si te sientes bien o no en este lugar. Un hombre en este lugar, con unas cuantas copas encima y con una mujer desnuda en la cara, es capaz de confesar cualquier cosa. Soy hombre y puedo caer en la tentación de arruinar nuestro plan u olvidar para que vine, pero tu no. Aquí no hay nada que pueda tentarte, nada que te interese, tus sentidos permanecerán alertas y serás capaz de obtener toda la información que puedas obtener. ¿Entiendes la diferencia?

-¿Me trajiste para ser tu niñera? -lo mire con asco.

-Tal vez si.

-Te odio -aparte la mirada antes de caer en la tentación de torturarlo.

-Hagamos un trato, entra conmigo y te presento a todos los caballeros, luego puedes investigar por tu cuenta y cuando consideres que ya no obtendrás más nada, podrás irte sin la necesidad de esperarme.

Till Death Do Us PartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora