44. El baile

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Sentía una especie de deja vú con el día de mi boda. Carmen estaba en mi habitación, detrás de mi, tratando de cerrar el corsé para luego ponerme el vestido. Estaba conteniendo la respiración mientras veía el cielo oscuro y jugaba con las estrellas a través de la ventana. Tenía la sospecha de que Carmen quería matarme. ¿Qué mujer en sus sano juicio ajusta tanto un maldito corsé? ¡Ni que fuera obesa! Ya no tendría la cintura pequeña de mis veinte pero no era necesario usar un corsé tan ajustado.

-¡Basta! No puedo respirar -gruñi y mire a la criada con odio.

-Lo siento, majestad, no fue mi intención.

Si claro y yo soy pelirroja natural.

La mire con odio y ronde los ojos antes de dejar que terminara de vestirme. Era extraño que hace años usara un vestido azul para impresionar a mi esposo y ahora usara un vestido rojo para impresionar a mi cuñado. Mire mi reflejo en el espejo y sonreí al ver mi cabello perfectamente recogido en un moño. El maquillaje negro, delineando y resaltando mis ojos. El labial rojo resaltando mis labios, dándole un poco de color a mi pálido rostro. Pequeños rubíes en mis orejas y el lapislázuli descansando sobre mi pecho.

-Se ve hermosa, majestad.

-Yo soy hermosa -la mire como si fuera tonta y sonreí- ve a buscar a Annamaría, deseo hablar con ella.

-¿Annamaría? Pero ella...

-¿Deseas perder tu trabajo? -la mire con arrogancia- porque no me costaría nada quitartelo, ganas no me faltan.

-No majestad -respondió sumisamente.

-Entonces ve a buscar a Annamaría -ordene autoritariamente.

-Si Majestad.

Carmen se fue y corrí hasta el espejo, mire mi peinado con pena antes de cerrar mis ojos y soltar mi cabello. Tuve el tiempo justo para librarme de todas las pinzas, peinarme con las manos y sentarme en una silla antes de sentir un par de golpes en mi puerta. Lentamente, Annamaría entro en mi habitación y la mire tranquilamente.

-¿En que puedo ayudaros, majestad?

-Necesito que me peines. Mi esposo me ha contado de tus... -la mire mientras buscaba una forma elegante de seguir hablando- habilidades especiales y quería comprobar mis propias teorías.

-No creo que pueda demostrarle mis hablidades especiales, majestad.

-Lo se.

-Habéis descubierto que fui una mujer de la noche y ahora vais a echarme del palacio, ¿para eso me habéis llamado?

-No se de que hablas -la observe inocentemente.

-No soy tonta, se que ha hablado con Elle y ella os hablo de mi. Que vergüenza, majestad. ¿Qué pensaría todo el mundo si se enterara de los hábitos secretos de la reina?

-¡Cuida tu forma de hablar! Recuerda quien eres y que estas delante de la reina. -trate de calmarme y retome el hilo de la conversación- Eso no funcionara querida -sonreí falsamente- puedes decir lo que quieras de mi y nadie te creera, es la palabra de una ramera contra la palabra de una reina. Tu vida se arruinaría si hablo de tu pasado.

-Pero siempre habrá alguien dispuesto a cuestionar y ver si mis palabras son ciertas.

-Intentalo -respondí luego de pensarlo- quiero ver cuantos pueden llegar a creerte.

-¿Para que me llamasteis?

-Para que te vayas del palacio. Lo pense mucho y no es conveniente que mi cuñado sea visto con una lavandera chismosa en sus ratos libres. Ahora que todo esta en calma y que volveré a vivir aquí, hare algo que mi suegra no ha hecho: conseguir una buena esposa para Tove.

Till Death Do Us PartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora