43. Pócimas

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Vi a Thomas y al resto de los hombres en la misma mesa en la que estaban antes de que me fuera. Rápidamente, llegue al lado del rey y empece a jalar su brazo.

-¡Ricci! -dijo lord Sangster- ¿tan rápido estáis aquí?

-¿Qué paso? ¿Acaso Elle os trato mal? -pregunto Tove- Sí es así puedo hacer algo.

-Todo fue perfecto, alteza, es solo que debo irme. Thomas vamos.

-Yo puedo llevaros -se ofreció Sangster y lo mire mal.

-Prefiero que Su Majestad me acompañe.

-Quedemonos un rato más -en cuanto hablo, supe que estaba ebrio. Me debatí entre intentar llevarmelo o dejarlo aquí.

Dejalo. Hoy no va a morir.

Me sorprendí al escuchar al espíritu en mi mente ya que no llevaba el lapislázuli conmigo. Observe como los nobles seguían bebiendo y decidí irme sola. Con lo ebrios que estaban, las posibilidades de que se mataran mutuamente era mínima. Salí del burdel e inhale una gran bocanada de aire fresco y libre de humo. Sinceramente no se como pude sobrevivir allí dentro.

Me dirigí hasta el caballo de Thomas y revise los bolsos de su montura. Me sorprendí al descubrir que había otra bolsa con monedas, una bolsa que inmediatamente fue a parar a mi cinturón luego de verificar que nadie me estaba observando. Me subí a mi caballo y comence a cabalgar hasta la dirección que Elle me dio. Tuve que ir con cuidado porque no conocía el lugar, de hecho me perdí varias veces hasta poder llegar a la dirección del brujo.

Mire atentamente el lugar antes de bajar del caballo y atarlo a un poste. La casa era escalofriante, sin embargo, podía sentir al espirítu a mi lado, lo que me daba un poco de tranquilidad. Toque la puerta y me sorprendí al descubrir que la puerta estaba abierta. Revise que no hubiera nadie observandome y entre lentamente, la puerta se cerro a mis espaldas.

-¿Hola? ¿Hay alguien aquí? -pregunte dando pequeños pasos en el interior de la casa. La habitación comenzo a iluminarse gracias a la tenue luz de una lampara, que iba haciéndose más grande a medida que el portador se acercaba a mi.

-Majestad, que sorpresa veros -un hombre bastante anciano me sonrió mientras se sentaba en un sillón- ¿a que debo el honor de vuestra visita a estas horas, milady?

-No se de que hablais señor -le respondí con mi mejor voz de hombre.

-Oh milady... Se perfectamente que sois una mujer aunque useis prendas masculinas. Las mujeres tienen un dulce aroma que cualquiera puede reconocer si se concentra. Además... esas piernas no son nada masculinas -tuve que contener las náuseas que sentí al notar la mirada lasciva que me estaba dando.

-Me dijeron que usted puede ayudarme.

-Depende de lo que necesiteis.

-Información.

-Hablad.

-¿Hace años el príncipe Tove contrato vuestros servicios?

-Mm... Mi información tiene un precio -abrí la bolsa y le di un par de monedas- ah... sí, sí... Tove compro un veneno para matar a alguien en el extranjero.

-¿De casualidad sabe a quien? -le di más monedas y espere.

-Desgraciadamente no. El nunca me dijo nada.

-Aparte del veneno, ¿ha adquirido otra cosa?

-No, solo vino a comprar veneno. Recuerdo que quería algo que no pudiera ser identificado una vez que se mezclara con alguna comida y bebida. Es difícil hacer ese tipo de venenos pero el príncipe no tenía problemas para pagar.

Till Death Do Us PartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora