40. Bienvenida

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Estaba experimentando demasiadas primeras veces y no sabía si era bueno o malo. Era la primera vez que viajaba en un carruaje junto a Thomas. La primera vez que estabamos encerrados en un pequeño espacio sin decir una palabra. Ni siquiera eran necesarias. Durante todo el viaje me sentí incómoda y aburrida mientras miraba el paisaje a medida que avanzabamos. Por más que proteste, Thomas no me dejo venir en mi propio carruaje ya que según el era un desperdicio de los recursos y ¿Para qué iremos en dos carruajes sí cuando todo acabe iremos juntos a Roma y luego te dejaré en Volterra? Si las mujeres eramos esclavas y ahora somos sumisas con un leve mejoramiento en la forma de ser tratadas, ¿en el futuro seremos amas y los hombres serán nuestros esclavos? ¿Estare viva para eso?

Dormir en la misma habitación de un pequeño cuarto fue otra primera vez. Al parecer estabamos en una mala época y no habían demasiadas habitaciones. No era nada grato tener que compartir la cama ya que nos negabamos a que uno durmiera en el suelo. Era raro sentir el calor de su cuerpo tan cerca y no poder hacer nada. Varias veces quise ceder porque suponía una gran fuerza de voluntad estar en la misma cama, recordar nuestras noches de pasión desenfrenada y no hacer nada. Era extraño como todo mi cuerpo pedía a gritos ser tocado por él, como mis dedos deseaban apretar su cabello y como mis labios picaban hasta el punto de que solo los besos de Thomas podrían calmarme. A veces sospechaba que era el espíritu quien me inducía a sentir todas esas sensaciones extrañas. O la bruja del collar. La unica forma de poder dormir sin pensamientos lujuriosos era quitandome el collar.

Llegar a Londres y sentirme feliz fue otra primera vez que no me esperaba. Jamás me agrado la ciudad y nunca me agradaría pero, luego de pasar tanto tiempo encerrada con ese hombre, cualquier lugar donde pudiera respirar aire medianamente puro, era el paraíso. Luego de cruzar el canal, desviarnos hacía el este, entrar en el Tamesis y subir al último carruaje, por fin llegamos a su palacio.

Seguía tan gris y muerto como siempre. Hubiera sido un milagro que hubiese cambiado algo desde la última vez que estuve aquí. Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta de que nos detuvimos hasta que la puerta a mi izquierda se abrió y un guardia me ofrecía su brazo para bajar. Como si no fuera suficiente, Thomas me pellizco y me empujo levemente.

-Salid de una vez y sonreid señora -lo mire asustada al oir su tono hostil. El salió del carruaje bruscamente y me limite a imitarlo, mientras adoptaba una actitud sumisa.

Una vez que estuvo a mi lado, ubico su mano en la parte baja de mi espalda y comenzo a empujarme para que caminara a su ritmo. Rode los ojos e hice lo que el quería, no tenía ánimos para discutir y la euforia que sentí al llegar a Londres se esfumó al entrar en el palacio. Para mi desgracia, la bruja nos vio ni bien terminamos de subir las escaleras.

-Pero que sorpresa verlos juntos, como debe ser -nos dedico una sonrisa y abrazo a su hijo- Espero que nunca más te vayas y me dejes sola -me miro con desprecio un segundo antes de volver a sonreirle- también espero que me hagan abuela.

-Agradezco vuestra cálida bienvenida pero mi esposa y yo deseamos poder recostarnos y descansar.

-Por supuesto queridos, dare la orden de preparar una cena y darles la bienvenida como se merecen.

-De hecho me gustaría algo más -Thomas tomo mi mano y la beso, luego, me estrecho a su cuerpo y le devolvió la sonrisa a su madre- quisiera poder celebrar un baile en honor a mi esposa. Un baile para celebrar nuestra victoria y para celebrar que la reina vuelve a su hogar, junto a su esposo, ¿verdad amor?

-Si Majestad -sonreí tímidamente y la bruja asintio complacida.

-Veo que estos años en el extranjero han servido para eliminar vuestras malas costumbres milady -me dijo y seguí sonriendo.

Till Death Do Us PartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora