5| Donde los dinosaurios se extinguieron

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Escuchó los gritos de las personas provenir de todas las direcciones posibles. Ella apenas reaccionó en cuanto la voz tediosa del guía que les enseñaba el museo se detuvo bruscamente llamando por ayuda.

Tenía las manos en los bolsillos de su chaqueta, estaba mirando hacia la escultura de un t-rex enorme que se encontraba en el centro del área paleolítica. Había otras esculturas sobre un hombre y una mujer de la época, las armas que usaban, esculturas de animales, entre otras más. Ella apenas prestaba atención a la explicación que les entregaba para responder la pregunta de alguno de sus compañeros. Aunque ella no tenía ni idea de cuál era la pregunta, tampoco quería saber sobre los t-rex. No le parecía importante.

Entonces, los gritos invadieron todo el museo y ella supo que algo no estaba bien. El guía insistió en que eran niños, seguramente, pero el corazón de Madi había comenzado a dar saltos en cuanto escuchó los gritos con más fuerza y detrás de los gritos sonidos de balas disparándose desde alguna pistola.

El pánico se extendió por todos lados, lo primero que Madi atino fue a esconderse detrás de una pared unos segundos antes de que dos hombres armados entraran en la sala. Cubrían sus rostros y sus manos con cinta blanca para simular la apariencia de una momia. La ropa era negra, sudadera, pantalones deportivos, zapatillas, sostenían rifles y en la espalda una mochila negra.

Sintió la respiración pesada. Algunos de sus compañeros habían alcanzado a esconderse, pero los lugares no lograban cubrirlos bien y fácilmente los encontrarían. La mayoría era blanco fácil para los asaltantes.

En ese momento agradeció que Clarke hubiera insistido tantas veces en enseñarle tanto defensa personal como a reaccionar rápido para poder salvar su propia vida. Jamás se había alegrado tanto de que una de las tantas lecciones de Clarke hiciera un efecto rápido... o ya para el caso fuese realmente necesaria. Ella a veces, cuando Clarke le enseñaba, solía replicar recordándole a la mayor que no era necesario porque era su hija y sabía que siempre la rescataría.

Debía sacar la máquina del tiempo y advertirle en el futuro a Clarke sobre el asalto al museo –eso quiere decir que debía usar su celular antiguo para enviar un mensaje al Smartphone de Clarke para que viniese al museo enseguida (pasado, futuro)– pero era difícil buscar el teléfono en su mochila sin perder de vista a los asaltantes y mantenerse oculta la mismo tiempo.

Escuchó tres disparos y se tensó. Sus manos comenzar a temblar visiblemente, abrazaba con su codo la mochila contra su cuerpo mientras miraba sus manos tiritar con temor y se dio cuenta de que a pesar de todo, esta era la primera vez que estaba metida en una situación de rehenes desde que tenía seis años. Desde entonces, siempre se había mantenido lejos de los problemas y Clarke siempre la había protegido, pero ahora Clarke no estaba y eso significaba que de ella dependía detener a los asaltantes o contenerlos hasta que la policía llegara.

Y sabía de sobra que solo lograría detener a los asaltantes cuando sus manos dejaran de temblar para enviarle un mensaje de S.O.S a Clarke. Tragó saliva sintiendo la pesadez de esta, era como si estuviera tragando un gran trozo de algo pesado, un trozo de carne o quizá algo espeso, no estaba segura de que tragaba, pero definitivamente no era saliva.

Cerró los ojos y respiró hondo. Necesitaba calmarse urgentemente o de lo contrario no podría ayudar a las personas que estaban ahí. Este era su momento. Si quería que Clarke aceptará su petición sin objeción debía probar que era capaz de mantenerse tranquila en este momento, porque si por algún milagro, Clarke aceptaba, esta solo sería la primera de muchas situaciones similares.

Tal vez no debía pensar en eso porque definitivamente... ¡NO LA AYUDABA A CALMARSE!

Escuchó llantos y apenas podía centrarse en calmarse. Los asaltantes hablaban con un tono grave en un intento de distorsionar su voz. Uno de ellos pedía que recolectaran todas las piezas valiosas de la zona paleolítica, otro apuntaba su arma hacia los rehenes y el otro (porque eran 3) estaba hablando con alguien por una radio, seguramente más cómplices.

Oscura PesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora