Prólogo

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Hermione caminó en las penumbras con tanto sigilo como le fue posible. En momentos así agradecía a Harry por confiarle su capa de invisibilidad, le era de mucha utilidad.

Era una noche más en que el insomnio le ganaba.
Sin importar cuanto se esforzó, no fue capaz de conciliar el sueño; y entre tener que revolverse incómoda en su cama y caminar para despejarse, eligió sin dudas la segunda opción.

Al menos así podría recorrer los pasillos sin que nadie la mirara como si fuese a quebrarse como un cristal.

Caminaba lentamente, con su varita firme y los sentidos activados. Le costaba trabajo digerir que las cosas parecían muy normal en Hogwarts. Pero luego de todo lo que había sufrido no podría volver a ser la misma y muy para su pesar, siempre estaba alerta por si algo malo pasaba. Aún sabiendo que la comunidad mágica estaba libre de peligro, se mantenía en vanguardia.

Era inconsciente y automático en ella el actuar constantemente a la defensiva.

No quería hacerlo. No quería estar preocupada, no quería tener miedo. Sencillamente, no quería.

Se suponía que las cosas estaban bien. Voldemort ya no estaba, la gran mayoría de los mortifagos estaban encarcelados en Azkaban.

Las cosas estaban bien.

Sin embargo, ¿por qué ella no se sentía bien?

El viento era muy frío y le calaba los huesos, fiel presagio de que el invierno se avecinaba cruel.

Cuando llegó a la torre de astronomía se admiró de una vista tan espectacular.
La luna relucia gigante en el firmamento, iluminandolo todo.

La punta de su nariz estaba roja a causa de la helada y su piel palidecía más de lo normal. Se quitó la capa y se sentó en el borde, permitiéndose dejar sus pies colgando en el vacío para suspirar sonoramente.

Sabía a la perfección que Filch y su insoportable gata nunca se aparecían por allí, así que no debía de preocuparse en absoluto.

Podía pasar horas y horas en el más sepulcral silencio observando la luna. Y decía observando en silencio mientras millones de recuerdos se proyectaban en su mente.

Como por ejemplo todos los recuerdos felices que conservaba de sus padres...

Pensó en cuanto sufrimiento les debería haber causado Rodolphus Lestrange y sintió como si millones de cuchillos se clavaran en su interior, sin embargo, no derramó ni una sola lágrima. Ciertamente, no le quedaban más por derramar. Se sentía apática, y es que a esas alturas ya nada la sorprendía ni afligia. Ya no creía que pudiera experimentar más horror que encontrar a sus progenitores descuartizados en su propia casa.

La fría brisa le azotaba el rostro y su cabello ya nada rebelde se mecia sereno.

De repente sintió como si alguien la observara con intensidad; pero pese a que examinó por completo el lugar no pudo encontrar rastro de nadie.
A punto de retirarse frenó en seco y giró lentamente sobre sus talones, para pronunciar con un susurro apenas audible: "homenun revelio", y así, su varita se torció ligeramente hacia la izquierda, a una columna sumergida en la oscuridad.

Caminó serena y con un simple "lumos" alumbró aquel lugar para quedarse estática con los pies casi pegados en el piso y el cuerpo inerte.

Un rubio platinado apartó la mirada disgustado por el resplandor.

Draco Malfoy la observó por un largo rato fijamente, y por alguna extraña razón que ella no supo descifrar, no pudo sentir odio ni asco en ellos sino que por el contrario, creyó encontrarlo ligeramente avergonzado.

No obstante, Hermione le dirigió en silencio una mirada de complicidad antes de dejarlo allí plantado, con miles de interrogantes en la cabeza.

Malfoy se maldijo internamente tantas veces como le fue posible. Se había expuesto y ella lo había descubierto.
¿Y si le decía a alguien que estaba espiandola o algo parecido? No podría soportar la vergüenza.

Pero no nada de eso porque simplemente fue una casualidad, y para ser sincero, de todos los alumnos de Hogwarts, a quien menos esperaba encontrar un miércoles por la noche en la torre de astronomía era precisamente a Hermione Granger.

En él, los paseos nocturnos eran habituales, por no decir ya casi rutinarios. La torre de Astronomía era su lugar predilecto en Hogwarts.

Aunque algo en lo más profundo de su ser le reclamaba una pregunta.

¿Realmente esa era Hermione Granger la insufrible sabelotodo rata de biblioteca?

Definitivamente no lo era... O al menos, no lo parecía.

Esa indiferencia e inexpresividad no eran típicas de ella. Quizás fueran algo propio de él, pero en Granger resultaba extraño y preocupante.

Él conocía perfectamente lo que esa mirada reflejaba.

Ahí había algo raro. Y él se proponía descubrirlo por sus propios medios.

No iba a admitirlo pero le interesaba de sobremanera averiguarlo, y sin que lo planease, un juego lleno de dudas estaba por comenzar a cernirse sobre ambos...

Serpiente y leona. Sangre pura y sangre sucia.

Quien con fuego juega, puede resultar quemado... Y ellos iban a quemarse, eso era más que seguro.

DRACO IGNIS➜DRAMIONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora