Cap 48

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Hermione había olvidado lo que era el ambiente en San Mungo. Sanadores yendo de un lado a otro con carpetas flotantes, y dolencias de todo tipo en la sala de recepción, desde las más extrañas e inofensivas hasta las más horrendas y malvadas.

Habían querido desterrarla de la sala una vez que estuvo en perfecto estado, pero se rehusaba a dejar el cuarto piso, y a pesar de que los sanadores la fulminaran con la mirada no menos de cientos de veces, no se despegaba de Draco.

Él había perdido una cantidad significativa de sangre, y al igual que Harry, requería de un reposo estricto y supervisado. De a poco su rostro adquiría el color perdido hace unas horas, pálido naturalmente, pero saludable y menos enfermizo.

Ella sujetaba una de sus manos y con la otra le acariciaba los mechones de cabello sueltos en su frente, admirandolo mientras dormía. Todavía sentía el nudo en la garganta y las lágrimas acumuladas en sus ojos, rememorando los eventos recientes. Tenía la impotencia y el desconsuelo a flor de piel.

La sala estaba sumida en el más profundo de los silencios, exceptuando los sonoros ronquidos de Harry. Eso la hizo reír.

Volvió su mirada a Draco y repasó las afiladas pero delicadas facciones de su rostro. El tenue reflejo del sol en su cara lo hacía lucir inmaculado. Dormido, se veía extremadamente sereno, sin el ceño fruncido ni su habitual mueca de suficiencia.

—Sí no fuera por mi no estarías aquí. —le dijo en un susurro— Perdóname, perdóname por favor. Esto es culpa mía. No tienes una idea de cuanto te amo... no sabes cuanto me duele pensar que... No, ni siquiera quiero pensarlo. —la voz le tembló hasta volverse un sollozo entrecortado— Debes descansar y recuperarte para que pueda decírtelo mirándote a los ojos, debes saber que te amo demasiado y que...

—¿Señorita Granger?

Una voz femenina de repente la interrumpió, haciendo que saltara en su lugar desviando la mirada hacia la figura que la había sorprendido.

Sus mejillas se tiñeron de un intenso rojo carmesí al reconocer a Narcissa Malfoy, Andrómeda Black y el pequeño Teddy Lupin en una esquina junto a la puerta.

La vergüenza se apoderó de ella cuando ambas mujeres avanzaron hasta la camilla del rubio.

—Esto, yo...

Los ojos azules de Narcissa eran inquisidores pero no fríos, y se movían entre ella y su hijo.

Andrómeda carraspeó suavemente antes de dirigirse a Hermione con sutileza.

—Querida, ¿te molestaría dejarnos a solas un rato con Draco? Mi hermana quisiera, tú sabes, estar con él en privado.

El parecido entre Bellatrix y Andrómeda era sorprendente, con la excepción de que la última tenía el cabello castaño y los ojos del mismo color pero en un tono más claro. Ya la había visto en otra ocasión, pero de cerca le resultaba mucho más cálida y hermosa.

—Adelante, por favor. —tartamudeó, levantándose con torpeza y cediendo su lugar a la rubia— Me iré enseguida para que puedan estar con él.

Narcissa esbozó una sonrisa cordial antes de asentir con la cabeza y abalanzarse sobre su hijo con ojos vidriosos y preocupados.

Andrómeda le sonrió a Hermione y Teddy balbuceó en dirección a Draco, estirando las manitas para alcanzarlo. Eso le permitió observar mejor al niño y reparar en sus gestos, dándose cuenta de lo parecido que era a sus padres. Curiosamente, el pequeño no mostraba su tono naturalmente castaño, sino uno platinado idéntico al de los Malfoy.

Apenas llevaba un año de vida y ya demostraba su talento como metamorfomago. Remus y Tonks... cuan orgullosos estarían.

—Mmm, tal vez deberíamos ir a echarle un vistazo al padrino Harry Potter. —dijo Andrómeda dirigiéndose a su nieto, alejándolo del rubio para permitirle a su hermana su momento con su hijo—

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2023 ⏰

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