Cap 32

995 77 7
                                    

Ron seguía observando con indecisión el sobre que sostenía entre sus manos, pensando si estaba completamente seguro de lo que haría.

No se lo había dicho a nadie porque consideraba que por lo menos una vez, no debía recibir influencias a la hora de decidir.

Era su elección y sólo suya.

Una vez que lo hiciera ya no habría marcha atrás; eso lo tenía asegurado.

Desde pequeño soñaba con llegar y estar parado donde estaba en ese momento, no obstante, de la expectativa a la práctica jamás imaginó sentirse tan incompleto e insatisfecho.

Ser auror no era para él y no quería seguir engañandose a sí mismo. No le parecía que tuviera sentido continuar siendo infeliz por el resto de sus días sólo para conformar a su familia y amigos.

Pero aún dudaba de si podría conseguir algo mejor para su vida.

El reloj seguía corriendo y pronto el auror Flinck llegaría a su oficina para toparse con él.

¿Estaba preparado para lo que haría, o lo echaría a perder?

Las manos le sudaban como típica señal que delataba su nerviosismo y su pie chocaba contra el frío mármol del piso, aumentado su preocupación.

Desearía que alguien estuviera allí para apoyarlo y decirle que todo marcharía bien, aunque comenzaba a creer que estar sólo en una situación como esa era lo correcto.

Nadie merecía demasiadas explicaciones en cuanto a su renuncia.

¿A qué se dedicaría?

Buena pregunta, y sin ninguna respuesta coherente.

No quería darle más vueltas al asunto porque seguiría amargandose.

No era tan inteligente ni astuto como Hermione, ni mucho menos poderoso e influyente como Harry, sin embargo, encontraría algo a lo que enfocar su vida.

Tal vez esa siempre sería su mayor preocupación.

Saberse el débil y simplón del trío dorado; condenado a compararse eternamente con sus amigos y su enorme reputación y valor en el mundo mágico mientras que él, por el contrario, sólo era uno más de los hijos de Arthur Weasley, el que no destacaba en absolutamente nada.

Las palabras que Voldemort usara contra él en su momento quedarían por siempre grabadas en lo más profundo de sus sentimientos: "El menos amado por una madre que esperaba una hija, la sombra de sus mejores amigos, un pobre chiquillo en búsqueda de grandeza para contentar un triste y apagado ego".

¿Realmente era así? Ya no lo sabía.

Su única certeza, recaía en la esperanza de un despertar glorioso, algo que lo contentara y que pudiera atribuirse como mérito propio.

La fría e inexpresiva mirada de Augustus Flinck se posó sobre el pelirrojo que tenía la vista perdida en su pequeña carta.

—¿Se te ofrece algo Weasley?

—Hay algo que debo hablar con usted, de hecho.

[. . .]

—Sólo escuchame por favor Hermione, dame un minuto de tu preciado tiempo.

Draco intentaba por todos los medios retener a su ex novia, que en vano trataba de esquivarlo ya que en fuerza y altura se veía en una abismal desventaja.

—No te lo mereces, además me retrasas, no pienso llegar tarde a runas por tu culpa.

Hubiese deseado que lo fulminara con la mirada o que lo insultara, lo que fuera, antes de recibir esa mirada tan indiferente y fría.

DRACO IGNIS➜DRAMIONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora