4:00 am.

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Son las 4:00 de la mañana.
Y esta madrugada se siente vacía.
El frío te arulla y te hace sentir vivo.
Acaricia tu piel suavemente como solo el frío sabe hacerlo.
El silencio se vuelve enloquecedor y te hace estallar la cabeza.
Tus pensamientos te consumen. Y crees que te volverás loco. Pero solo eres diferente al resto.
Y tus lágrimas se vuelven tan reales y tan sinceras que te hacen doler el corazón.
El aliento se te escapa, y no hay nada que hacer, salvo seguir viviendo.
Tus ideas se vuelven abstractas.
La música se siente, y te convierte en una marioneta, te mueve a su ritmo y te hace bailar a la luz de la luna, y a los ojos de nadie.
Tu sombra y tu silueta toman tu vida y se mueven por ti.
Y es ahí cuando te das cuenta, de que formas parte del mundo, de que eres una microscópica parte de el, pero te hace sentir bien.
Ves las nubes cubriendo la luna, y su iluminación te maravillan.
Y cada paso que das, es uno menos que dar. Y en el momento en que te sientes en paz, recuerdas a esa persona que te hace sentir todo eso. Esa persona, que crees que es inigualable. Que es para tí. Esa persona que probablemente no piensa en tí de la misma manera que tu en ella. Pero quién no se aferraría a alguien que tiene los ojos más bellos que las estrellas.
Quién no se aferraría a una persona que tiene las mejores constelaciones en su espalda.
Y entonces llueve. Y hay relámpagos, y truenos por todos lados y la lluvia te hace querer llorar, y la combinación de frío y agua, te hacen quedar sin aire. Sin querer caminar y sin querer vivir.
Y recuerdas, que nada que sea fácil de conseguir vale la pena tener. Y decides volver a intentar conseguir a esa persona.
Incluso si tus ganas se evaporan al mismo al tiempo que la lluvia que calló anoche.

Todo acabóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora