Todo acabó

Labios sabor a mentiras

Tienes esa mirada que representa universalmente que los tiempos con tu vida van mal.
Te duermes cuando la gente está por despertar.
Sueñas en el día y caminas en la noche.
Probablemente ni si quiera Dios pueda entender el silencio que llevas guardando por tanto tiempo.
Noches crudas, emociones semidesnudas y sentimientos baratos son las cadenas que llevas arrastrando.
Y si un rayo cae en tu cabeza, tal vez sea lo mejor que te pueda pasar.
Pero si estar en paz es lo mismo que estar muerto, tal vez deba interesarte un poco más.
Que el pasado se diluye con el presente y aunque el futuro sea incierto, a menudo puede cambiar el panorama del pasado.
Si la vida fuese vida y tú fueses mía, entonces podría jurar que he estado en el paraíso sin si quiera morir.
Y sí morir fuese morir, y tú jamás fuiste mía, entonces viviría en el infierno aún estando vivo.
Y si el infierno y el paraíso se unieran, podría decir que es lo que vivo a cada día cuando me das tu completa atención y dos segundos después te desapareces dejando un éxtasis y una fuerte confusión en mi cabeza.
No he olvidado olvidarte.
He olvidado quererme.
La luz que manan tus ojos me mantiene cuerdo.
La noche hiere, la madrugada duele y el día anestesia.
Tus besos hieren, tus palabras duelen y tus abrazos anestesian.
Estoy acostumbrado a invertir tiempo dónde jamás habrá un fruto por cortar.
Tus besos dicen que me quieres, pero tus labios saben a mentiras.
Tus palabras juran que me amas, pero en tus pupilas veo a otro hombre.