Todo acabó

Metafóricamente

Dime, si sabes que a veces vives en mi mente, y a veces vives en mi presente.
Dime, si a caso me recuerdas o si quisieras esculpir un futuro conmigo.
Dime si me recuerdas, si crees que valgo la pena.
Dime, si vas, o te quedas.
Dime lo que siempre quisiste.
Destrúyeme, deshazte de mi, olvídame, sentenciame.
Porque quiero decirte algo.
El peso de tu ausencia está cuando leo un libro.
Cuando el viento sopla lento, y el silencio tan particular de la noche, me hunde entre imágenes que jamás volverán a ser libres.
Me adueño de la soledad y tristeza, como si de un tesoro se tratase.
Te llevo en los labios, en las palmas de mi mano.
Te veo en las sombras que produce cada cosa existente.
Te llevo en el alma, en mi mente, en mi corazón, en todo. Menos aquí conmigo.
Metafóricamente, soy completamente tuyo.
Pero, realmente, no eres ni un poquitito mía.
Me esfuerzo todos los días para esparcir tus recuerdos en cada lugar al que voy.
Así tú ausencia pesa menos, y mi vida aunque se vuelve más aburrida, se vuelve más pacífica.
Y por primera vez, me alegro de que me esté vaceando.
Metafóricamente, podrías amarme hasta el fin de los tiempos.
Pero, realmente, no me amaste ni un minuto.
Y antes de que digas que la metáfora jamás está apegada a la realidad de la vida.
Déjame decirte que te amo hoy y siempre, vivo y muerto, feliz y triste.
Te amo aunque fuese mi pase al infierno.
Te amo ahora, después, en 10, 15 o 20 minutos, horas, días, ¿Qué importa?
Te amo ahora e incluso lo haré después de morir.