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¿Por qué lo hago? Ni yo lo sé, es un maldito hábito difícil de dejar.
Supongo que me tranquiliza o eso intentó pensar.

Me quiero escapar, lo necesito, y está es una forma de salir un rato de mí realidad.
Fumar me resulta relajante, es como sacar por un momento tus problemas en una exhalación, pero siempre vuelven con cada nueva pitada.

Ahora estoy acá, fumando una tuca rodeada de gente que no conozco. Todos se divierten, bailan, se drogan, toman y tienen sexo.

Entre medio de la muchedumbre lo veo, vestido de negro, muy típico de él, con su pelo del mismo tono algo desordenado, llevaba puesto su característica campera negra. Hace días que no me lo cruzaba ni hablábamos.
Estaba acompañado con una piba rubia, ¿quién mierda era? Seguramente ni él lo sabe.
Odio verlo en los brazos de otra, aunque a estas alturas ya tendría que estar acostumbrada.

Paso al lado mío, como si no me conociera, como si nunca hubiéramos sido nada, aunque pensándolo bien nunca lo fuimos. Sentí un nudo en la garganta, necesitaba tranquilizarme y dar otra pitada. Decidí que esa noche no iba a ser de él como siempre pasaba, tenía un cierto poder sobre mí. Decía palabras que necesitaba oír y ya me tenía a sus pies. Era el típico flaco que usa a todas y no le importa ninguna, siempre son esos los que me gustan, después de todo para que buscar a alguno que se haga el bueno si al final todos resultamos ser unos hijos de puta, él no lo ocultaba, me parecía fascinante. Me gustaba su chamuyo, como podía hacer sentir única a cualquiera, pero para él todas eran iguales, desechables y reemplazables. Tenía la facilidad de la palabra, pero nunca dejaba de ser frío y distante, no entendía bien como lo lograba.

Pasaron las horas, y ya estaba lo suficientemente drogada como para seguir dando vueltas sin nada que hacer, me quería ir, me había cansado de mirarlo de ir de piba en piba. No iba a hacer una escena, ya había pasado la suficiente vergüenza en mi vida como para agregar otra anécdota más, le di una última mirada, tomé un último chupito y me fui. Agarré mi abrigo y salí de la casa.

Eran alrededor de las 5 de la mañana y la calle estaba desierta, caminaba mirando el cielo, se veían las estrellas, aunque había un par de nubes, camine y camine, parecía eterno, no sé si simplemente lo imaginaba, pero lo había sentido más largo de lo normal.

Cuando me doy vuelta, porque hace un par de calles me siento observada, lo veo. Estaba ahí parado, sólo, no entendía que esperaba.

Fue como aquella noche que lo conocí, aquel día que me hizo conocer la marihuana. Antes solamente fumaba cigarrillo, pero gracias a él conocí cosas nuevas; esa vez no lo conocía, era un extraño, uno más. Quería acostarme con él, como lo hacía con cualquiera que me interesará, pensando que iba a ser solo sexo. Simplemente me acerqué a él con la excusa de que me convidé de su cigarrillo, y lo hizo.

-¿Me das una pitada?- le dije cerca de su oído, para que me pueda escuchar por encima de la música que estaba a todo volumen.

-Puede ser- me respondió observándome de los pies a la cabeza.

Con eso empezó todo.

Pasamos toda esa noche juntos, pero había algo diferente de todos los demás, me hacía desearlo. Se acercaba lo suficientemente pero no me dejaba continuar, me frenaba cuando lo estaba por besar, solamente él me podía besar las comisuras de los labios, yo lo intentaba y se alejaba. Estaba acostumbrada a ser yo la que manejaba y controlaba esas situaciones, pero con él fue distinto. Aunque no me gustaba esa sensación de no saber cómo manejarlo, me deje llevar.

Aquella noche me quiso acompañar a mi casa, le dije que sí y en el camino saco una cajita. En el interior había cogollos, unos liyos y tres filtros, ya tenía uno armado así que simplemente saco su encendedor y lo prendió. Le pregunté por qué lo hacía, en ese momento lo tenía mal visto, pero no me respondió, le volví a preguntar y solamente me dijo que no tiene motivo, que le gusta y ya. Parecía molesto con una mirada de tristeza oculta por la pregunta, así que con la intención de cambiar de tema le pregunté que se sentía, me contó que te sentís relajado, me ofreció y lo acepté, quería entender por qué le gustaba, así que lo hice. Al principio no soportaba el sabor, pero después llegaron los efectos, me sentía mareada, somnolienta, no podía describirlo. Todo me daba gracia y me reía sin razón. Esa noche no pasó nada, solamente me dejo en la puerta de mi casa despidiéndose con un beso.

Al pasar los días nos seguimos viendo, siempre era el mismo juego, él se hacía el difícil y al final caía, no sin antes hacérmelo desear, no voy a negar que era divertido, pero bastante frustrante. Tenía el habito de que siempre era yo la que usaba a los chicos, no me importaban, prefería usarlos y sacarlos de mi vida, pero con él no fue así. A partir de ese día mi vida cambio y no necesariamente para bien. Mis notas habían bajado bastante, nunca tuve el mejor promedio, pero siempre llegaba con lo justo para no llevarme las materias. La relación con mi familia era cada vez más distante y me la pasaba todo el día en la plaza con él y sus amigos, jodiendo, escuchando música y fumando. Me hizo conocer la gente con la que se rodeaba, eran hermosas personas, un poco locas pero buenas, nos reíamos muchísimo, ellos me hicieron conocer la buena música, me hicieron ver que hay vida en la calle.

Al igual que esa noche, saco su cajita y prendió un porro, le pregunte que hacía acá y no me respondió, solamente me miro, se notaba que no estaba sobrio así que me límite a caminar con él a mi lado, en un momento intento agarrarme de la mano, pero me negué, alejando mi mano.

-Por favor- me dijo arrastrando un poco las palabras.

Cuando nuestras miradas se cruzaron estaba conteniendo las lágrimas.

-Me duele verte. - espete con cierta tristeza.

Sus ojos no se desviaron de los míos, se quedó mudo, mirándome. Cuando noto que hablaba enserio solamente me agarró las manos y me beso, fue un beso especial, con pasión y necesidad, como si no me quisiera que me fuera, se lo veía triste, necesitaba averiguar qué había pasado. Hace días no lo veía en ningún lado, ni en la plaza a la que solía ir ni en la escuela, hasta cuando nos peleamos nos cruzábamos todo el tiempo, pero hasta ese día parecía que había desaparecido. Yo también lo extrañaba y mucho, se había ido sin decir nada, pensé que solamente estaba con otra como lo hacía cuando ya se aburría de mí, cuando parecía que nos acercábamos más de lo planeado él solamente desaparecía, pero volvía a los pocos días como alguien nuevo, nunca llegué a conocerlo, pero él a mí sí, sabía exactamente que decir y cuál era el momento justo. Me conocía y me daba miedo, no me gustaba que él sepa mis miedos y yo no los de él. Aunque ahora estaba acá, besándome, necesitándome. Pero yo ya no podía, no podía pasar por esto de vuelta, me sabía de memoria el patrón como para querer volver a pasarlo, aunque me doliese lo iba a sacar de mi vida.

Cuando me aleje, se limitó a agarrarme la mano y seguimos caminando hasta llegar a su casa, pero cuando me estaba por despedir me pidió que no me fuera, tenía los ojos rojos, aunque también la voz quebrada, no sabía si era efecto del cannabis o si realmente estaba triste. No podía verlo así, y lo besé. Primero fue un beso tierno, despacio, pero al pasar el tiempo se tornó más apasionado, nos besábamos con locura. Abrió la puerta de su casa sin despegar nuestros labios, me alzo para que enrede mis piernas en sus caderas y camino conmigo encima hasta su cama. Otra vez acá, esa cama en donde había estado tantas veces, pero está vez se sentía diferente. Me sentó en la cama, acaricio mi rostro y volvió a besarme, bajando lentamente hasta mi cuello, mientras que yo intentaba desabrocharle el pantalón, cuando lo conseguí se lo saque, y él continuo conmigo, me saco la remera y el corpiño, admiro mi cuerpo por unos segundos y continuo besando cada rincón de este, me quito el short junto con mi ropa interior y me coloco debajo de él, me tocó de tal forma que me hacía desearlo cada vez más hasta que estuvo dentro mío, sentí tanto placer al estar ahí con él, está vez no era solamente sexo, sentía que era algo nuevo pero no lo puedo decir ya que sería aceptarlo y no quiero.

Cuando acabamos, nos acostamos, me abrazo y se durmió, lo observe dormir, la respiración tranquila y sus músculos relajados, tenía un cuerpo envidiable, estaba marcado sin exagerar. Podría estar horas así, me prendí un pucho y lo fume mientras lo acariciaba, pase mis manos por sus hombros yendo hasta su cuello, admire sus abdominales, bajando hasta la v que llevaba hasta la gloria, todo en él era perfecto. Termine el cigarrillo y mire la habitación, recogí mi ropa, está vez iba a ser yo la que se iba a ir, me vestí y volví a mirarlo, le di un pequeño beso y me fui.

Pitada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora