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Llegamos al cementerio, salude a Jess, llevaba puestos unos lentes negros enormes, supuse que se debía a que tenia los ojos hinchados, me enteré que era ella la que se encargaba de su tía cuando él no podía.

Conocí algunos de sus parientes, pero parecían no ser para nada unidos. Al terminar el funeral caminamos a su casa.

Las semanas habían pasado, estuvimos la mayoría del tiempo juntos, me fui a vivir por un tiempo a la casa de Jess. Ella se iba a encargar de las pocas pertenencias y deudas de su tía, además de irse a despejar un tiempo. No iba a estar en la casa por dos meses, solamente íbamos a tener la casa nosotros dos, él y yo.

Los primeros días fueron perfectos, aunque se lo veía desanimado trataba que no lo notase. Estuvimos mas unidos que nunca, y me encantaba. Pero como todo lo bueno, terminó.

De un día para el otro todo cambio, no sé cual fue específicamente el problema o así lo había, tal vez era cansancio o la simple necesidad de destruirlo todo típica de nosotros. Lo vi destruirse y a mi con él, las semanas que siguieron vivimos drogados, la realidad parecía no existir. Él se metía en cuantas peleas podía, en cambio yo me desquitaba de otra forma, me cortaba. Cada uno se destruía a su forma y ninguno luchaba por el otro. Veíamos destruirnos y no decíamos nada, era otra realidad. Supongo que entendíamos, él estaba mal y yo también, su dolor me causaba dolor a mí. Éramos demasiados tóxicos e inseparables al mismo tiempo. Ninguno decía basta, pienso que tratábamos de entender el dolor del otro a nuestra manera. Era una forma más de estar juntos. Posiblemente eso nos faltaba, comprender completamente al otro, sin importar los peligros.

Esos días en los que no discutíamos parecieron nunca existir, a partir de ahi todos los días eran iguales, durante el día cada uno vivía su vida, pero cuando volvíamos no podíamos vernos. Él necesitaba que me vaya, porque yo era lo único que le impedía que termine muerto, ambos teníamos momentos en los que ya no nos soportábamos ni a nosotros mismos, en los que ya no queríamos vivir, pero ninguno podía dejar que el otro lo haga, nos queríamos más de lo que nos queremos a nosotros mismos.

-Por favor, ándate, ya no soportó.- tenia la cara llena de sangre, su cuerpo lleno de hematomas.

-No me voy a ir, ¿estas loco? No puedo dejarte asi, mira como estas, no..no puedo- mis palabras se mezclaban con mis sollozos.

-¿Por qué te quedas? Ya no te necesito.- sus palabras me dolieron, y me convencí a mi misma que no hablaba enserio.

-Porque no puedo dejarte, idiota- me acerqué a su cara y la tome en mis manos, con delicadeza lo besé.

Terminamos como la mayoría de los días, abrazados, desnudos en su cama. En ese momento parecía que todo estaba bien.

Pero después de ese día, nada volvio a estar bien.

Pitada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora