Ya habían pasado los dos meses, sentí el tiempo pasar lento pero a la misma vez rápido, sentía que no estaba perdiendo tiempo, sino que esté me estaba perdiendo a mi y no quería perder tiempo en perderme.
Jess iba a volver a su casa y yo me tenia que ir de ahí, lógicamente a la casa de mi madre aunque no quería. Después de aquella noche, las cosas habian empeorado notablemente. Él no me dirigía palabra, ni yo la buscaba, era casi masoquista seguir allí, pero algo no me dejaba irme. Ahora tenía una excusa, y por más que quisiera quedarme no podía. Prepare la mochila con todas mis cosas, antes de irme fui al living donde estaba tirado en el sillón mirando una película.
-Me voy- le dije
-Bien.-
¿Solamente eso iba a decirme? Ni siquiera volteó a mirarme, agarre mi mochila y salí dando un portazo. Se me cayeron un par de lágrimas por las mejillas pero rápidamente me las limpiaba, siempre tuve claro que nadie se las merecía, ni siquiera mi padre, mucho menos él, pero a veces era totalmente inevitable.
Al volver a mi casa y cruzarme con mi madre me regaño, se notaba mi pérdida de peso. En las últimas semanas casi no había comido y lo que comía lo vomitaba.
Durante ese día trate a toda costa que no se me levantarán las mangas, ni siquiera un centímetro. Sabia que si llegaba a sospechar o veía una marca me iba a obligar a volver al psicólogo y no era una opción. Ir a ahí no me ayudaba en nada, era yo la que lo controlaba, sabia exactamente que hacer para que rápidamente me de el alta, me mostraba arrepentida y la mejor escusa de mis problemas siempre fue mi padre, y resultaba eficaz. Decía un par de palabrerías y me creía, con el tiempo ya no se notaba cuando mentía, era buena en eso. Algo bueno tenia que heredar de mi padre.
Mi padre, que dolor sentir esas palabras, aunque hoy ya no me afectan tanto como en mi niñez, él me enseñó lo que era la decepción en su máximo esplendor, desde que tenía 5 años había aprendido a no confiar. Sus "mañana paso por vos" nunca se cumplían, y sus "te amo" perdieron sentido. Con el tiempo, la tristeza se fue convirtiendo en enojo, pero a diferencia de él, yo no podía olvidarlo.
A veces me llamaba, siempre que necesitaba algo, era un drogadicto sin suerte. Ya no se cuantas veces había perdido todo lo que tenia, pero como siempre ahí estaba yo, ayudándolo, convenciendo a mi madre para que le de una mano aunque no lo merezca.
Hace alrededor 3 años no lo veía, me pregunto donde estará, y con ese pensamiento me dormí.
ESTÁS LEYENDO
Pitada.
Teen FictionYo no buscaba recordarlo, quería algo rápido. Eso no estaba en su mente, me hacia desearlo. Y asi me termine enamorando.