037 | Frente al río, sobre el capó.

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Mi ropa cayó a la arena, no pude sostenerla más.

—Pues.. — no me dejó terminar ya que lo tenía encima mío y acorralandome por el capó.

—Es mentira, nunca deseé a alguien de esta forma — susurró con la respiración agitada, nos unimos en un efusivo beso.

Puse mi mano en su pecho desnudo, éste subía y bajaba al igual que el mío, extrañamente sensaciones eléctricas corrieron por todo mi cuerpo. ¿Eran mariposas?

Succionó mi labio inferior y luego se alejó lentamente, cerró los ojos y suspiró.

—Dios, está claro que yo no te gusto —susurre

—Gustarías a cualquiera — murmuró con la vista fija en mis labios.

—Entonces ¿por qué te detienes?

—Porque no sé si esté bien —dijo por fin, mirándome a los ojos—. ¿Tu quieres que siga?

Asentí, sus labios atraparon los míos bruscamente, me tomó de las piernas y me subió al capó del auto. Sentía su erección y eso provocó humedad entre mis piernas, bajó el cierre de la chaqueta que había quedado por la mitad y tomó uno de mis pechos con sus manos.

Sus besos y sus caricias aumentaban cada vez más la temperatura de nuestros cuerpos, comencé a tocarlo, ya que él estaba haciendo lo que quería conmigo.

—Espera — gruñó con la voz ronca y rápidamente se dirigió al auto, creo que si volvía a interrumpir lo golpearía.

Volvió en un santiamén con un sobre cuadrado, soy una irresponsable, jamás me hubiera acordado de protegernos. No sé que pasaría después de lo que estamos a punto de hacer, pero lo quería, sin duda.

Volvió a colocarse entre mis piernas y repartió pequeños besos en mi pecho mientras bajaba mis bragas y yo jugueteaba con sus cabellos ansiosa.

—¿Estás segura? — preguntó nuevamente tomando el preservativo

—Cállate — gruñí y tomé los bordes de la tela de su bóxer para bajarselos, estaba oscuro no podía ver nada, pero sí sentir.

Y lo próximo que sentí fué cómo se deslizaba dentro mío, y era una maravilla. Una maravilla de movimientos y de tamaño, que me hizo poner los ojos en blanco y no de frustración, si no del éxtasis que corría por todo mi cuerpo, con cada embestida que daba me hacía arquearme y pedir más.

Me recosté sobre el parabrisas cuando sentí la corriente ir hasta mis pies, esa corriente que avisaba que había llegado a la máxima plenitud. Daniel no tardó y me lo hizo saber con un gemido ronco y luego, desparramando su cuerpo sudado sobre mí.

Solamente se oían nuestras respiraciones agitadas y el sonido del viento y del agua. Se deshizo del condón y volvió a subirse los bóxers, yo me subí el cierre de la chaqueta nuevamente y coloqué mis bragas que estaban al lado mío.

Volvimos a unirnos en un abrazo, en silencio escuchamos los latidos de nuestros corazones.

—Eso estuvo muy bien para un gay como tú — me burlé.

—Creo que ya no quiero ser gay — dijo con un tono simpático y mirándome añadió—. Creo que tu método ha funcionado

—¿Cómo debo sentirme al respecto? Porque como has repetido unas mil veces tú solo tienes sexo con las chicas, no tienes novia.

—Espera ¿Y eso que tiene que ver ahora?

—Que tal vez me hayas usado.

—Te lo pregunté dos veces, te pregunté si estabas segura de esto

El chico del periódico | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora