041| ¿Lo amas?

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Ha pasado una semana, Cecilia volvió a casa sana y salva pero el doctor le recomendó que siga viendo a un terapeuta, los primeros tres días no salió de su habitación, hay veces que la encuentro con la mirada fija llena de lágrima y tocándose el vientre como si ya no tuviera sentimientos pero la abrazo fuerte y vuelve a la normalidad.

Todo esto nos hizo más unidas, antes no me preocupaba como ahora, no quiero perderla, es muy importante para mí. Daniel viene a casa constantemente, desde que fue al hospital todos en la familia lo quieren y lo aceptan, hasta mi padre y Richard, ni que decir del pequeño Alexei, ya no me hace caso como antes cuando viene él y si no está en casa me pregunta cada segundo si va a venir hoy.

Llegábamos de la casa de Elías, abri la puerta de casa esperando que todos se entusiasmaran por verlo, Cecilia preparaba montones de cosas cuando él venía.

Gaspar vino corriendo a saltarme y darme lengüetazos, lo amo, él nunca me cambia por nadie.

—¡Daniel! —gritó Ale desde la cocina, siempre cuando abría la puerta hacia eso, aunque sólo esté yo.

—¡Pequeñin! ¿Como estás? — lo saludó mientras él venía corriendo con una hoja en su mano

—¡Hoy me dieron la tarea! La que hicimos juntos —dijo mostrándole la hoja

—¡Bien, un A+! Choca los cinco — exclamó mostrándole la palma, el pequeño la chocó con entusiasmo.

—Hola, yo existo — dije parada delante de él

—Hola Priscila, gracias por traer a Daniel — me sonrió y luego agarrando de la mano a Daniel lo llevó hasta la cocina

—Oh, de nada.

Escuché como saludaban a Daniel en la cocina mientras dejaba mi mochila, había ido a estudiar con Elías, los exámenes finales se aproximaban y tenía que pasarlos todos, él y Sofía aún no se hablaban a pesar de que se extrañaban mucho los dos son muy orgullosos.

Regresé a la cocina, saludé a todos y brinde una cálida sonrisa a mi madre, Ximena también estaba y Richard quién sabe, tal vez en la Universidad.

—¿Seguiremos pintando o qué? — pregunté abriendo la heladera, saqué un bidón de jugo y lo cargué en un vaso bajo la atenta mirada de mi madre, sólo cuando no está ella puedo tomarlo como me gusta, desde el pico.

—Yo me uno — dijo mi madre

—Oh, pues estamos todos ¿verdad Ximena? — pregunté

—Sí, lo haré.

Daniel me había regalado una cartulina enorme con una mandala dibujada para colorear cuando se enteró que ese era nuestro hobby con Ale. Tenía pensado colgarla en mi habitación cuando terminaramos.

Mamá preparó té y galletitas y nos sentamos a colorear la cartulina que agarraba toda la mesa.

—Este fin de semana tu padre quiere ir a Dermest — dijo mi madre mientras coloreaba

—¿Todos? — pregunté

—Sí, todos

—No lo sé, tengo que estudiar.

—Pueden estudiar ahí —se encogió de hombros

—¿Pueden?

—Sí, Daniel también está invitado, de hecho no puede decir que no.

Mi boca se abrió en una ligera "o", cielos está mujer planeaba presentarlo a toda mi familia y eso no me molestaba, lo que no me agradaba era la idea de volver a ese pueblo y encontrarme con muchos recuerdos de Christopher.

El chico del periódico | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora