040|Ángel

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Pedaleaba sin parar, sentía el viento chocar contra mi cara y me sentía libre en aquella bici, llenaba de aire mis pulmones sintiéndome  plena.

Derrepente la velocidad me asustó al abrir los ojos, pero más me asustó aquel hombre parado en la esquina dando algo a Nicolás, tan secretamente le ponía un paquete en la mano. Sentí el impacto cuando perdí el control de la bici, caí de nuevo muy mal haciéndome daño. Volví a buscar a Nicolás pero ya no estaba, ni aquel hombre encapuchado.

—Priscila, no de nuevo ¿Estás bien? — preguntó mi ángel de la guarda, su cara lucia preocupada, su respiración agitada y un leve temblor en sus manos.

—¿Por qué te apareces en todos lados cuando más te necesito?

—Porque siempre voy a estar ahí para levantarte. Pero porfavor ya no arriesgues tu vida, tú que la puedes vivir.

Desperté sobresaltada, me encontré durmiendo en unas sillas grises de metal y una luz blanca me hizo doler los ojos.

—Hola, ¿estás bien? — Esa voz de nuevo. Levanté la vista y me encontré con Daniel, ¿seguia en el sueño?

—Daniel ¿que haces aquí? — pregunté frunciendo el ceño, me incorporé y miré alrededor, nadie.

—Te llamé y contestó tu hermano — dijo señalando mi celular que en el piso estaba conectado a un cargador, recuerdo haber pedido uno a una enfermera y luego me dormí.

—¿Qué?

—Él dijo que podía venir.

—¿Y dónde está?

—Se fué cuando llegué, dijo que quería descansar un poco y darse una ducha y me pidió quedarme contigo.

—Por Dios, no sé cuánto tiempo dormí y ya conociste a toda mi familia — dije poniendo un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—No, a tu padre y a tu madre no he visto aún.

—Nos dijeron que Cecilia tiene que pasar una noche en revisión, pensé que estaba bien pero no, tienen que mantenerla vigilada —dije con un bostezo—. Mi padre fué a casa porque lo necesitaba y ella le rogó que fuera a descansar, Richard y yo nos quedamos.

—Pero ahora estamos tu yo ¿Ya comiste algo? — preguntó levantando una ceja, negué lentamente

—Vamos — dijo tomándome de la mano. Asenti y me levanté de las sillas que estaba usando como cama y desconecté el cargador.

Caminamos hasta la cafetería de la clínica, los pasillos estaban vacíos, no veía a ninguna enfermera tampoco, tal vez tienen su lugar de descanso. Revisé la hora y eran las doce de la noche

—¿Hace cuanto que viniste? — pregunté

—No mucho, quince minutos

—Me tendrías que haber despertado.

—No, te veías bien durmiendo — rió

Llegamos y había solamente dos enfermeras atendiendo la cafetería.

—Voy a pedirte algo, siéntate ya vuelvo — dijo Daniel

—Pero quiero un café — dije haciéndole caso y me quedé esperando sentada en una mesa para cuatro personas

Después de cinco minutos volvió con un café, un sándwich de media luna y una coca cola en un vaso gigante.

—Oye, yo quiero de eso — señalé su coca cola

—Sh, come — dijo y se llevó la pajita a sus labios. Rode los ojos y empecé a comer.

—Soñé que me rescatabas de una caída en bici —dije recordando mi sueño—. Pero fué raro porque, ví a Nicolás comprando algo de un hombre y por eso me caí.

El chico del periódico | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora