026|Aprendiendo a caer.

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A la mañana siguiente cuando bajo a la cocina Richard no está, supongo que se ha ido antes porque no quiere verme. De algo estoy segura, no fuí yo la que hizo mal.

Estoy parada frente a casa, con todo el dinero para la bici en mi mochila, no puedo evitar ponerme nerviosa al pensar que en unos días llevaré a cabo mi plan —o el de Sofía—. Esperaba aprender rápido.
Mirando por todo el césped, la acera y la calle por si no habían rastros de él, fui caminando con mis aurículares puestos hasta casa de Elías. Cuándo llego, está sentado sólo en el capó de su auto comiendo un paquete de galletitas de maicena.

—No me preguntes por ella. — dice adivinando mis intenciones.

—¿Y... No vendrá? — Hago una mueca.

—Ya vino — responde bajando del capó y arrugando el paquete de galletitas. Tan fanático cómo siempre.

—¿Y?

—Y le dije que se fuera a la mierda — Sonríe y se acerca para abrir la puerta.

—¿Qué?

—Sí, pero ella no lo sé, vino con muchas ganas de pelear y yo, yo estoy arto —se encoje de hombros—. Sube.

Hago caso y subo al asiento de copiloto: —Sé que volverán a estar bien... ¿Verdad?

—No lo creo. — dice y arranca, dejamos su casa atrás cuándo pisa el acelerador.

Por el camino le cuento que tengo el dinero para comprar la bici, y él no está de acuerdo en que siga a ese chico. Creo que ahora ya no apoyará las ideas de Sofía por el simple hecho de que están peleados. No me da tiempo de contarle sobre mi discusión con mi hermano.

Cuándo llegamos tenemos clase los tres: Elías Nico y yo. La mirada de Nico es fría y cargada de odio, me imagino que Sofía se habrá descargado con él, conociendola.

—Lástima que no tengo tiempo en el día, o te enseñaba a andar en bici yo. — Elías se cruza de brazos.

—¿Tú sabes?

—Por supuesto, eres la única sin infancia que no tuvo una bici. — pongo los ojos en blanco ante su comentario.

—Pues, yo voy a seguir siendo amiga de ellos pero eso no quiere decir que dejaré de ser la tuya. No estoy de lado de nadie.

—Pronto estarás de un sólo lado, es cuestión de tiempo — sonríe con suficiencia.

No sabía muy bien por qué lo decía o si era una broma. La clase pasó rápida, al igual que el receso y el resto de las dos clases, en el exámen me fué muy bien, recordé mucho a Elías y sus palabras. Por más de que no estudie siempre me va bien.

Estoy parada frente al aparcamiento de bicis del Instituto sin saber a dónde ir exactamente, los días de cafetería ya han terminado, supongo. Inspecciono las bicis atentamente, la mayoría está pintada en colores pasteles y vivos y hasta me atrevo decir que las veo un poco vintage, me entusiasmo y decido ir a la tienda por la mía.

Camino unos diez minutos a paso ligero, y pensar que después tendría que caminar aún más hasta mi casa y empujando la bici me hacía doler el doble los pies. Tengo que comprarme las Vans que vi el otro día en el centro comercial, tengo que usar zapatos más cómodos.

Al llegar me presento ante el vendedor que ya me reconoce.

—La bici que te había gustado y se ajustaba a tu presupuesto ya se la llevaron — dice abriendo la puerta hacia la acera de la calle dónde espera una larga fila de bicicletas—. Pero esta ha llegado ayer y es más barata, incluso te queda perfecto.

El chico del periódico | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora