027|Persecusión

255 45 9
                                    

Cuando llego a casa me dirijo hacia el jardí­n trasero, Nicolás se ha ido a casa de Sofía.

—¿Dónde estabas jovencita? — una voz me sobresalta, no sé de dónde proviene hasta que mi madre sale detrás del rosal con unas tijeras en la mano, junto con Gaspar que está lleno de tierra y viene hacia mí—. ¡Uau! ¿Esa es tu bici?

—Sí. Pensé que Richard te diría que fuí a aprender con un amigo — Avanzo con la bici hasta dejarla estacionada con la patita.

—Sí me lo dijo, solo quería regañarte —se encoge de hombros y observa mi bici—. Es muy bonita.

—¿Y Alexéi? — Pregunto.

—Ya se ha ido cariño, son las seis de la tarde — Me mira haciendo una mueca. Pobrecito, pienso que de seguro se ha aburrido, la única que lo entretiene mientras que su hermana hace los quehaceres soy yo.

Asiento y cabizbaja entro por la puerta trasera, cuando paso por la cocina echo un vistazo y Richard está ahí sentado­ leyendo el periódico. Levanta la vista y me mira de reojo, pero yo sigo mi camino hacia las escaleras para ir a mi habitación.

Cuando voy por la mitad de los escalones, escucho: —Hey — Es Richard, parado con sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón deportivo.

—Quería disculparme por lo que te dije, estaba nervioso... Y tú no eres nada de eso — Las palabras salen rápidas de su boca y se rasca la nuca nervioso.

—Está bien —asiento—. Ximena tampoco lo es

Voy a subir de nuevo, en cierta manera él me ha decepcionado bastante últimamente y no me apetece hablar tanto.

—¿Aprendiste?

—Sí, más o menos.

—Tú tendrás tus motivos, no voy a juzgarte más sólo quiero estar en paz contigo.

—Y lo estamos — Lo miro y le doy una media sonrisa.

—Okey —murmura casi inaudible y regresa a la cocina.

Por fin llego a mi habitación, me saco los zapatos y los dejo cerca de mi armario, cuando levanto la vista veo una hoja pegada a la puerta de este. Un bonito dibujo, soy yo y a mi lado una bici, muy abajo de la hoja se lee:

—De Ale para Pricsi

Sonrío al ver la manera en que escribió mi nombre, ese pequeñito es muy tierno, ya tengo dos dibujos de él pegados en mi habitación, el otro está en la otra puerta del armario.

——

¿Qué es ese tan molestoso ruido? Mi mente tarda en despertarse, las luz me quema los ojos y me tapo con mi edredón peludo. Pero ese sonido insiste y recuerdo que es.

El bendito despertador que he puesto en mi celular. ¡Hoy es el día! ¡Viernes! estiro la mano y deslizo mi dedo por la pantalla y este deja de sonar.  Me estiro, me reincorporo rápidamente y abro los ojos.

No lo puedo creer ¿En serio voy a hacer esto?, de tan sólo pensarlo el corazón me late a mil por hora y la piel se me pone de gallina.

—Tranquilizate — susurro para mi misma, suspiro y me levanto con el pie derecho. Han pasado tres días desde mi "entrenamiento" con Nicolás, en tres días he aprendido bastante también con la ayuda de Elías y mis prácticas—Es hoy, es hoy, es hoy — musito nerviosa

Busco entre las perchas una jardinera de mezcilla que tenía planeado usar hoy, abro otra puerta dónde guardo las camisetas y saco una celeste con nubes y tiro las prendas sobre la cama. Todo fríamente calculado, no sé porqué rayos quiero dar una buena impresión ¿desde cuándo uso yo camisetas con nubecitas? Estoy segura que son cosas de mi madre.

De un cajón saco bragas y sujetador, me dirijo al baño, pero regreso cuando olvido mi salida de baño y la descuelgo de atrás de mi puerta.

Todos están durmiendo, espero no despertar a nadie. Hoy faltaré al Instituto, por eso me he levantado más temprano para no recibir un sermón de mi madre y todas sus preguntas de a dónde iré, además no quiero que me vea quedarme escondida en casa hasta que pase ese chico y lo siga.

Tardo unos minutos, voy de nuevo a mi habitación y me visto, me calzo mis vans negras con rayas blancas nuevas, no sé que hacer con mi cabello. Pruebo haciéndome dos trenzas. Creo que me veo patética e infantil. Me encojo de hombros y relamo mis labios, esta vez será natural, nada de maquillaje, por último me pongo mi reloj de muñeca.

Con cuidado de no hacer mucho ruido bajo por las escaleras hasta la cocina. Gaspar está echado aquí y al verme me salta y me da lengüetazos, le doy su comida y me lavo las manos para poder hacer el desayuno.

Hago muchas tostadas y pongo la cafetera a funcionar, mientras voy sacando las tostadas tomo mi desayuno rápidamente, espero que nadie despierte por los olores. Cuando todo está listo las sirvo en la mesa y escribo en un pedacito de hoja "con amor Priscila".

Doy palmaditas a Gaspar en la cabeza deseando que se porte bien, y salgo por la puerta trasera que lleva hacia el jardín. Recojo la bici y voy a mi escondite, estoy temblando.

Para saber la hora exacta que pasa aquél chico, ayer me tomé la molestia de despertarme una media hora antes y quedarme vigilar. Si, creo que de verdad estoy loca.

Pero los resultados fueron efectivos, el chico pasó, memoricé muy bien su bicicleta. Aunque no pude verle toda la cara, por alguna extraña razón él llevaba lentes de sol ese dí­a, cómo si supiera que iba a estar observándolo y despistarme. Anoté la hora que pasó, quince minutos antes de mi hora de ir al Instituto, y aquí estoy siendo una loca y persiguiendo a mi acosador.

A un psicópata.

Un espía.

Un loco de remate.

Un misterioso chico repartidor de periódicos.

Me estoy cansando de esperar, mis padres pueden despertar pronto. El chico tiene tres minutos de atraso, juego con los pedales de la bici, vuelvo a mirar mi reloj. Levanto la vista y con el corazón desbocado consigo murmurar.

—Oh por Dios — Trago fuerte al verlo pasar, me enredo con los pedales pero consigo establecerme en el asiento. El chico tira el periódico y salgo disparada atrás de él comenzando con mi persecución, no puedo creer que estás haciendo esto Priscila, estás el doble de loca que este chico, tú tienes un novio a kilómetros de aquí, se supone.

Tira el periódico en dos casas más y lo veo girar su vista hacia mí­ rápidamente, le veo la cara. ¡Le ví­ la cara! Hago lo posible por mantener el equilibrio ya que las manos me tiemblan demasiado y la emoción corre por todas mis venas y se hace sentir aún más en los latidos de mi corazón.

Entonces el astuto chico repartidor que me ha descubierto muy rápido, gira en una esquina y sigue dos cuadras más que nos lleva hacia la urbanización de la ciudad. Se muy bien que intenta escapar de mí ya que ni siquiera tira periódicos en las casas.

Aparecemos en un semáforo lleno de hileras de autos, él sigue y no respeta la luz roja que hace que varios le bocinen, yo tampoco lo hago y lo sigo sin importar qué. Estamos en una avenida y él ya ha cruzado la calle... Pero cuándo yo intento cruzar. 

Algo pasa.

——[🌼]——

¿No están emocionadas? ¡Yo sí!
Quiero leerlas, comenten ♥

El chico del periódico | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora