039|Un imprevisto doloroso

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—Nada. —dije dejando el celular sobre mi regazo y suspiré mirando el paisaje. Richard seguía sin responder mis llamadas.

Daniel y yo nos habíamos detenido en una gasolinera en nuestro trayecto a casa, nos faltaba una hora de viaje para llegar —Si quieres puedo ir contigo y dar explicaciones —dijo

—No, prefiero que me dejes en la puerta y ya luego veré yo. No te preocupes, puedo manejarlo.

—¿Segura? — preguntó

—Sí, ya soy grande.

—Cualquier cosa que pase cuando pongas un pie en esa casa no dudes en llamarme y sabes que voy a estar ahí para tí ¿Está bien?

—Lo dices como si algo grave fuera a pasar

—Lo digo para que lo tengas en cuenta.

—Ajá.— asentí.

—Ahora voy por el agua. —dijo y salió del auto en dirección a la pequeña tienda.

Había dormido un poco mientras Daniel manejaba, pero no podía dormir cómodamente, una sensación rara y difícil de explicar invadía mi pecho, como angustia o preocupación.

Abrí la guantera del auto para guardar mi celular cuando un pequeño frasco de vidrio cayó en el piso del coche. Parecía ser como un medicamento.

Empecé a buscarlo metiendo la mano en las orillas más estrechas ¿que era eso? Quería saber. Mi vista cayó de nuevo en la guantera y pude notar que habían más frascos iguales.

—¿Que buscas? — La voz de Daniel me sobresaltó, tanto que di un pequeño grito.

—¡Ay! Por Dios Daniel, casi me orino encima —me llevé una mano al pecho y cerré la guantera rápidamente—. No sé algo cayó de ahí, pero no lo encontré.

—Ah — dijo frunciendo el ceño—, sigamos nuestro camino.

No sé que me esperaba al llegar a casa, pero ahí iba, a enfrentar lo que sea.

No volví a dormirme en lo que quedó del viaje, hasta que llegamos y como habíamos acordado Daniel me dejó en la puerta de casa.

Tragué y sostuve mi chaqueta entre mis manos, todo estaba en silencio y hasta parecía que no había nadie, pero giré el pomo de la puerta y confirmé que no era así, entré y al instante Gaspar vino a recibirme con saltos y lengüetazos, me alegré tanto de verlo y saber que estaba bien, caminé hasta la cocina.

Richard estaba sentando con la cabeza entre las manos. Me preocupó al instante.

—Richard —llamé—. Hey ¿Estás bién?

Los minutos que tardó en limpiarse los ojos sorverse la nariz y clavar su fría mirada en mí, de pies a cabeza y contestar parecieron horas.

—Ah Priscila, olvidé que tenía una hermana. ¿Como estuvo tu viaje con tu Romeo?

—Richard, ¿Por qué lloras?

—¿Te importa lo que pase en esta casa?

—¿Qué pasó? — me acerqué a la mesa asustada, estaba comenzando a temblar.

Escuché pasos venir de las escaleras, era Ximena con un valde en una mano. Lentamente se acercó y dejó el valde en el piso, a un costado. Tenía agua

Y sangre.

—Ximena qué, ¡Qué está pasando! ¿Por qué el agua tiene sangre? — grité, algo muy malo había pasado.

Dejé la chaqueta sobre la mesa y corrí escaleras arriba, cuando llegué el escenario era horrible. Sangre, sangre esparcida por el piso.

Y venía del cuarto de mi madre. No se como mis pies pudieron ir hasta su habitación abrir la puerta y encontrarme con más sangre y las sábanas amarilla, llenas de rojo.

El chico del periódico | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora