035| Promesa.

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—¿Te duele? — pregunté mientras pasaba el algodón mojado en agua oxigenada por su ceja.

—No. ¿Y a ti? — Preguntó Daniel.

—Me duele el corazón —sonreí—. Christopher no le dijo que yo era su novia, pero él si sabía del novio de aquella chica. Yo no lo conocía.

Él tomó un pedazo de algodón que estaba al lado mío y lo pasó por mi pecho, exactamente en el corazón.

—¡Oye! — dije entre risas y le saqué el algodón de las manos.

—Dijiste que te dolía.

Le puse esta vez, alcohol al nuevo algodón y lo llevé a su ceja.

—¡Ah! Eso si duele

—Estamos a mano —levanté las cejas—. ¡Aguanta que tengo que curarte! ¡Quedate quieta! — dije imitando su voz de aquel día

—Yo no hablo así —protestó frunciendo el ceño—. Ya, ya está — dijo parándose y tirando el algodón a un lado.

Reservamos habitación en un pequeño hotel, es muy acogedor, pero el único problema era que esta habitación tenía una cama matrimonial. Nos olvidamos de aclarar eso.

—Si quieres puedes ducharte y nos vamos, llegaremos al amanecer.

—Pero pensé que íbamos a quedarnos — dije con el ceño fruncido—. Debemos conocer a tu abuela, no me dijiste que vive aquí, ah y quiero ver los girasoles.

—¿En serio? Pues si eso quieres.

—Sí, no quiero irme aún, si estamos aquí debemos aprovechar.

—Pero, hay solamente una cama — dijo señalando—. Ah, de eso hablas cuando dices aprovechar.

—¿Qué? ¡No!

—No vamos a dormir juntos, yo nunca duermo  con una mujer — Puso los brazos en su cadera.

—¿Por qué?

—Porque soy gay.

Estallé en carcajadas y él también, habla de eso tan serio que hasta parece verdad. Se tiró en la mullida cama, y suspiró calmadamente.

—Apuesto que alguna chica que te decepcionó te hizo hacerte gay, por eso no quieres ni tener novia ¿me equívoco? — Pregunté recostandome

—Tal vez, y no tanto — contestó.

—¿No me lo vas a contar?

—Tal vez, otro día —siguió mirando el techo con los brazos extendidos en la cama—. ¿Por qué le dijiste eso a tu novio? O, bueno ex.

—¿Lo de que nos acostamos? — Él asintió—. Conozco a Chris, con eso no podrá dormir durante unos días.

—¿A caso quieres hacerlo?

—¡Por Dios! ¡Sólo sé lo dije por eso! —grité y le lancé una almohada que estaba al lado mío—. ¡Pervertido bisexual!

—¡Pues si! —dijo sentándose en la cama, estallamos en carcajadas—. Pensé que me estabas invitando, digo, así me sacarias lo gay. Y también lo que le dijiste a Melany, admite que me tienes ganas.

—¡Esa chica me hizo sentir invisible! Te estaba coqueteando frente a mí sin ningún pudor.

—¿Y eso qué? — preguntó elevando una ceja. Tenía razón ¿Y eso qué?

—¡Pues es de mala educación!

—Entonces, iré a su casa si no te molesta —dijo encogiendose de hombros—. Tenemos unos asuntos pendientes.

El chico del periódico | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora