020|Pelirroja y un labio roto.

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Despierto por el sonido de la alarma que proviene del celular de Chris, me estiro para deslizar mi dedo por la pantalla y la melodía deja de sonar. Está durmiendo a mi lado muy serenamente, sonrío al recordar lo que hicimos anoche.

Después de que Sofiay Elías me dejaran, bajamos a la piscina climatizada, pero un señor de unos treinta años que supongo era el guardia, nos sorprendió diciéndonos que no se podía tener sexo en las piscinas. Que aguafiestas. Y ahí íbamos nosotros corriendo para que no nos vea regresando a la habitación,  y bueno ¿Para qué relatar todo lo que hicimos dentro de estas cuatro paredes?

Me levanto sólo en bragas y busco por alguna parte mi sujetador, Chris se mueve en la cama pero no se despierta. Deben de ser las seis de la mañana. Cuando lo encuentro casi debajo de la cama me dirijo al baño a asearme para volver a casa, ojalá que la suerte esté de mi lado y nadie se haya dado cuenta de mi ausencia.

Cuando abro el grifo y me echo agua en la cara siento unos brazos que me envuelven.

—Mm, buenos días —saluda Chris con la voz áspera y ronca y deposita un beso en mi espalda. Puedo sentir su erección matutina.

—Buenos días, princeso — digo sonriendo y agarrando una toalla que está perfectamente doblada en la mesa de mármol.

—¿Ya te irás? —pregunta

—Si, pediré un taxi — lo miro por el espejo y devuelvo la toalla a su lugar cuando he terminado de secarme—. Tu también ya te irás hoy, quisiera quedarme y desayunar contigo, pero no puedo.

—No te preocupes lo entiendo, en unas horas debo estar en Dermest de nuevo. El único bus de hoy sale a las diez.— dice haciendo un mohín y se acomoda detrás mío de manera que su erección queda justo en mi trasero.

—¡Chris! —lo regaño, suelta una risa ronca y esconde la cara en mi cuello—. Te apesta la boca — le entrego el cepillo de dientes que está a un lado del lavado y me voy a terminar de vestir. Esto es lo que más me gusta de nuestra relación, los momentos íntimos que tenemos en dónde hay total confianza, gracias a el tiempo que lo conozco podemos ser nosotros mismos, sin tapujos. me gusta estar a solas con él. En Dermest erán muy pocas las veces que salíamos con compañeros de clases.

Después de una efusiva despedida, me subí a un taxi a las 6: 40 y en 15 minutos estaba en casa. Ya no vería a Chris dentro de siete días, eso espero, que no sea más.

Cuando abro la puerta de casa Gaspar está ahí, salta y lo acaricio pidiéndole o más bien rogándole a que no ladre y despierte a alguién. Subo muy rápido las escaleras y afortunadamente me sigue a mi habitación, cuando estoy dentro siento un alivio tremendo y me desvisto para meterme a la cama.

Fué un Domingo muy aburrido, saqué a pasear a Gaspar, ví series y leí mucho. Acomodé mi habitación y entre el desorden me encontré con las notas de ese chico y las guardé en el cajón de mi mesita de luz.
Hoy lunes estoy parada frente a casa, expectante a ver si pasa el maldito chico. Ya lo he llamado por tantos adjetivos:
«El psicópata del periódico»
«El rarito del periódico»
«El gilipollas del periódico»

Me acomodo la mochila al hombro y meto mis manos en los bolsillos de mi chaqueta de cuero con tachas, no puedo quedarme aquí hasta que pase ese chico o Sofía y Elías se irán sin mí al Instituto. Conforme cruzo del césped que adorna la entrada de mi casa hasta la calle, veo en la acera el periódico perfectamente enrollado cómo siempre en forma de tubo.

«Bueno, tanto tiempo no podías desaparecer» Es lo primero que digo al tirar del hilo y desenrrollar el papel. Lo hojeo esperando ver alguna nota, pero no hay nada, frunzo el ceño.
Sacudo el periódico esperando que algo caiga, algún trozo de papel. Pero nada, y maldigo y me cabreo pero no sé si con el chico o conmigo por reaccionar así ¡¿Por qué narices he de querer yo una nota todavía?¡

El chico del periódico | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora