No me tientes

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Acabé sentada sobre él, besándonos desesperadamente, haciendo que la ropa fuera cayendo rápidamente sin ni siquiera pensarlo. Cuando yo me encontraba ya únicamente en ropa interior y su camiseta ya había desaparecido, se levantó del sofá conmigo encima, para dirigirnos hacia la habitación, donde acabó tumbándose en la cama conmigo a horcajadas.

Mis manos comenzaban a desabrochar su pantalón y sin apernas movernos hizo un movimiento con las caderas que me dio vía libre para poder quitárselo del todo. Ya estamos en empate, ambos en ropa interior. Aunque no íbamos a durar mucho tiempo así, yo ya notaba su erección empujar contra mí. Sus manos se apoderaron de mis pechos, dejándolos apoyados sobre los aros del sujetador, el cual no me quitó. Sus labios no se separaban de los míos, hasta que yo empecé a dejar un rastro de besos y mordiscos por todo su cuerpo, pasando por su cuello, su clavícula, pectorales y abdominales, bajo los que encontré mi objetivo. Sus slips negros. Los bajé con lentitud sin apartar mi mirada de la de él, ambos dejándonos llevar por el deseo.

Un gemido o casi gruñido salió de su garganta cuando notó cómo mis labios rodeaban su miembro, que entraba y salía de mi boca repetidas veces. Empecé lo que para él fue una lenta tortura, haciendo que su respiración entrecortara cada vez más rápido y que sus ojos perdieran en muchas ocasiones el contacto con los míos. En un rápido movimiento me hizo acostarme boca arriba en la cama mientras él volvía a unir sus labios con los míos. Sus hábiles manos se dedicaron a desabrocharme, ahora sí, el sujetador y tirarlo no sé muy bien adónde, para empezar a jugar con mis pechos y conseguir arrancarme más de un gemido.

Bajó por mi cuerpo deteniéndose en cada centímetro de piel que encontraba hasta llegar a la última prenda que quedaba entre nosotros; mi tanga, el cual me quitó para tener acceso libre a mi sexo, donde se recreó un buen rato como hacía poco había hecho yo con él. Apoyó de nuevo su cuerpo contra el mío y fue haciéndose hueco entre mis piernas para entrar en mí casi sin esperarlo. Acogía sus movimientos al ritmo que él demandaba, cada vez más rápido hasta que frenó frunciendo el ceño.

- ¡Joder!- suspiró con los ojos cerrados.

Estaba claro que lo que no quería era correrse ya pero, sintiéndolo mucho, ahora me tocaba mandar a mí. Lo tumbé boca arriba y me puse yo encima. Aunque yo parecía tenerlo todo bajo control, esto se fue al garete en cuanto noté a Marc entrar en mí, mucho más profundo que antes. Él agarró mis caderas y ya no me soltaba. Al poco tiempo lo notaba aguantar la respiración de vez en cuando; yo cada vez estaba más rígida notando lo que iba a venir. 

No aguanté más. Dejé las marcas de mis dedos apretando los brazos de Marc pero a él aún le quedaba el final. Se incorporó sentándose conmigo encima y puso sus manos en mi culo, haciéndome subir y bajar rápidamente. Me besó y se deshizo dentro de mí. Empezamos a controlar nuestra respiración pero no nos movíamos. Ninguno hacía el intento. Mis manos rodeaban su cuello y las suyas mis caderas.

- ¡Cuánto me gusta que tomes la pildora!- dijo con una gran sonrisa.

- A mí también- respondí antes de volver a besarlo. Cuando fui al baño me acordé de las prisas que llevábamos...- ¡Marc! ¿Qué hora es?- fui rápidamente al salón- ¡son casi las 10!- grité entrando en la habitación para vestirme cuando de repente llamaron al telefonillo- ¡no!- miré a Marc y él seguía también totalmente desnudo, pero en vez de preocuparse, lo que hizo fue reír y yo, por los nervios, también.

Salí corriendo a comprobar que era el repartidor de Telepizza. La escena era un poema: Marc apenas se había puesto los calzoncillos, porque parece que fuera de la pista no sabe lo que es la velocidad, así que abrí el armario y cogí el primer vestido que vi. Y me lo puse. Sí, sin nada de ropa interior, a lo rápido, pero no había otra opción, porque aun así llegué justa cuando el repartidor llamó a la puerta.

No me pidas más (Marc Márquez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora