ALMUERZO FAMILIAR

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Me di una larga ducha. Durante algunos segundos abrí el agua fría para despertar mi cuerpo entumecido. Era la consecuencia directa de estar casi doce horas en la misma posición. Después puse el agua caliente como acostumbraba. Nunca había sido lo suficientemente valiente como para lavar mi cabello con agua fría.

Tommy había venido a casa a pasar el fin de semana y mi madre había planeado un almuerzo familiar. Mi hermano había sido aceptado en la Universidad de Stanford, así que ahora vivía en el campus universitario. Sin embargo, estaba lo bastante cerca de nuestro hogar como para visitarnos los fines de semana, siempre que no tuviera otros planes, como le aclaró previamente a mamá.

El almuerzo había estado bastante tranquilo, con Tommy contando anécdotas sobre sus primeros días como miembro de los Alpha Phi Alpha, mientras todos reíamos. Mi mente al fin estaba en absoluta paz, hasta que algo interesante sucedió.

Mamá le dijo a papá - Querido, la señora Darcy me contó ayer por la tarde, que hoy se muda a la casa de al lado una familia proveniente de Miami. Por qué no me lo habías informado?-
-No sabía nada- contestó papá, dándole poca importancia a todo el asunto - Ni siquiera me había percatado que esa casa se encontraba vacía-
-Oh cariño, eres siempre tan despistado. Me contó incluso, que tienen un hijo, de una edad similar a la de los chicos.-

Tommy y yo nos miramos con complicidad por unos segundos, pusimos los ojos en blanco y reímos al unísono, pero terminamos la cena sin decir una sola palabra sobre el tema.

Al frente de nuestra antigua casa en San Diego, vivían dos chicos de nuestra edad, con los cuales Tommy y yo nunca habíamos congeniado, así que a ambos se nos vinieron a la mente los presumidos chicos Collins.

Cuando regresé a mi habitación me asomé por la ventana y vi dos enormes camiones de mudanza aparcados en la casa de al lado, con varias personas llendo y viniendo por la entrada principal y el garaje. Así que mientras ondulaba mi cabello y elegía un atuendo para mi primer día de clases, vi todo lo que sucedía.

De repente mi cuarto se impregnó de un intenso olor a vainilla y chocolate, y así supe que mamá se encontraba horneando la receta secreta del pastel de chocolate de la abuela. Era mi postre favorito en el mundo. Sin embargo, dudaba que lo estuviera cocinando para mí. Mamá tenía mucho defectos, pero ser mala vecina no era precisamente uno de ellos y sabía que la noticia de tener nuevos vecinos le causaba gran satisfacción.

Al cabo de un rato, se aparcaron frente a la casa de al lado dos automóviles. El primero era una camioneta Ford blanca, de la cual se bajaron un hombre y una mujer, ambos rondaban los cincuenta años y tenían cabelleras negras, o al menos eso percibí con lo poco que podía ver desde mi ventana. El otro auto era un Jeep Wrangler negro, del cual bajó un chico que tendría aproximadamente mi edad. Podía ver que era alto y que su cabello era marrón, ondulado y algo desordenado. Decidí asomarse un poco más para verlo mejor, pero alzó su mirada directamente hacia mi ventana y solo por algunos segundos nos miramos fijamente.

Apresuradamente intenté moverme de allí, sin percatarme que tenía el cable del rizador de cabello enredado entre mis piernas y caí al suelo golpeando fuertemente mi rodilla derecha. Cuando logré desenredarme y ponerme en pie, noté que tenía un pequeño raspón.

- Mierda- dije con un grito ahogado. Estaba acostumbrada a esos pequeños accidentes. Desde pequeña era un poco torpe - según decía mamá-  y tenía al menos una decena de cicatrices en mis piernas que confirmaban esa versión. 

HERMOSA IMPERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora