FREMONT

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Tommy

Cuando el identificador de llamadas confirmó que se trataba de una llamada de mi padre entré en pánico. Papá nunca haría una llamada telefónica a esta hora si no se tratara de una emergencia. Tragué saliva y toqué la tecla verde de mi aparato.

—Dime que fue lo que pasó — pregunté tratando de evitar cordialidades para que mi padre pudiera ir directo al grano. Él sin molestarle mi falta de educación ¯ lo que reafirmaba mis miedos - empezó a hablar con una voz incomprensible algo sobre —Hospital Fremont— y —Sammy —. No había que ser un genio para descifrar que algo le había sucedido a mi hermana y debía conducir hasta el pueblo vecino inmediatamente, pero primero quería entender qué diablos hacía Sam allí.

Entendía lo importante que era para mis padres que llegara rápido al lugar, ya que mientras a mí me tomaban solo 20 minutos, la distancia que ellos debían recorrer duraba aproximadamente una hora.

Sali del bar en el que me encontraba con mis amigos de la Facultad y subí a la Ford Ranger y marqué el teléfono de Emma y lo puse en el altavoz de la camioneta. Necesitaba conocer todos los detalles antes de llegar al centro médico.

Mi prima contestó la llamada prácticamente afónica y en medio de llantos me explicó la gravedad de lo que había ocurrido. Yo intentaba tranquilizarla y a la vez tranquilizarme. Sabía que debía mostrarme lo más ecuánime posible, ya que no podía permitirme ser otra carga para mis padres en este momento.

Ni siquiera recuerdo cómo ni cuánto conduje, pero cuando me percaté del exterior ya me encontraba frente al hospital. Me estacioné frente al letrero de emergencias, me despedí de Emma, me limpié las lágrimas que ya caían por mis mejillas descontroladamente  y caminé en medio de una pesada lluvia, que había empezado a caer hacía solo un par de minutos.

Me detuve frente al mostrador de información empapado y de forma casi incoherente pronuncié — Buenas noches. Podría indicarme dónde tienen a Samantha Miller —

La enfermera tecleó algunas letras en su computadora y luego respondió amablemente — Se encuentra en pre-operatorio, pero en seguida le informo al doctor que uno de sus familiares se encuentra acá —

Al cabo de unos minutos, un doctor con pelo blanco y mirada compasiva salió del área restringida y empezó a explicarme la gravedad de las heridas. Mi hermana tenía entre otras cosas varios huesos rotos, sangrados internos y una importante lesión cerebral que la mantenía en coma y me explicó que a causa de ello debían trasladarla a cirugía inmediatamente. Además me aclaró que sus lesiones ponían en riesgo su vida a tal punto que la esperanza de sobrevivir a la operación era de un cinco por ciento. — Por todo lo que le mencioné y al ser un caso excepcional le permitiré que ingrese un momento para que pueda hablar con ella y despedirse —.

Esa última frase retumbó en mi cabeza, como si me lanzaran un balde de agua fría y empecé a llorar como un bebé. ¿Cómo podía ser capaz de despedirme de una de las personas que más amaba en el mundo así como así? ¿Cómo podía vivir una vida normal después de esto?

Sam y yo no siempre habíamos sido tan cercanos. Inclusive muchas veces me había burlado un poco de ella frente a mis amigos y la había llamado "ratón de laboratorio" porque siempre estaba consumida en sus libros, pero no por ello la amaba menos. Sin mi hermana nunca más seríamos Tommy y Sammy. Nunca más tendría esa conexión con otra persona, esa que a pesar de estar a cientos de kilómetros, siempre tendrás un lugar al cual volver.

No sabía bien cómo vivir sin esos enormes ojos verdes que desde niña me miraban con asombro y que algunas veces lograban derretirme el corazón.

Un mar de emociones recorría cada músculo de mi cuerpo cuando un enfermero me pidió que lo siguiera hasta esa enorme habitación blanca y fría y llena de aparatos que desconocía. Y allí en medio de todo ese caos de luces intermitentes, sonidos infernales y olores penetrantes, estaba ella. Se veía infimamente pequeña comparada con su entorno, tan quieta y tan en paz. Pero al acercarme la descubrí tan pálida y tan cubierta de tubos y máquinas que casi no me permitían observar su rostro, excepto por dos enormes círculos negros que rodeaban sus ojos, hinchados y cubiertos de sangre. Y fue allí donde la realidad se me vino encima y empecé de nuevo a llorar. Como pude toqué su mano y con la voz rasposa comencé a hablar  — Hola Sammy. Estoy contigo en el hospital, y papá y mamá vienen de camino. Ahora tienes que prometerme que vas a ser tan fuerte como has sido siempre. —

Con cada palabra que pronunciaba mi entereza se perdía más y más.
— Recuerda que te vamos a estar esperando y que te amamos. Vamos a salir de esto todos juntos, como familia. Por favor prométeme que me mirarás de nuevo con esos ojitos hermosos y que el día de mi boda, si es que alguna vez conozco a la chica indicada, vas a estar a mi lado.— limpié mis lágrimas e intenté respirar lo mejor que pude para continuar — No puedes irte todavía, sabes. Aún te quedan muchas cosas que hacer por aquí. Aún te imagino con tres o cuatro enanitos de enormes ojos verdes correteando en la casa de nuestros padres para acción de gracias. Por favor piensa en todo eso cuando estés allá luchando, porque eres una luchadora —

De pronto un sonido me interrumpió — Disculpe joven. Tiene que salir ahora —.

Asentí a regañadientes y como pude le di un último beso en el único espacio de su rostro libre — Te amo y nunca voy a poderle agradecer a la vida lo suficiente por tener una hermana como tu —

Salí de allí llorando como nunca antes lo había hecho, con un dolor más grande que la vida misma. Corrí a mi auto en medio de la lluvia y una vez sentado allí, hice algo que nunca ni en mis peores pesadillas imaginé que haría. Marqué el teléfono de una chica....

Cuando la voz dulce de Alison respondió, supe que no había nadie más en el mundo que pudiera consolarme en este momento.

HERMOSA IMPERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora