TÍA MAGGIE

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La tía Margaret era un año menor que mamá, pero habían crecido prácticamente como mellizas. Su parecido físico era impresionante. Durante años todos la habíamos llamado Maggie de cariño, ya que ese era el apodo que le había puesto mamá, pero en los últimos dos años, las circunstancias habían llevado a que su familia y la nuestra se alejara irreparablemente.

Maggie siempre había sido una mujer segura de sí misma y había vivido toda su vida a su propio ritmo. Era algo así como una nómada, y todos, en el fondo admirábamos eso en ella. La abuela siempre decía que la tía era como un caballo salvaje, que necesitaba galopar por el mundo libremente, que era indomable y que así debíamos quererla.

Ella y su hija Emma; quien tenía mi edad, habían vivido con nosotros durante un tiempo en nuestra antigua casa de San Diego. Así que Emma y yo habíamos crecido como hermanas. Incluso en la escuela primaria, a la que asistimos juntas los dos primeros años, hacíamos creer a los chicos que éramos gemelas. Físicamente nos parecíamos casi tanto como mamá y Tía Maggie, aunque nuestra personalidad fuera diametralmente opuesta.

El funeral había sido emotivo y mi familia se encontraba realmente consternada, pero mamá estaba devastada. A pesar de que la tragedia las había alejado, ahora nunca podrían estar juntas de nuevo, nunca podrían perdonarse y ese era un dolor perseguiría a mi madre por el resto de su vida.

Tommy se fue ese lunes de regreso a la Universidad, mientras que  yo me quedé con mis padres en San Diego. Mi padre había hablado con la Consejera del Instituto para que me permitiera ausentarme por unos días.

El miércoles por la mañana, el abogado de la familia llamó a casa de la Abuela, e indicó que esa misma tarde vendría a visitarnos y traería consigo el testamento. Ninguno de nosotros sabía que esperar.

Abuela Rosie hizo algunos de nuestros platillos favoritos, para que la espera fuera más corta, entre ellos el pastel de chocolate. A las dos de la tarde sonó el timbre. Era el abogado. Un tipo bajo, panzón y calvo entró en la casa y pidió a los adultos que se reunieran todos en el estudio. Mientras tanto, los jóvenes nos quedamos en la sala de estar viendo televisión.

Luego de un rato, se abrió la puerta del estudio. - Emma y Sammy, vengan un momento- dijo la Abuela. No sabía que esperar. Desde el sábado había intentado por todos los medios alejarme de mi prima. Los recuerdos de la fatídica noche eran más vívidos, cada vez que Emma se encontraba cerca mío. Era su culpa, aunque también era mi culpa. Habíamos causado no solo un dolor inimaginable a la familia de Meghan, sino también a nuestras familias. Habíamos puesto a nuestras madres una en contra de la otra, y ahora nunca podrían estar juntas de nuevo.

 Rápidamente nos levantamos del sillón y nos acercamos a donde tenía lugar la reunión. El abogado nos explicó que Tía Maggie había decidido hace algunos años que en caso de su muerte, Emma se quedaría con nosotros. Nunca había modificado su testamento, porque ninguna persona a sus cuarenta años y con un óptimo estado de salud supone que podría llegar a morir.

Miré a mis padres y preguntaron con  una mezcla de empatía y culpa - Crees que vas a estar bien con esto? - No solo no estaba segura, sino que estaba casi convencida que era algo que no deseaba. No obstante, asentí con mi cabeza. No sabía qué más hacer. Toda mi vida había querido a Emma como a una hermana, era solo que, habían pasado tantas cosas entre nosotras, había tanto resentimiento y  nos habíamos convertido en  dos personas tan distintas, que ahora éramos casi como dos desconocidas. Aún así, sino aceptaba, mi prima quedaría desamparada. No podía guardar todo este rencor para siempre. Se lo debía a mamá y a la tía. Además, sabía que dentro de un año ambas iríamos a la Universidad, así que sería por poco tiempo y no quería defraudar nuevamente a mi familia.

Papá llamó de inmediato a Tommy para contarle la noticia. Sin embargo, no le dio mucha importancia, según dijo papá, él ya no vivía en nuestra casa y ese no era precisamente su problema.

Más tarde, mamá me explicó que ella, papá y Emma debían quedarse unos días más en San Diego, ya que ella como tutora legal, debía encargarse personalmente de la transferencia de colegio y de todos los asuntos pendientes de Maggie. Pero yo podía regresar en autobús a Agustine si así lo deseaba. Era un viaje de más de doce hora, pero necesitaba estar en casa. Necesitaba tiempo para estar sola, tiempo para pensar.

HERMOSA IMPERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora