MIS PANTUFLAS DE UNICORNIO

73 23 0
                                    

Más tarde ese día, mis padres al fin se marcharon a su clase semanal de baile, no sin antes asegurarse de que todo estaba bien conmigo. -Sammy nuestros teléfonos estarán siempre encendidos. Sabes que si necesitas algo puedes llamarnos en cualquier momento y que la señora Reed se ofreció a acompañarte si lo necesitaras- había dicho papá. -No te preocupes, voy a estar bien. Solo necesito descansar-. De esa forma había logrado convencerlos para que no perdieran su lección. Sabía lo importante que era para ellos ese tiempo juntos.

Al cabo de un rato, bajé las escaleras para hacerme un té de manzanilla, con la esperanza de que eso calmara un poco el dolor. Había dormido el tiempo suficiente como para sentirme mejor; sin embargo, aún sentía una punzada en la parte baja de mi abdomen. Serví el té en una pequeña taza estilo inglés y decidí salir a tomar un poco de aire fresco, así que caminé hacia el porche y me senté en uno de los sillones de mimbre que había conseguido mi madre en una tienda de antigüedades.

No quería pensar en lo que había ocurrido esa tarde, pero allí sentada, sola, todas y cada una de las imágenes empezaron a llegar a mí como en una película y las lágrimas brotaron de mi rostro. No podía creer lo que había pasado. No podía entender cómo mi novio, que hace sólo dos semanas me había prometido amarme, hoy me había humillado de esa forma; pero tampoco lograba descifrar qué me pasaba con Noah. Por alguna razón que no entendía, no podía dejar de pensar en él.

Luego de algunos minutos de hacerme millones de interrogantes, vi su Jeep en la entrada y la ventana de su cuarto encendida. Quería con todas mis fuerzas agradecerle lo que había hecho por mí. Sabía que estaba entrando en terreno peligroso, pero sin pensarlo dos veces, decidí ir a su casa.

La señora Reed abrió la puerta. - Hola Samantha. Que te trae por acá? Cómo te has sentido? Necesitas que haga algo por ti? - dijo amablemente. - Hola señora Reed. Puede llamarme Sam. Estoy mucho mejor, gracias por preguntar. En realidad, solo me gustaría hablar unos segundos con Noah- respondí avergonzada. - Claro Sam. Ya lo llamo por ti y dime Pamela desde ahora. Estamos en confianza-

Unos minutos después Noah bajó las escaleras. Tenía su cabello despeinado y vestía solamente una pantaloneta deportiva y una camiseta blanca, pero de igual forma, parecía el modelo de una campaña de Calvin Klein.

-Disculpa mi atuendo- dijo avergonzado. Era claro que había notado que lo estaba inspeccionando cuidadosamente. - No te preocupes, yo también estoy en pijamas- y en cuanto lo dije, vi mi ropa con espanto. Era una tonta, estaba tan emocionada por ir a verlo, que me había olvidado por completo que vestía unas pijamas desgastadas y lo peor era que llevaba puestas mis pantuflas de unicornio. Todo esto era un desastre.

Apresuradamente y tratando de parecer casual, dije -Solo quería agradecerte por todo lo que hiciste esta tarde por mí. No sé qué hubiera pasado sino hubieras estado allí. Así que gracias y buenas noches. - Deseaba con todas las fuerzas que me tragara la tierra.

-Espera un momento- advirtió . Yo ya había empezado a caminar despavorida hacia mi casa, así que me volteé nerviosa. - Te acompaño-. insistió.
-Te sientes mejor? -
-Un poco mejor. Gracias- respondí. Por unos segundos ninguno habló.
- Perdona por haber aparecido de esa manera en tu puerta. Solo sentía que debía agradecerte- dije, encongiendo mis hombros.
-No tienes nada que agradecer. Nunca me hubiera perdonado si no hubiese estado ahí para ayudarte. Realmente me asustaste. Pero me alegra que estés mejor. Además no tienes absolutamente nada de qué avergonzarte. La verdad es que te ves bastante dulce con esas pijamas- dijo echándose a reír. Mis mejillas se ruborizaron como si se tratara de dos enormes cerezas. Era como si supiera exactamente lo que estaba pensando - Qué tengas una linda noche- susurró. Pellizcó suavemente mi mejilla y me dio un tierno beso en la frente. - Te veo mañana- agregó y se fue de regreso a su casa.

HERMOSA IMPERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora