Enséñame #D2

Capítulo 23

POV Matteo
Giré mi cabeza en dirección a la puerta, ahí estaba Sol, se veía hermosa con su traje de gimnasia. Pero no podía desviarme, la chica que me gusta se acaba de enterar de lo que tanto me esmeré en ocultar.

Lara: Sol, mira yo…

Sol: ¿Como es posible? Ustedes… — se podía notar que estaba en shock.

Matteo: te puedo explicar…

Sol: no hace falta. No diré nada. — se fue.

Lara: lo siento. No sabía que venía. — no dije nada, solo me fui en su búsqueda.

No la encontraba por ningún lado, la había buscado por toda la escuela menos en un lado: la zona prohibida. Iba directo allá pero me encontré con León.

León: ¡Matteo! — vino en mi dirección. — ¿Has visto a Sol? Violetta y las chicas la están buscando.

Matteo: me vas a matar. — se cruzó de brazos y esperó a que hablara. — se enojó conmigo.

León: ¿Que le hiciste? — me habló sumamente molesto. 

Matteo: se enteró de algo.

León: ¿Como? — se puso pálido al instante. Debe creer que fue de la apuesta.

Matteo: no fue de eso. — soltó todo el aire que había sostenido en estos segundos. — fue otra cosa.

León: ¿De que?

Matteo: te acordás que una vez te dije que Lara hizo cosas muy malas.

León: y por eso la odias. Nunca quisiste decirme.

Matteo: te lo diré ahora, pero por favor, necesito que no le digas a nadie.

León: ¿La odias y la proteges? ¿Como es eso posible?

Matteo: lo es porque mi reputación está en juego.

León: no entiendo.

Matteo: una vez en sexto Lara me drogó. — suspiré. — e hizo que me acostara con ella.

POV Sol
Me fui a la parte prohibida, pero recordé que Balsano vendría, no quería que me viese llorando, y menos que supiera que es por él y porque me gusta. Salir no era una opción, tendría que pasar por toda la escuela y no podía, busqué una salida y encontré unas llaves junto a una puerta, probé y supe que eran las llaves de esta y la otra puerta. Perfecto.

Salí y llamé a mamá. Cuando llegué evadí todas sus preguntas y me fui a mi habitación.

Lili: Sol. — tocó la puerta. — ya es hora de comer, despierta. — no contesté, pero mi mamá seguía insistiendo. — Sol.

Debo admitir que por un momento me puse la almohada en la cara para asfixiarme literalmente, pero me ganó la desesperación por la insistencia de mi mamá.

Sol: ¡No tengo hambre! — grité. — ¡Quiero estar sola!

Lili: ¡Tenés que comer niña!

Sol: ¡No quiero!

Lili: ¡Sabés que por tu enfermedad no podés darte esos lujos de comer! ¡¿Que querés que te dé leucemia y te mueras?!

Sol: «no sé, tal vez» ¡Ya voy!

Ya no escuché más ruidos, se había ido. La verdad no pienso ir, tengo unas galletas y con eso me basta para calmar a mí estómago que ya está empezando a rugir un poco. Al final recibí mil mensajes de WhatsApp: varios de mi mamá, de mis amigas, dos de León y uno de Matteo. El sueño terminó de vencer me a las nueve de la noche.