Atracción, repelencia.

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ATRACCIÓN Y REPELENCIA


Con la mañana sobre la muy nublada ciudad, los ojos cerrados de Hinata se apretaron, en un indicio que pronto estaría por despertar; sus párpados parecieron pesar y su cuerpo se negó a perder la calidez que lo envolvía. Ella suspiró despacio y todavía muy adormecida, ladeó su rostro reconfortándose con la tibieza a su lado, la piel desnuda del hombro y pecho del Uchiha, como su agradable aroma, la relajaron todavía más.

Momentos después cuando intentó acomodarse sobre el blando colchón y sintió un peso sobre sus piernas, ella se quejó; comenzó a removerse y entonces fue consciente que parecía inmovilizada. Abrió sus ojos despacio, con pereza a pesar de la extrañez de no poderse mover con naturalidad. Apenas sus perladas orbes se abrieron y desconoció el lugar, pareció preocuparse y esto fue notorio al abrir más sus ojos y tensarse mientras buscaba zafarse de la pierna que el Uchiha mantenía sobre las suyas.

—Ahhh— jadeó al no lograrlo.

Volvió a recostarse y alzó su rostro al perfecto y dormido de él.

«Pasamos la noche juntos... Otra vez» ella pareció palidecer ante ese descubrimiento.

¿A qué hora se quedó dormida? Ella se había asegurado que una vez que la temperatura bajara, se marcharía, ¿cuándo fue que perdió contra el cansancio? Ver las perfectas facciones del pelinegro y entender que él la había cargado –y respetado- durante la noche para dejarla dormir a su lado, la ruborizó. Se ruborizó todavía más al darse cuenta que mientras un brazo del Uchiha estaba bajo su cuello, la mano del otro estaba abierta y apoyada en uno de sus senos; entonces se sintió atrapada.

«Debo salir de aquí» se aseguró doblemente, pues antes de hacerlo del departamento, tenía que escapar del agarre que pesaba en ella.

La lacia peliazul se mordió el labio y bajo las mantas movió una de sus piernas, sacándola de entre las de él, hizo lo mismo con la segunda y cuando quiso girarse para librarse de su brazo, la mano sobre su seno, se apretó sobre éste.

—¿A dónde crees que vas?— la voz ronca del pelinegro la paralizó.

Ella giró su rostro a él despacio, justo a tiempo para verlo abrir sus ojos.

Luego de perder el aliento, se atrevió a hablar.

—E-Es tarde ya...

—¿Y? Ya estamos de vacaciones, ¿tienes algo que hacer?— preguntó haciéndola quedar sobre el colchón, y con otra vez sus piernas entre las de él.

Hinata se llevó ambas manos al pecho y vio resignada como en un segundo, había perdido el ligero avance que ganó para salir de ahí.

Ligeramente nerviosa por esos profundos ojos negros puestos en ella, negó con su rostro a su pregunta.

—Sí— pero se contradijo en voz baja.

Él frunció el ceño... ella le estaba mintiendo.

Sonrió maliciosamente después, al saberla nerviosa por él; se fascinó con esos ojos casi asustadizos, pues eran de nervios, no de terror. Era otra vez ese nerviosismo grato que ella emanaba y que lo provocaba jodidamente, pues una vez más ahí estaba, ese vulnerable y tentador ángel que se dejaba corromper por él. Se subió a su cuerpo y Hinata apoyó sus manos en su pecho, sin saber qué hacer o cómo reaccionar cuando él comenzó a acariciar entre su cuello y hombro con la punta de su nariz, provocándole un tibio cosquilleo que la recorrió completa.

ConsecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora